Ciencias naturales aplicadas en la vida diaria.

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Georgina me agarró la muñeca, y un desagradable escalofrío me recorrió el antebrazo.

—Muerte.

En la lista de cosas que me asustaban, las niñas de siete años que se reían como tontas de la muerte estaban subiendo muy rápidamente de posición.

Me acorde de la quintilla profética que nos había llevado al oeste: la advertencia según la cual yo tendría que "digerir muerte y locura". Estaba claro que Georgina se había tropezado con esos horrores en la Cueva de Trofonio. A mí no me apetecía seguir su ejemplo.

—Sí—dije en tono tranquilizador—. Ya hablaremos de la muerte cuando te llevamos a casa. Tus madres nos mandaron a buscarte.

—Casa—Georgina pronunció la palabra como si fuera un término difícil de un idioma extranjero.

Leo se impacientó. Entró en la celda y se acercó corriendo.

—Hola, Georgie, soy Leo. Bonita maleta. ¿Puedo verla?

Lo fulminé con la mirada.

Georgina ladeo la cabeza.

—Mi ropa.

—Ah, esto...sí—Leo tocó la etiqueta de su overol prestado—Perdón por las manchas de aguas residuales y el olor a quemado. Yo te las limpiaré.

—El calor abrasador—dijo Georgie—. Tú. Todo.

—Claro...—Leo sonrió con timidez—. Las mujeres suelen decirme que cuando me ven les entra un calor abrasador. Pero no te preocupes. No te prenderé fuego ni nada por el estilo ¡Hay!

Perdón, no me pude resistir. Le metí un fuerte rodillazo en donde el sol no brilla.

—Está bien—se quejó Leo con voz de pito—. Ya me callo.

Ofrecí mi mano a Georgie.

—Vamos, pequeña. Te llevaremos a casa.

Me dejó ayudarla. En cuanto estuvo de pie, Leo corrió a la maleta de bronce y empezó a hacer aspavientos.

Lo siento mucho, amigo—murmuró—. No debería haberte dejado. Te llevaré a la Estación de Paso para ponerte a punto. Luego podrás tener toda la salsa Tabasco y el aceite para motor que quieras.

La maleta no respondió. Leo consiguió activar sus ruedas y manipularla de forma que logró sacarla a rastras de la celda.

Georgina siguió mostrándose dócil hasta que vio a Percy, la niña lo miró con curiosidad.

—Mucho sufrimiento, mucho dolor, Nerón lo trajo de regreso. La luna debe sanar las mareas.

Cazadora entró con nosotros para ayudarnos con Georgie.

—¿A qué se refiere?

Miré a Percy, el significado era en su mayoría obvio. El había sufrido mucho dolor durante su vida, especialmente durante su infancia, dolor que Nerón intentó recrear cuanto lo capturó hace un par de meses. Sin embargo, la luna y las mareas. Aún no entendía al que se refería.

Georgie estaba aferrada a mi, mientras la abrazaba para tranquilizarla. Sus ojos están muy abiertos h su cuerpo tembloroso, no sabía que clase de imágenes pasaban por su cabeza una y otra vez, pero no podía ser nada bueno.

—Tú y muerte y fuego—de repente soltó una risita—. ¡La silla! La silla, la silla.

—Mier...coles—me corregí al recordar que estaba junto a una pequeña de siete años—. Tiene razón. Todavía necesitamos la silla.

Las pruebas de la luna: La profecía oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora