IV

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15 de Mayo de 2012

Camino de Valderribas - Distrito de Vallecas –10 h.

Querido diario:

Perdona el abandono al que te he sometido durante tanto tiempo. He estado tan ocupada que olvidé que me aguardabas paciente en un rincón oscuro de mi escritorio. Pero esta mañana al levantarme sentí melancolía de ti y de nuestras mudas conversaciones. Tenía la imperiosa necesidad de aliviar mi alma y me lancé en tu búsqueda hasta hallarte, y ahí estabas, esperándome como siempre al fondo del cajón. Tan al alcance de mi mano y sin embargo tan lejos para tocarte. Han pasado tantos años desde que escribí por última vez en tus páginas, que hoy me siento extraña, porque no puedo decir que lo haga como antaño, acariciando con mis manos tu afelpado lomo, mientras te hacía cosquillas con la punta de mi bolígrafo al descargar su tinta sobre tus blancas hojas. El sistema dista mucho de ser el mismo, pero aún así, me siento optimista por volver a expresarte mis sentimientos aunque sea de forma virtual y no tan tangible como entonces. Cuando te explique el porqué de mi ausencia sé que me entenderás.

Dentro de catorce horas hará exactamente diez años desde que mi vida cambió para siempre. ¿Recuerdas? Era una jovencita de dieciséis años, con demasiados pájaros en la mollera, que solo fantaseaba con el primer amor, y que justo aquel día de cumpleaños soñaba con salir a celebrarlo con los amigos, y no pasar su «preciado» tiempo con la familia. ¡Que gran ironía! Ahora daría cualquier cosa por estar con ellos y poder celebrarlo una vez más cumpliendo con las mismas rutinas de siempre. Si bien eso ya es inviable. Durante este tiempo transcurrido me he dado cuenta de que la vida no siempre es justa. Diría que casi nunca lo es. También he aprendido a ser fuerte. A valerme por mí misma, pese a las dificultades y obstáculos que se interponen en mi subsistencia a diario, y me repito muy a menudo para animarme que soy una Galván y que los Galván; jamás se rinden.

Pero no por eso se hace menos duro. No por eso dejo de añorarles cada día, cada hora y cada minuto. Así, año tras año. También confieso que he vuelto a escribir animada por mi psiquiatra. El bueno del Doctor Izquierdo piensa que esto me ayudará a cicatrizar las heridas. Yo opino que es inútil, porque al igual que mi organismo guarda las secuelas de esa fatídica noche, también lo hace mi alma, y las laceraciones del alma, cuando son tan profundas como lo son las mías, difícilmente cicatrizan algún día.

Al principio te he dicho que he estado muy ocupada estos años y en verdad ha sido así. Cuando aquellos viles asesinos me dejaron agonizante sobre el mojado césped del jardín, pensaban que en pocos minutos moriría, y así hubiera sido si Cristóbal, (mi novio adolescente), desoyendo las agrias palabras de mi padre, al que no le hacía ni pizca de gracia que saliéramos juntos, no me hubiese ido a visitar. Estaba apostado junto a la alta verja de hierro de la casa a la espera del momento ideal para saltarla e ir hasta mi ventana para felicitarme. Oyó el último disparo, el que me reventó el cuello, y asustado se acercó hasta la cancilla que daba acceso al jardín. Para su sorpresa, la encontró entreabierta, y observó como mis asesinos se marchaban prestos dejándome allí tirada. Fue rápido y llamó al 112. El resto puedes imaginártelo, una vorágine de ambulancias, de coches de policía. La científica. Los forenses. Nada se pudo hacer por mis padres y hermano. Entretanto yo era atendida «in situ», debido a la gravedad de mis lesiones, pues hubo que inmovilizarme y ponerme oxígeno.

Me trasladaron al hospital. Perdí la noción del tiempo y cuando quise darme cuenta ya había discurrido un mes de los sucesos. Ni tan siquiera pude asistir a las exequias por sus almas. Después, más recuperada, volvieron a trasladarme de hospital. Me llevaron al hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y allí permanecí los posteriores dos años luchando por adaptarme a mi nueva vida. En plena reparación de «corpore et anima».

Sara es nombre de princesa (Chris Hemsworth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora