Donde Matsuno Chifuyu le lee cartas a su alma gemela, Keisuke Baji.
Aclaraciones: hay spoilers del manga, algunas otras cosas serán inventadas y sobre todo CONTIENE ANGST. Se tocan temas sobre la muerte, el suicidio, depresión y dependencias no sana...
— Matsuno tendrías que haberte abrigado más, hace mucho frío. — Comentó Draken, denotando preocupación en sus palabras.
El comentario había traído de vuelta a la realidad a Chifuyu, quien se encontraba perdido en sus pensamientos. Hacia un rato se había reunido con el más alto para acompañarlo a un lugar que todavía desconocía.
Usualmente uno pregunta antes dónde irán o para qué necesitan compañía, pero como se trataba de Ken, segundo al mando y mano derecha de Manjiro, no hizo falta. Con él nadie corre algún peligro.
— No tengo frío Draken-kun, no te preocupes. ¿Me estabas diciendo algo? — Sonrió apenado, dando a entender que no oyó mucho de lo que decía.
— Nada muy importante, quería saber cómo te encontrabas. — Su respuesta fue tranquila, entendiendo que su compañero esté algo ido.
— He estado mejor, no te miento. — Asintió con su cabeza pensativo mientras se aferraba a la cintura del tatuado.
Ken y Chifuyu se dirigían a la correccional donde Kazutora Hanemiya cumplía, nuevamente, una condena. Ese día cuando todos huyeron, él no lo hizo, la culpa pudo mucho más al parecer.
Ahora se encontraba a la espera de que pasen 12 meses para poder salir de allí. Aunque quizás él no quiere eso, Kazutora sólo desea la soledad absoluta, su culpa desea la soledad.
Los chicos llegaron a destino y Draken aparcó su motocicleta cerca del recinto, girándose hacia Chifuyu en el proceso. No le había comentado hacía donde iba y temía que ahora que lo sabe, se enfade.
Pero no pasó, Matsuno lo esperó pacientemente y emprendió camino a su lado, sin una pizca de emoción en su rostro.
Con una leve inclinación ambos chicos saludaron al guardia que los dejaría pasar, dejando sus datos y nombre de la persona a la que visitaban; una vez hecho todo, por fin se dirigieron a la sala de visitas.
— Kazutora... — Saludó el más alto al verlo entrar.
La cara de Hanemiya era un poema.
Entonces Ken Ryuguji comenzó hablar y los dos chicos a escucharlo.
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— Hey, Baji-san... — el rubio se recostó sobre aquel frío mármol con la idea de comenzar hablar, pero ese día fue lo que Chifuyu menos hizo, y entre murmullos lo único que logró decir fue un pequeño todavía te extraño.