Thalia tensaba la cuerda de su arco con los dedos. Una gota de sudor plateado le corrió por un lado de la oreja.
—Diga la palabra—me dijo—y le haré un agujero entre los ojos a este tarado.
Una oferta tentadora, pero sabía que era una fanfarronada. A Thalia le aterraba tanto como a mí perder a Leo, Emmie y Georgie. Dudaba que alguna de nuestras armas pudiera matar a un inmortal cómo Cómodo, y mucho menos a él y dos guardias. Por muy rápido que atacáramos, no podríamos salvarlos a todos.
Josephine cambió la posición de sus manos en la metralleta. Tenía el overol salpicado de polvo y sangre. Su cabello canoso cortó brillaba del sudor.
—Todo saldrá bien, cariño—murmuró—. Tranquila—no estaba segura de si se dirigía a Emmie o a Georgie o a sí misma.
A su lado, Calipso mantenía las manos quietas en el aire como si se hallara delante de su telar, pensando qué tejer. Tenía los ojos clavados en Leo. Movía la cabeza ligerísimamente; tal vez le estaba diciendo: "No seas idiota". (Se lo decía mucho).
Litierses se encontraba al lado. La herida de su pierna había empezado a sangrar otra vez y estaba empapando las vendas. Tenía el pelo y la ropa chamuscados como si hubiera corrido entre dos filas de lanzallamas, y su camiseta de los Cornhuskers parecía la superficie de un malvavisco quemado. Yo solo se veía la palabra CORN.
A juzgar por el filo manchado de sangre de su espada, deduje que era el responsable del nuevo corte que Cómodo lucia en la cara.
—No hay una manera fácil de hacerlo—me murmuró Litierses—. Alguien va a morir.
—No—repuse—. Thalia, baja el arco.
—Pero...
—Josephine, la metralleta también. Por favor.
Cómodo rió.
—¡Sí, todos deberían hacer caso a Diana! Y Calipso, querida, como vuelvas a intentar invocar s otro de esos espíritus del viento, mataré a tu amiguito.
Miré a la hechicera.
—¿Invocaste un espíritu?
Ella asintió con la cabeza, distraída y alterada.
—Uno pequeño.
—De todas formas, lo más importante—gritó Leo—es que yo soy su amigo, no su "amiguito". Tampoco vamos a hacer un drama por la frase "Saluda a mi amiguito"—levantó las palmas de sus manos, a pesar de que su captor apretó el cuello del semidiós—. Además, chicos, no pasa nada. Lo tengo todo controlado.
—Leo—dije sin alterarme—, un bárbaro de dos metros quince te está apuntando a la cabeza con una ballesta.
—Ya lo sé—dijo—. ¡Todo es parte del plan!
Al decir la palabra "plan", guiñó el ojo de forma exagerada. O Leo tenía un plan (cosa improbable) o esperaba que yo tuviera uno. También poco probable.
Cómodo levantó los dedos.
—Albatrix, si el semidiós vuelve a hablar, tienes permiso para dispararle.
El bárbaro asintió gruñendo. Leo cerró la boca. Advertí en sus ojos que incluso bajo amenaza de muerte le costaba callarse una réplica ingeniosa.
—¡Bueno!—dijo Cómodo—. Como íbamos diciendo antes de que llegara Diana, necesito el Trono de Mnemósine. ¿Donde está?
Gracias a los dioses... El trono seguía escondido, y eso significaba que Percy todavía podía utilizarlo para curar su mente. Saberlo afianzó mi determinación.
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Las pruebas de la luna: La profecía oscura
FanfictionArtemisa superó su primera prueba como mortal, pero aún le aguardan muchos peligros, esta vez su viaje la llevó a Indiana donde se reunirá con antiguas aliadas que dejó de ver hace mucho tiempo. La diosa aun se debate si puede considerar a Percy su...