Las páginas de un libro

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Le gustaba la biblioteca desde siempre

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Le gustaba la biblioteca desde siempre. Amaba el olor del libro, de la madera, el silencio y las luces que enfocaban directamente las mesas con sutiles sombras verdosas por encima. Le gustaba extender sus libros sobre una de las grandes mesas, soltar sus lápices y bolígrafos sin que nadie se molestara y preparar sus apuntes.

Pero una de las cosas que más le gustaba de la biblioteca era la bibliotecaria.

Era una joven alta, con un curioso cabello morado, piercings y que parecía totalmente fuera de lugar, pero que siempre estaba haciendo entre sus manos. La había visto intentar escribir muchas veces. Revisar con mimo los libros y encuadernarlos con sumo placer.

El mismo placer visual que obtenía ella cada vez que la miraba.

Por supuesto, no se había declarado. ¿Qué pensarían de ella? Ella era la típica chica que esperabas que saliera con el macarra del curso, cuanto más oscuro, mejor. Y, sin embargo, ahí la tenías. Con las piernas temblando por una mujer que ni siquiera la miraba.

Muchas veces solía levantarse y pasar sus dedos por encima de los mismos libros que ella había colocado. Se demoraba en intentar captar algo de su olor, pero continuaba llegándole el mismo de los libros. Cuando se despedía o buscaba algún libro que necesitase de medicina, ella se lo entregaba casi sin tocar el libro.

Konan. Así se llamaba.

Sabía que tenía unos curiosos amigos que generalmente venían a recogerla. Se marchaba con ellos y dejaba a uno de ellos en especial tocarla. A Sakura le habían parecido peligrosos, pero aún así, sintió cierta envidia y deseo de pertenecer a ellos sólo para poder mirar a la bibliotecaria durante más tiempo.

Intentaba cuanto más hablar con ella, pero únicamente encontraba el momento cuando pedía libros o simplemente se iba a marchar.

—¿Necesitas otro libro en especial de medicina?

—Sí —mintió—. La regeneración de células y sus imperfecciones dentro del...

—Creo que sé cual es —interrumpió levantándose. Dejó sobre la mesa un pequeño origami de grulla.

—¿Estás haciendo una petición?

Ella se detuvo para mirar su trabajo con la papiroflexia.

Sí... —confesó, suspirando—. Van a operar a mi mejor amigo del corazón. Quería hacer lo de las mil grullas con la esperanza de que mi deseo de que sobreviva se cumpla. Ya sé que es algo idiota.

—No lo es —descartó siguiéndola por los pasillos—. Las personas han de aferrarse a lo que creen. Pero nunca olvidar que, al fin y al cabo, a quien más hay que agradecer, es a los médicos. Son ellos los que tienen las manos ahí en la mesa.

—Lo sé, tranquila —aceptó—. Te veo todos los días estudiar y eso me tranquiliza. Son especialistas los que están ahí y, por supuesto, también han gastado sus horas de sueño y tiempo para prepararse para lo que van a hacer.

Rebuscó entre las estanterías. Por un momento, a Sakura le pareció que remoloneaba más de la cuenta en buscar el libro.

—¿Por qué escogiste medicina? —preguntó repentinamente.

Sakura miró su mano extendida tocando el lomo de los libros.

—Me gusta. De alguna forma, esa batalla contra la muerte es... interesante. La fuerza que las personas demuestran cuando más falta hace, que no se detengan ante las puertas del fin. Quiero batallar junto a ellos.

—Eres demasiado soñadora.

Sintió que enrojecía. Konan se había detenido y mantenía un libro entre sus manos, abriéndolo hasta detenerse en unas páginas. Tomó el libro por el centro, sosteniendo las portadas hacia fuera y las páginas hacia ellas. Dio unos pasos hasta su altura y se detuvo tan cerca, que Sakura sintió que no quería separarse.

—Y eso me gusta.

—¿Te gusta?

—Sí —aseguró—. Puede que me equivoque, cosa que dudo. Pero durante mucho tiempo has estado mirándome. ¿Verdad? ¿Acaso te gusto?

En un pequeño gesto vergonzoso, asintió. Konan tiró de ella y con un rápido e imposible beso, la desarmó. Cuando parpadeó, Konan dejó el libro sobre sus manos.

—Ya no necesitas pedirme más libros para intentar que te mire. Ahora, puedes mirar el mío propio y entenderme. Si realmente te gusto, entonces, serás capaz de reescribir la historia conmigo.

—¿Contigo?

Miró la portada. Su nombre estaba tallado con preciosas letras moradas sobre la cubierta. Trocitos de papel parecidos a los que usabas en papiroflexia asomaban por las esquinas. Sakura no estaba segura si sus ojos vieron bien o no, pero el subtítulo cambio.

"La aventura de Sakura Haruno y el amor".

Cuando se volvió para mirarla, Konan ya no estaba. En su lugar, otra chica estaba apoyada sobre el escritorio, subiéndose unas pesadas gafas rojas mientras bostezaba, aburrida y tecleaba en su teléfono.

Miró el libro. Estaba tan caliente como se sentían sus labios.

—¿Crees en la magia del amor? —susurró una voz—. Llega hasta el final del libro y luego, pide tu deseo de corazón.

Un pétalo de rosa formado por papel cayó sobre su palma. Lo tomó con cuidado y lo guardó en el libro.

—Bien, te leeré y te encontraré. Lo juro.

.

.

"La historia de las personas puede ser un libro abierto o cerrado. Se ha de decidir a quien se deja ver esa parte interna de nuestras hojas más privadas. La protagonista logró cumplir su petición. Descubrió que lo que amaba, era incluso mejor. Apoyó la operación junto a ella, tomada de las manos, cumplieron el sueño de un deseo tan secreto e íntimo, como que ahora ambas compartían la misma cubierta de un nuevo libro".

Cerró el libro y apagó la vela. La bruja sonrió.

"El amor es un cuento de hadas a veces".

RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora