Capítulo 1.7

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    - ¿Seguro que estarás bien por tu cuenta? -inquirió Kuroe, abriendo la puerta del apartamento de su hermano menor-. Puedo quedarme un par de días, si necesitas. De todos modos necesitas ayuda para usar las muletas en casa.

    - Estaré bien, estaré bien -respondió Ishiki, levantándose a como podía de la silla de ruedas y apoyándose en un par de muletas de metal-. No te preocupes. Ya has... eh... hecho mucho por mí...

    El chico se ruborizó. Pese a que le tenía aprecio a su hermana mayor, eran raras las ocasiones en que se sinceraba con ella. Aunque para él era más fácil demostrar cómo se sentía cuando sus amigos no estaban cerca.

    "Es una suerte que se fueran a casa primero", pensó Ishiki, entrando al apartamento y dejando--con una dificultad que su hermana no pasó por alto--los zapatos en la entrada.

    - Tienes vecinos... ¿interesantes? -mencionó Kuroe, observando a una chica que, sentada en una posición perfecta encima de un robot de limpieza, pasaba por detrás de ella y se perdía por el pasillo-. ¿Cómo es que ni Maruo-kun o Yukiko-chan viven por aquí?

    - Bueno, los padres de Yukiko se encargaron de facilitarle un apartamento bastante amplio, y Maruo vive con su hermano menor.

    Iba extenderse con su explicación, pero ver el interior de su habitación lo sorprendió más de lo que hubiera esperado. La última vez que estuvo allí--alrededor del mediodía del 11 de julio--el lugar estaba empapado, con manchas carbonizadas en los muebles, y con varios libros estropeados. No había estado allí desde entonces, ya que fue hospitalizado.

    Sin embargo, todo el lugar estaba impecable. Cada mueble, cada charco y cada libro estropeado estaban ahora en perfecto estado, como si hubiera ocurrido una regresión en el tiempo. Movilizándose con dificultad por su habitación, vio incluso los tomos de Kijutsushi-san de Yukiko, intactos.

    - ¿C-Cómo...?

    - Ah, eso fue idea nuestra. Queríamos sorprenderte ordenando tu cuarto, ¡pero menudo chiquero tenías! -lo riñó su hermana-. De no ser por aquellas chicas de Judgment y por Yomikawa-san...

    - Espera, ¿estuvieron aquí?

    - Pues, sí. Fueron ellas quienes decidieron ayudar con la reposición de los libros, como disculpa por lo ocurrido. Intenté negarme, pero Yomikawa-san insistía bastante...

    - Gracias... -la interrumpió Ishiki, sonriendo-. De verdad... aprecio todo lo que han hecho por mí.

    Kuroe colocó su mano sobre el cabello de su hermano y lo revolvió, riendo. Dirigiéndole una sonrisa, respondió:

    - No ha sido nada, Ishiki. Hiciste un acto heroico que pocos se habrían atrevido, aún arriesgando tu libertad y tu vida.

    Ishiki abrió la boca. Quería responder a las palabras de su hermana, pero necesitaba saber algo que lo había estado carcomiendo desde que había despertado en el hospital.

    - ¿Mamá y papá... lo saben?

    La sonrisa desapareció del semblante de Kuroe. Dando un suspiro, pensó en cómo responder exactamente sin alterar demasiado a Ishiki.

    - Sí... y no. Verás... saben que acabaste en el hospital. Lo que no saben es... lo demás. No puedo decírselo, ¿sabes? ¡A mamá le daría un infarto si supiera lo que pasó!

    - E-Entiendo... Gracias por cubrirme, Nee-san.

    - Ya te lo dije. No ha sido nada...

    Por algún motivo, el rostro de la mujer estaba contorsionado por una preocupación imposible de describir siquiera. Como si algo la carcomiera por dentro. Dirigiéndose hacia la cama, se sentó sobre el colchón y miró a su hermano fijamente. En su mirada, Ishiki ya no distinguía quién le hablaba, si su hermana mayor, o si la profesora Kōrihi. Era un semblante severo y estricto que se mezclaba con duda y miedo.

    - Ishiki, entenderé si no quieres responder esto, pero... ¿qué pasó? ¿Qué ocurrió dentro de... la fábrica donde te encontraron?

    El chico se quedó mirando al suelo, en completo silencio. Sabía que aquel momento vendría eventualmente, ¿y cómo culparla? Él había corrido por toda Ciudad Academia, apaleando criminales, solo para acabar tirado en una fábrica abandonada, completamente destruida, y sin rastros de aquellas dos extranjeras... ni de Kuromori.

    Imágenes horripilantes llegaban a su mente. Flamas rojas ardiendo, un libro y un puñal ritualista flotando como si nada, rodeados por una luz rojiza que no parecía de este mundo. Y aquel portal... el paraíso en llamas al otro lado, de donde había surgido aquel gigante, carente de rostro, como un sol personificado, como un Infierno andante.

    Cayendo de rodillas al suelo, se llevó ambas manos a la cabeza. Quería gritar, pero ningún sonido salía de su garganta. Quería dejar de ver tan vívidamente aquello, olvidarlo y seguir adelante, pero las memorias estaban escritas con la pluma llameante del Diablo en su cerebro. En el fondo sabía que, sin importar cuánto huyera, aquellos recuerdos permanecerían en su mente.

    Al sentir una mano sobre su hombro, dio un salto. Sintió un sudor frío bajando por su frente, y supo que en sus ojos había un horror indescriptible por la mirada que su hermana le estaba dirigiendo.

    - L... Lo siento, Ishiki... No quería hacerte recordar... -dijo la mujer, apretando suavemente el hombro de su hermano. Levantándose, apartó la mirada de él mientras lo ayudaba a incorporarse.

    Pese a que Kuroe intentó cuanto pudo por mantener su mirada apartada de la de su hermano, Ishiki notó que sus ojos estaban vidriosos.

    - ¡V-Volveré en un momento! Compraré cosas para la cena... ¿Estarás bien en lo que regreso?

    - Ah... sí, no te preocupes. Buen viaje.

    - Regresaré pronto -se despidió la mujer, saliendo apresuradamente del apartamento. Tras cerrar la puerta, corrió hacia el ascensor. Afortunadamente estaba vacío, por lo que nadie pudo ver las lágrimas que bajaban por sus mejillas.

    "¡Soy una estúpida! Apenas se está recuperando, y aún así...", pensó.

    En el departamento, Ishiki se había recostado sobre las sábanas. No se había molestado en cambiarse de ropa. Se quedó mirando al techo durante bastante rato. ¿Segundos? ¿Minutos? ¿Quizás horas? Le era imposible saberlo.

    - No te culpo, Nee-san... -murmuró-. Pero aún así no puedo decir lo que pasó... no tengo fuerzas...

    Un golpeteo en la puerta lo sacó de sus pensamientos.  Levantándose, se dirigió para atender a la visita. De todos modos su hermana dijo que volvería para preparar la cena, ¿no? Nadie más que ella lo visitaría a aquella hora, cuando ya el sol estaba dando paso a la luna en el horizonte.

    - Bienvenida de vuelta... -dijo Ishiki mientras abría la puerta.

    - Vaya, vaya. Qué educado -dijo la mujer que esperaba afuera.

    >> No nos has olvidado, ¿verdad, Kōrihi-kun? -añadió la visitante, que estaba ataviada con un hábito de monja que Ishiki deseaba no volver a ver en su vida.

Toaru Kagaku no Magician; Volumen 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora