Enamorado de la noche

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Ella lo sabía. El vampiro había escogido su presa.

Aminoró su paso, impaciente, acomodando su mochila cargada de libros sobre su hombro. Notó el escalofrío de advertencia en su nuca, la forma en que su corazón se aceleraba y la sangre bullía en sus venas.

Por un momento, el miedo a equivocarse que no fuera él la espantó, sin embargo, reconocía esos pasos, esa forma de moverse. No podía olerlo porque era un buen cazador y sabía donde colocarse. El lugar adecuado para la caza se lo había dado ella, porque sabía que estaría siguiéndola.

Gritar en pleno restaurante a su cita falsa de esa noche que preferiría ser insertada por un vampiro que acostarse con él —aunque el pobre chico no había ni abierto la boca—, tirarle un vaso de agua y marcharse como la reina del drama, ayudaba más que colgarse un cártel con "muérdeme" en el cuello.

Sabía que él estaría en el local, por supuesto. No era tonta. No quería invitar a cualquier chupasangre a clavar sus colmillos en su piel. Debía de ser él.

Escuchó el siseo de sus ropas y se detuvo. Su corazón era un tambor en su pecho. Se dio la vuelta, rezando por no haberse equivocado, pero no había nadie. Parpadeando, se preguntó si sus instintos estarían equivocándose.

Al retomar el camino, su nariz dio de lleno contra algo duro y firme. Frotándose el lugar, levantó la mirada y sí, él estaba ahí.

A simple vista parecía un hombre normal, joven, quizás unos diecisiete años. Medianamente alto, delgado, de piel pálida y marcas de insomnio en sus mejillas. Sus cabellos eran tan negros como la noche y siempre que le había visto, los llevaba sujetos por una coleta que caía descuidadamente sobre su hombro. En ese instante, era igual.

—Si querías ponerte en bandeja no tenías más que decirlo, muchacha.

Se subió la maleta de nuevo y negó.

—Sólo necesitaba que fueras tú. Eres Itachi Uchiha. ¿Verdad?

Él ladeó la cabeza de una forma poco humana. Pese a que su boca no se había movido, casi le pareció que sonreía sesgadamente.

—¿Y si no lo soy?

—Sé que lo eres —confirmó más para ella—. Te estaba buscando.

Una de sus oscuras cejas se enarcó.

—¿La cena me buscaba?

—No soy tu cena. Me llamo Sakura Haruno y soy estudiante de la universidad. Mi carrera es de biblivampirología. He leído sus libros, señor Uchiha.

Él chasqueó la lengua.

—Una fan.

—Quería discutir con usted algunas de sus teorías vampíricas que aparecen entre sus libros y de las que no estoy de acuerdo.

—Y de las locas —continuó él dándole la espalda—. Vete a casa. No como comida aburrida.

—Porque sé que los vampiros son capaces de tener erecciones. No es gracias a la sangre, ya que no poseen y por eso la necesitan para subsistir. Es algo más privado, más alentador al alma.

Itachi siseó, volviéndose hacia ella.

—¿El alma? Niña, perdemos el alma en el momento en que nos succionan la sangre. Hemos de perderla para ser capaces de alimentarnos de las mismas cosas que anteriormente éramos. No me gusta nada que la comida me mire y es lo primero que hacen. Entierras el alma o mueres.

Ella negó, cabezota.

—No es correcto —aseguró—. Los vampiros continuáis teniendo alma y es algo que despierta cuando os enamoráis. Por eso, despiertas las funciones dormidas como respuesta, aunque realmente no podéis fecundar, claro está. Lejos de la lógica que tienen algunos, el sexo humano no fue creado para dar herederos, sino para disfrutar y demostrar otro modo de amor sin necesidad de dejar vástagos a doquier.

RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora