Interludio Uno

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La batalla de St. Martin donde flamas y espadas se erigieron.


    Todo había ocurrido dos meses atrás, el 3 de mayo, en la Iglesia de St. Martin, en Canterbury, Inglaterra. El edificio era bastante pequeño a comparación de la gran Catedral de St. George o con la Catedral de Canterbury. Construido con ladrillos romanos, era un lugar de apariencia sencilla.

    Sin embargo, tanto fieles como ateos, locales y extranjeros, desconocían la otra cara de aquella pequeña iglesia. Una cara que sólo un grupo selecto de personas, normalmente pertenecientes al clero, conocían.

    Aquella iglesia era una de las Diez Santas Sedes de la organización mágica Deus Custodes. En la cara mágica de la moneda que es la fe gobernaba una joven maga, de apenas diecisiete años. La chica, portando el título de Profeta de Camael, tenía el cabello rubio, ondulado y corto, peinado con cuidado. Pese a ser solo una novicia, había escalado rápidamente gracias a su enorme poder. De hecho, era la única novicia que no utilizaba un hábito. En su lugar utilizaba un elegante traje de maid de color marrón claro.

    Sin embargo, aquella novicia, de nombre Charlotte, no se encontraba en aquel momento. Había salido urgentemente hacia la Sinagoga Reformista de Beth Shalom, en Cambridge. Lo último que había dicho a su asistente antes de salir era que tenía una reunión importante con los demás Profetas de Deus Custodes.

    Aparentemente el líder de la organización, Danielle Gerstetter, cantora de la Iglesia Judía, fue quien había convocado al grupo.

    Al no estar Charlotte, la iglesia quedaba a cargo de Mark Cooper, el sacerdote. Era un hombre que estaba en sus cuarentas. Su cabello de color negro ya empezaba a tornarse gris en las raíces.

    - Hah. Aún me cuesta creer que esa chica sea mi superiora aunque yo sea el sacerdote -suspiró el hombre, barriendo la entrada del templo.

    "Al menos haz las tareas que te corresponden antes de irte. No se las relegues a los demás...".

    - Uhm... ¿Disculpe...? -dijo una voz femenina a su lado.

    Mark se sobresaltó. Habría jurado que estaba solo en ese momento. Mirando hacia abajo vio a una chica de poco menos de metro y medio de estatura. Vestía un hábito de monja de color blanco, con decoraciones hiladas en dorado. Su cabello plateado caía sobre sus caderas, y con sus ojos como esmeraldas brillantes miraba al sacerdote.

    - Tengo hambre -continuó la chica, dejando de lado todo rastro de timidez.

    - ¿Huh?

    - Tengo hambre -repitió la chica-. Umh, ¿hablas inglés?

    - Por supuesto que lo hablo. Sólo me sorprende que vengas a pedir comida así como así -respondió Mark, mirando a la chica con ligera desconfianza.

    - Esto es una iglesia, ¿no? ¿No se supone que los servidores de Dios son solidarios?

    El sacerdote suspiró.

    - Claro, lo siento. Por favor pasa -indicó el cura-. Sólo estaba algo distraído.

    - ¡Gracias! -dijo la chica, corriendo hacia el interior de la iglesia.

    Después de unos momentos, Mark entró también al templo. Llevaba un plato de porcelana con tres hogazas de pan dulce, una manzana y un vaso de agua.

    - Lamento que no sea mucho. Iba a salir a comprar más alimentos cuando mi superiora regresara.

    Sin embargo, la chica negó rápidamente con la cabeza, sonriendo.

Toaru Kagaku no Magician; Volumen 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora