Atrapado

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*: Hadas mágicas cuya existencia de vida es corta debido a su celo.

—¡Lo logré!

La mujer dio un brinco sobre sus pies descalzos mientras observaba su nueva captura. El hombre la miraba con una ceja rubia alzada, mientras su azulada mirada alternaba entre incredulidad y cuestiones que no parecía hacer.

—¿Cómo te llamas? Porque imagino que tendrás un nombre. ¿O a los seres como tú no se les da un nombre?

—Tengo un nombre —respondió con una voz más suave de la que había esperado. —Soy un espectro de luz, algo que no debería de poder ser atrapado.

—Pero yo lo he hecho —recalcó ella—. Y ahora eres todo mío. Llevo muchos años queriendo capturarte. A ti en especial.

Él suspiró. Su cuerpo empezó a brillar intensamente con una luz penetrante. Tuvo que cerrar los ojos para no quedarse ciega. Levantó una mano para advertirle, pero ya era tarde. En su forma natural semejante a la de un rayo, él se golpeó contra las paredes para caer de culo, jadeante.

—Es una jaula especial para seres como tú —explicó poniéndose de cuclillas. —Me costó muy cara. ¿Sabes?

Él sacudió la rubia cabeza, parpadeando.

—¿Cuánto?

—Pues...

Ella le dio la espalda para mostrar sus alas. Estaban recortadas y mustias. En un pasado podría haber brillado y ser hermosas. A juego con su rosado cabello y con cristales verdosos como sus ojos.

—Tuve que entregarlas para poder costearla.

—Es una locura.

—Lo sé —reconoció encogiéndose de hombros—. Pero ha funcionado. Y estás aquí. Atrapado.

Él guardó silencio mientras la estudiaba. Ella apoyó la barbilla en sus puños y los codos en sus rodillas mientras le miraba de arriba abajo.

—Al menos eres guapo. Si vas a ser tú, esperaba que lo fueras.

—¿A qué te refieres...?

—Sakura. Me llamo Sakura —se presentó poniéndose en pie. Llevó las manos hasta sus ropas, blancas y rasgadas. Las quitó con suma facilidad, dejando ver un cuerpo delgado, de pequeños pechos, pero caderas y trasero lleno—. Y me refiero al hecho de que estoy en mi época fértil. Y vas a yacer conmigo.

Él volvió a guardar silencio mientras la observaba. De arriba abajo. Le gustó que lo hiciera. Le emocionó ver el brillo del hambre en sus ojos.

—¿Vas a decirme ya tu nombre?

—Si te lo digo serás mi dueña.

—Esa es la idea —reconoció dando una vuelta para facilitarle mejor la visión—. Date prisa. Las eufumeras* como yo morimos si estamos mucho tiempo en celo y un macho no nos insemina.

Movió sus piernas sugestivamente, permitiéndole observar lo que escondía.

—Y los seres como tú, nacidos de la naturaleza, de su furia nocturna y brillante, sois lo mejor de lo mejor. ¿Cuál es tu nombre?

Bajó su mano por su vientre lentamente, llegando a su sexo. Movió los dedos sobre sí misma, abriéndose.

Lo escuchó respirar fuertemente, excitado.

—Minato Namikaze. Ese es mi nombre.

Sakura sonrió. Llevó la otra mano hasta la jaula para abrirla.

—Bien, entonces, ven a por mí.

Tan rápido que ni sus ojos pudieron captarlo. Se lanzó sobre ella, rodeándola con los brazos. No supo el momento exacto en que se quitó la ropa o que ella lo recibió. Sólo supo que era capaz de ver las estrellas, el cielo, lo más vetado.

E iba a engendrar al hijo del relámpago.

.

.

"Lo malo de esa unión, es que lo efímero y rápido que dura, termina convirtiéndose en el vago recuerdo, dejando un vástago atroz de razas mezcladas a causa del egoísmo del placer mágico".

La bruja suspiró y dejó el libro a un lado. Miró la cuna y sopló rápidamente la vela.

"Pero para eso, hay oídos que son demasiado jóvenes para comprenderlo".

RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora