I still love you.

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Chifuyu se encontraba sentado en el escritorio de su habitación, estaba terminando de escribir algo en aquel cuaderno que día a día se iba llenando cada vez más. Tenía tanto por decir que sus ideas eran un remolino en su cabeza, las palabras se chocaban unas con las otras y le resultaba imposible tener las cosas claras; usar un cuaderno y plasmar todo ahí le facilitó todo.

Unos toques en su puerta le interrumpieron. Susurró un pequeño adelante y siguió con la escritura. Por esa puerta no iba a volver a pasar la única persona a la que espera.

Honestamente es todo lo que estuvo haciendo este último tiempo, escribir, comer fideos instantáneos, visitarlo a él y dormir; cada tanto pasaba por la casa de la madre de su amigo, el lugar conservaba cosas de Baji, como su aroma o sus pertenencias.

A veces se recostaba en su cama y se permitía soñar con su amigo recostado a su lado, contándole alguna anécdota de peleas que tuvo, o alguna compra tonta que hizo y ya no podía devolver.

Se imaginaba con ellos recostados en el suelo de la habitación mirando el techo en silencio, y Chifuyu confesando que lo quiere entre susurros nerviosos. ¿Keisuke le hubiese correspondido los sentimientos? Ojalá hubiese hablado cuando aún podía.

Matsuno vivía de sueños imposibles, porque el que era posible la vida se lo arrebató de la mano, como quien le arrebata un dulce a un niño. Vivía de arrepentimientos que no podía sacarse de encima porque ya era demasiado tarde.

— Yuyu... — Oír ese apodo que únicamente una persona usaba hizo que su cerebro se desconectara de la realidad.

¿Y si todo había sido una pesadilla y en realidad Baji lo estaba tratando de despertar?

El nombrado se giró con un pequeño ápice de esperanza en sus ojos, pero todo eso se vino abajo cuando vio a Mitsuya en la puerta y no al pelinegro.

— Lamento usar ese apodo, no sabía cómo llamar tu atención. — Se disculpó el platinado, con un mal sabor en su boca al ver la reacción ajena. — ¿Sigues escribiendo?

— Huh, sí... — Su voz salió apagada, como todo lo que llegaba a decir en ese último tiempo. Todo él estaba apagado realmente.

— Pasaba a ver cómo te encontrabas, ¿quieres que te alcance hasta allí? — Aventuró el chico, esperanzado de que por fin su amigo se abriera un poco más.

Mitsuya hacia todo lo posible por pasar tiempo con Chifuyu, no sólo él, todo Touman si era posible, pero sobre todo él y Takemichi.

Manjiro no podía ver a los ojos al rubio, la culpa dentro de él era mucho más grande. Constantemente pensaba en sí podría haber hecho algo ese día para evitar la sangre y lágrimas derramadas.

Nadie lo culpaba, ni siquiera Matsuno, pero él no lo sabía.

Sabía que estaba igual de mal que él, Chifuyu realmente lo sabía. Keisuke y Manjiro crecieron juntos al final de cuentas. Sano cargaba con la muerte de su mejor amigo, como carga con todo en su vida, pero ninguno se dejaba ayudar.

— Puedo caminar, pero gracias Tata. Voy a estar bien, después voy a la reunión. — Respondió apacible.

Y dicho eso, Chifuyu arrancó una hoja del cuaderno, la guardó en el bolsillo de su pantalón y tras una corta despedida emprendió camino hacia todo lo que realmente lo hacía brillar. 

 

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Hola, Baji-san. ¿Te aburre que todos los días venga a hablarte? Espero que no sea así porque disfruto hacerlo. Antes no hablaba tanto y me arrepiento un poco porque me gusta tu voz.

Mikey me dice que es bueno que alguien venga constantemente, supongo que él no puede hacer lo mismo por Shinichiro, aunque lo visite para fechas específicas. Tampoco puede hacer lo mismo contigo, supongo que siente algo de culpa.

El chico dejó salir el aire que estaba reteniendo en sus pulmones, apenas llegó y no quería llorar tan rápido, no quería verse tan débil frente a la única persona por la que sintió tanto respeto.

Baji-san ¿crees en las almas gemelas? Honestamente en el pasado me hubiese reído a carcajadas sobre esa estupidez, pero luego ocurrió la fatídica tragedia y sentí como ese día algo dentro de mí se iba contigo.

La voz entrecortada del chico podía hacer que cualquier llorase con él, la imagen de por si era triste, un pequeño niño rubio aferrado a una hoja arrugada; su cuerpo temblando por el llanto retenido y los ojos rojos, no sólo por la falta de sueño, sino por las lágrimas acumuladas en estos. Tomó otro respiro hondo y volvió hablar, ignorando el hecho de que estaba temblando.

Estuve buscando en internet cómo parar este dolor que jamás se va, busqué hasta lo más estúpido, incluso personas predestinadas o alguna de esas cosas raras de lo que se habla; almas que abandonan el cuerpo o qué conexión pueden tener las personas.

Dí con alguien que explicaba que no sólo existen las almas gemelas, también están las "llamas gemelas", no creo que sepas lo que son, yo tampoco lo sabía hasta hace poco. Se podría decir que estuve aprendiendo varias cosas últimamente.

Las llamas gemelas son almas encarnadas, la misma alma dividida en dos energías, básicamente. ¿Cómo podría explicarte? El peyoung yakisoba es un recipiente con determinaba cantidad de fideos dentro, los cuales nosotros dividimos en dos para compartir.

Eso, Baji-san, son llamas gemelas. Un mismo todo dividido en dos personas. Cuando dije que perdí parte de mi ese día, lo dije en todo sentido de la palabra.

Somos llamas gemelas, Baji-san, y como en esta vida no pudimos, juro buscarte en la otra y en todas las que sean necesarias, porque no quiero vivir una vida en la que no te tengo. Nosotros siempre seremos uno, incluso ahora, nosotros somos una misma alma.

Ese día, frente a la tumba de Keisuke Baji, hizo una promesa que el viento se llevó lejos, quién sabe a dónde, pero lo que los dos chicos allí sabían es que se cumpliría, porque Chifuyu jamás defraudará a Baji.

Baji-san, todavía te amo.

Dear Keisuke: I still love you. [BajiFuyu] |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora