Ya No Somos Solo Dos

Especial 1

    Una Navidad No Tan Feliz

Un pequeño niño castaño estaba sentado frente a la ventana viendo el hermoso dia que estaba fuera de esa gran casa, el estaba en el ático el cual era el lugar de los castigos, se escuchaban las risas de los niños que jugaban en el patio y los que estaban en la sala armando el árbol de navidad , habían estado tan emocionados cuando la mujer que los cuidaba había sacado los adornos navideños y se los entregaron para que adornaran toda la casa.

En esa casa de acogida solo eran cuatro niños y cuatro niñas, los niños eran mayores que él y lo molestaban continuamente por no querer hacer nada, pero Alex sabía defenderse, lo había aprendido hacer desde que sus papás lo devolvieron al orfanato, tuvo que hacerlo cuando los niños mayores se burlaban de él porque se levantaba llorando pidiendo por su papi.

Se peleó con los niños que le quitaban sus mantas por las noches, con los niños que burlaban porque extrañaba a su papi y sobre todo peleo con los niños que le quitaron la única foto que la señorita Hana le había dejado conservar de sus papás, misma foto que un niño mayor había roto y quemado en la chimenea hace un año atrás en su anterior casa.

Lo habían sacado de allí porque en un ataque de irá había golpeado al niño, rompiendole la nariz y el labio, además de dejarle muchos moretones alrededor de su rostro, lo habían trasladado pero no sé arrepentía de lo que había hecho, después de eso ya nadie lo molestaba.

Ya no necesitaba de nadie para que lo protegiera, el podía hacerlo perfectamente solo, lo único que no podía era abrir la puerta de ese estúpido ático para bajar a la cocina por algo de comer, llevaba en ese lugar desde el día anterior, a la pareja que era la encargada de ese hogar no le había gustado que le gritara al santa del centro comercial que solo era un hombre disfrazado, tampoco que le pegará en la pierna, le jalara la barba y le quitará el gorro.

Había hecho que muchos niños pequeños llorarán al ver qué el Santa era falso, el señor Mercer lo había arrastrado al ático apenas llegaron a casa, lo cacheteo cuando comenzó a gritar que si Santa de verdad existía entonces cumpliría su deseo de no estar en esa casa nunca más, aún le dolía la mejilla del golpe recibido.

Nadie le había llevado la cena, tampoco el desayuno, mucho menos el almuerzo y ya estaban próximos a la hora de la cena, sin saber si la señora Mercer o alguna de las niñas le daría algo de comer.

Se apartó de la ventana y regreso al colchón en donde ya se estaba acostumbrando a dormir de tanto que lo castigaban dejándolo en ese lugar, se cubrió con la manta y cerró los ojos intentando dormirse, ya era un niño grande de siete años, los niños grandes no lloraban, eran fuertes y no le tenían miedo a nada.

Pero a pesar de las veces que se lo repitió, la oscuridad que lentamente se iba apoderando del ático por las nubes grises que iban ocultando la luna, eso lo asusto demasiado, odiaba la oscuridad tanto como odiaba el sonido de la lluvia, por ello se tapo de pies a cabeza intentando dormir.

Ya que no podía hacer más nada a los Mercer no les importa si el tenía miedo, a nadie le importaba como se sentía, ni siquiera sus papás lo habían querido, mucho menos lo harían personas extrañas.

Al día siguiente por fin lo dejaron salir del ático y le permitieron desayunar junto a los demás niños, luego de cambiarse y arreglarse decidío salir al jardín y disfrutar del buen ambiente que había después de estar tanto tiempo encerrado, a su lado las niñas jugaban con sus muñecas y reían de la historia que se estaban inventando en su juego.

La brisa estaba algo fría y el solo estaba con una simple camisa sin ningún abrigo que lo cubriera, la señora Mercer estaría muy molesta si se enfermaba ya que la señorita Hana estaría enojada con ellos por no hacer bien su trabajo.