La luna, la sombra y la princesa rosada

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Cada noche la luna ve lo mismo

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Cada noche la luna ve lo mismo. Escucha las mismas palabras y siente la misma ternura mezclada de pena por la tragedia de dos enamorados. Sucede en la misma aldea, en la misma calle, en la misma casa y la misma ventana de todos los días.

Esté abierta o cerrada, la princesa no puede ocultar sus lágrimas. Desnuda, con la sabana cubriendo su cintura y perdiéndose por la cama. Dirías que ha estado sola, que no hay nada más y desconoces el motivo de sus lágrimas.

La luna sí lo sabe.

Se le llama... Sombra.

Aunque ella le otorgó un nombre: Shisui.

Todo comenzó una noche de tormenta. El padrastro de la niña entraba como todas las noches. No la violaba, pero disfrutaba torturándola, asfixiándola y poniéndola al límite. Era la pura impotencia de no poder hacer nada por ella. Una noche, la sombra apareció. Abandonó su refugio bajo la cama y se enfrentó a él. Lo asustó de tal forma que nunca jamás regresó.

Ella le habló de su vida, de su tortura, de cosas que la luna ya sabía. La sombra la escuchó cada noche, le contó historias de un mundo diferente al humano.

Que se enamoraran era irremediable.

Presenció su primer beso. Lo que ocultaron las nubes bajo el velo nocturno de una primera vez. Las lágrimas continuaban. La soledad de la princesa rosada.

—Volveré por la noche. Lo sabes.

—Lo sé, pero me duele igualmente que te marches. Existen tantas cosas que querría hacer contigo.

La sombra acariciaba sus mejillas con los pulgares, besaba sus labios y dejaba restos de su presencia en ella. Pero la princesa se marchitaba. Siempre la miraba en súplica, como si ella tuviera algún tipo de poder mágico con el que pudiera ayudarles.

Más desearía ella.

Verlos separarse siempre era un terrible dolor para ella. Le recordaba a sí misma y al radiante sol. Al que amaba siempre a escondidas y al que no podía ver.

Rezaría por ellos. No sabía a qué ni a quien, pero seguramente, ellos tendrían mejor suerte. Podrían estar juntos de alguna forma. Y mientras, ella iluminaria sus noches y fomentaría ese romanticismo que sí era capaz de otorgarles.

.

.

"El amor no siempre hace que las personas queden juntas. El amor a veces no termina de ser suficiente. El destino y los motivos, las diferencias y los tiempos. Una era el día y la noche y, el otro, sólo la noche. Una sombra de lo que sería".

La bruja cerró el libro. Cada vez quedaba menos de sus hojas. Miró la cuna, apagando la vela.

"Otro destino. Otro camino más".

RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora