I still love you.

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Unos golpes suaves se hicieron presentes en aquella casa que, ahora, se encuentra vacía. No es que no viviera nadie allí, era que la mujer que con tanto amor había criado a su hijo entre esas cuatro paredes, ahora lo perdió y con eso, todo rastro de felicidad que pudiera existir ahí dentro.

En ese hogar ahora sólo quedaba su fantasma y lo que un día fue una familia feliz, de dos personas, pero familia al final. ¿Debería interrumpir tan seguido? Se preguntó el niño parado fuera de aquel lugar, los nervios eran uno con él; todo ese miedo lo abandonó cuando la puerta se abrió y la señora le sonrió con la poca felicidad que le quedaba, eso fue suficiente para saber que no dejaría de ir.

Era su recuerdo y su lugar seguro, él aún existía ahí.

— Mi niño, adelante. Justamente estaba cocinando, me alegra no comer sola. — Su sonrisa era genuina, lamentablemente no llegaba a sus ojos y eso lo entristeció un poco.

Él entendía que no sucediera e incluso la abrazó con todas sus fuerzas, Baji ya no estaba, pero mientras él estuviera vivo, cuidaría de su madre. La persona que Keisuke más amó en su vida.

Compartían la pérdida y el dolor, quizás un abrazo no iba a traer a la persona que aman a la vida, pero es un consuelo mutuo para ellos. Chifuyu no quería llorar, no delante de ella, pero le fue inevitable. El hueco en su pecho era mucho más grande. Las emociones lo abrumaban y los pensamientos no lo ayudaban ¿por qué no podía ser fuerte y aguantarse las lágrimas?

— Oh amor, no te contengas, llora todo lo que necesites. — Las manos de aquella mujer comenzaron a acariciar su espalda de forma maternal.

El calor de otro cuerpo roto lo consolaba, era como unir pequeñas piezas de vidrios rotos para intentar armar lo que un día fue algo hermoso.

— Lo lamento, a veces no puedo controlarlo. — Sus ojos se cerraron cuando el toque de dedos ajenos llegó a su rostro.

La madre de Baji le estaba limpiando las lágrimas como si fuese un bebé y se dejó hacer, porque creía que con esos pequeños momentos podría darle un vago recuerdo de su hijo.

Un tanto avergonzado y sonrojado, le sonrío, dejando los zapatos en la entrada e ingresando a la casa. — Gracias por dejarme comer aquí, su comida me fascina.

Las siguientes dos horas se basaron en ellos hablando de Keisuke; sus manías, la clase de persona que era y todas esas cosas que les gustaba recordar de él. No les importaba repetir siempre los mismos temas.

Las fotos se hicieron presentes porque a aquellas dos personas les encantaba ver al chico sonreír. Sus colmillos de gatito les encendía el pecho con un amor descomunal, riendo al recordar que Baji decía que en alguna otra vida seguro fue un gato.

No pasó mucho tiempo hasta que las dos personas sentadas en el living del lugar comenzaron a llorar. Su madre creía que había hecho algo mal para que su hijo se quitara la vida y Chifuyu era perseguido por el fantasma de no haber podido proteger a la persona que aquella mujer tanto amaba.

Baji tenía 15 años, no tenía que ser un héroe, no tenía que sacrificarse por nadie, no tenía que llegar a esos extremos sólo porque no veía otra salida.

Tenía 15 años y una vida por delante, una que contenía sueños, amor y un futuro que había planeado desde que era muy pequeño. La señora Baji y Matsuno lo conocían: quería ser veterinario mientras administraba su propia tienda de animales.

Pero nada de eso pasó porque había elegido dar su vida por los demás.

Dijiste que no querías hacer llorar a tu madre de nuevo. Pensó Chifuyu mientras le pasaba un pañuelo a la mujer que tenía al lado.

— Voy a la habitación de Baji-san, permiso.

Y dejando a la madre de su amigo sentada en el sillón con todos sus sentimientos abrumándola, él comenzó a caminar hacía su lugar seguro dando pasos cortos. ¿Si caminaba despacio y hacía tiempo Keisuke aparecería ahí?

— Todo sigue en su lugar... — murmuró apenas el rubio, y claramente todo iba a conservar su orden allí.

A la madre de su amigo no le daba el pecho para entrar en la habitación y tocar algo. Desde que Baji partió no volvió a entrar al lugar y dejó todo como estaba, ocasionalmente le preguntaba a Chifuyu si conservaba el olor de su hijo, tenía miedo de entrar y que su perfume disperse el original.

Una vez dentro cerró la puerta tras él, había entrado a su pequeña burbuja donde sólo eran ellos. Baji tenía muchas cosas allí, revistas, guitarras, libros, posters y un reproductor de música. Justo sobre el escritorio estaban aquellos lentes que usaba cuando se conocieron.

Tenía un peinado extraño, como si una vaca hubiese pasado su lengua por la cabeza de aquel morocho, incluso su postura era rara, por unos segundos creyó que tenía problemas en la espalda.

— ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Te dije que para usar gafas no parecías muy inteligente, incluso escribiste mal mi nombre. — Rió bajito, como si tuviera miedo de despertar a alguien allí.

Las gafas estaban siendo acariciadas por la yema de sus dedos, tan delicadamente como si fuese un trozo de cristal a punto de romperse. Volvió a reír recordando como se las había arrebatado para probárselas y su amigo lo regañó por eso.

— Me dijiste que era para no hacer llorar a tu madre de nuevo, menos por tu culpa, ¿dónde quedó eso, Baji-san?

Dejó las gafas en su lugar y siguió mirando aquella habitación que conoce de pies a cabeza, girando como si estuviese bailando delicadamente alguna canción favorita de su enamorado, incluso cerró los ojos, quizás así la música imaginaria fluya por el ambiente hasta hacerse real.

Junto con él.

El menor mentiría si dijese que volvió hacer las cosas que solía hacer con Keisuke, ni siquiera toma café en taza o mira películas de romance para reírse de la trama y los mangas shoujos algunas veces le arrebatan una que otra lágrima. Baji definitivamente era como esos personajes principales de mangas adolescentes.

Se dejó caer en la cama, acomodándose del lado de la pared y dejándole un lugar a Baji; sabía que no iba volver, pero tampoco podía ocupar su lugar, decía que estaba acoplado a su cuerpo, y su perfume seguía en la funda de la almohada, era imposible recostarse sobre los recuerdos.

Matsuno se hizo bolita, esperando que lo abrazara como de costumbre, que pasara su mano intrusa sobre su cadera y lo acercara a su pecho, alegando que era como una pequeña almohada y podía dormir más cómodo así.

Pero no llegó, y Chifuyu se durmió nuevamente con el corazón roto.

— Descansa Baji, aún te amo. — Susurró apenas a la nada.

Esa noche Matsuno Chifuyu no fue al cementerio, tampoco a su casa o a las reuniones. Le pidió permiso a la señora Baji para poder quedarse en su casa unos días, agregando que era lo único que podía hacerlo sentir mejor.

Y así fue, se quedó una semana completa en la soledad de la habitación de Baji Keisuke.  

Dear Keisuke: I still love you. [BajiFuyu] |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora