XI

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Algo más tarde, y ya en soledad, se aproximó hasta el bastidor y tomó un lápiz entre los dientes. Sentía una perturbadora mezcla de sensaciones en su interior. Estaba enojada con Sally y le atenazaba una funesta preocupación por el capitán. Lo que iba a hacer ahora era más propio de una pubescente alocada que de una sensata joven de veintiséis años. Pero era presa de un impulso irrefrenable. Sin pensarlo dos veces comenzó a escribir.

Querido Gaspard:

Esto que estoy haciendo escribiéndoos desde tan lejos me parece una auténtica locura. He leído y releído con deleite casi todas las cartas que escribistéis a Sally y siento deciros que esa muchacha no es merecedora de vuestro cariño. Lo cierto es que me parece una auténtica boba.

Supongo que estoy demasiado sola o quizás es que estoy perdiendo la sesera. No sé porqué hago una cosa así. Pero tengo la profunda premonición de que os conocí hace mucho tiempo, por eso me gustaría recuperar vuestra amistad, si es posible, desde el amparo que me ofrece mi hogar.

Estoy aterrada, Gaspard. Por primera vez en mucho tiempo estoy recuperando las riendas de mi vida tras la muerte de toda mi familia. Sin embargo, sigo teniendo miedo. Miedo a la soledad. Miedo a encontrarme con más gente que me compadezca. Miedo a salir ahí fuera y verme devorada por el roqueño paredón de la ruindad humana.

Me encantaría teneros aquí y poder charlar con vos. Pero sé que eso es una utopía. Percibo vuestra voz y vuestra presencia en cada lugar en el que me encuentro. Sobre todo en la casa de la Castellana, y vivo con la disparatada esperanza de encontrarnos algún día y platicar como si fuéramos dos viejos amigos.

Mi único consuelo, aunque os extrañe, es pensar que algún día exististéis.

Sara

Releyó la nota una vez más percibiéndose como una colegiala que escribía su primera carta de amor. Incluso la había escrito con el tipismo de la época. –« ¿Qué hacía?». –Desde luego estaba para que la encerraran de por vida en un manicomio y luego tiraran la llave. Pero a lo hecho pecho. Total, aquel papel jamás llegaría a su destino y le había servido como desahogo.

Poco después llegó una enfermera del turno de noche y la metió en la cama. Como la noche anterior se durmió enseguida. Sus excursiones y la adrenalina que descargaba con la lectura de cada carta la dejaban agotada.

Despertó con los primeros albores del día y lo primero que hizo fue mirar hacia el caballete donde reposaba la nota escrita la pasada noche. Sintió un hormiguillo en las tripas al pensar que había actuado como una niña, enviándoles una carta a los Reyes Magos. Luego de inmediato pensó en Martina y en lo que diría si viera su demente misiva. Miró su reloj. Marcaba las ocho de la mañana, y el Pato Donald, desde el mismo centro de la esfera, le hizo burla. Las enfermeras del reemplazo nocturno estarían a punto de ser relevadas. No había tiempo que perder. Era básico que su asistente personal no viera la carta. Tomó su punzón con la boca y pulsó una tecla en el mando que regía toda la domótica del dormitorio. Subió el cabecero y con el puntero presionó el timbre.

Casi una hora más tarde Martina la halló esperándola delante del bastidor. Su sorpresa fue mayúscula. En los años que llevaba a su servicio nunca había solicitado la ayuda de las otras enfermeras de la residencia, y en poco menos de doce horas ya la había sustituido en dos ocasiones. –« ¡¿Qué estaba pasando?!». –Su pundonor estaba herido y no pudo evitar retorcer el ceño enfadada. – ¡Vaya! ¿Ya estás levantada o es que aún no te has acostado? –Se acercó hasta ella observando de reojo el lienzo a medio terminar que Sara tenía detrás. La joven se alegró de haber actuado con rapidez. Sabía que a su sagaz colaboradora no le hubiera pasado esa carta desapercibida, con ese olfato de sabueso tan desarrollado que tenía. Con todo, a la enfermera que la atendió, ansiosa por acabar su turno tras una dura noche de guardia, le pasó inadvertida. Según sus indicaciones, la mujer recogió la carta junto con el resto de los pliegos en blanco, y los metió en la mochila que siempre llevaba consigo cuando salía a la calle.

Sara es nombre de princesa (Chris Hemsworth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora