Capítulo 11: Fernando Mendiola.

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"Hay Fernandito, Fernandito... en que líos te metes." Fernando hablaba solo con los codos apoyados sobre su escritorio. "Oficialmente eres un hombre libre, y dentro de poco, desempleado." Fernando suspiró profundamente. Las palabras de Marcia estaban llenas de verdad y le habían dolido, pero no podía quedarse ahí lamiendo sus heridas. Tenía que encontrar a Lety y hablar de lo que sucedió. Ella dijo cosas que lo dejaron muy confundido, pero mas que nada quería aclararle que del veneno que escupió Marcia no podía creer nada. Él la amaba, y estaba dispuesto a luchar por ella en contra de quien fuera. Pero primero tenia que confesarle todas sus mentiras y sus errores si su relación tenia alguna esperanza de sobrevivir todo lo ocurrido.

Fernando entró a la sala de juntas seguro de que encontraría a su Lety esperando sus explicaciones, pero lo único que encontró fue un pedazo de papel mojado con lágrimas donde solo estaban escritas cuatro palabras... Pero eran las cuatro palabras más dolorosas que leería en toda su vida:

Adiós Don Fernando.
-Lety

"No, no, no, ¡NO! No Lety no se puede haber ido." Fernando arrugó la nota en su mano y lágrimas comenzaron a correr por su rostro. "¡LETY!"

El grito desesperado de Don Fernando llegó hasta las secretarias, quienes decidieron que la indicada para ver que quería el presidente era Marta y la empujaron hasta que se encontró adentro de la sala de juntas.

"Do... Don Fernando. Disculpe, pero Lety se fue. Dígame como le puedo ayudar y yo con mucho gusto me encargo porque su secretaria ay Dios... hablando de oxigenadas sin cerebro, antes de salir corriendo detrás de Doña Marcia dijo que un Licenciado Santamaria lo estaba esperando..." Sus nervios eran evidentes en su voz y Fernando se dio cuenta que si no la detenía se lastimaría.

"Calme Marta, respire." Fernando limpió su rostro disimuladamente. "Una cosa a la vez. ¿Sabe a dónde fue Lety?"

"No Don Fernando. Solo sé que Tomas vino por ella, pero eso nos lo contó Celso, Lety salió de aquí como un fantasma. Estaba pálida, pálida, pálida... Eso me preocuparía si no fuera porque se ha convertido en su aspecto regular... ¿No lo ha notado Don Fernando? Que clase de pregunta claro que lo notó si se pasan el día entero juntos... ¿Que tendrá...?"

"¡MARTA! Enfóquese caray." Fernando respiró profundo. Otra vez el tarado de Tomas estaba parado entre él y su Lety.

"Perdón Don Fernando."

"¿Tiene mucho que se fue?"

"Antes que saliera Doña Marcia de Presidencia, señor."

"Y Marcia, ¿también se fue?"

"Si señor."

"¿Omar?"

"En su oficina."

"Bien." Fernando respiró profundamente. Él no quería lidiar con Conceptos. Lo único que quería era hablar con Lety. "Marta por favor dígale al licenciado Santamaria que regrese mañana. No estoy para nadie. Ni si quiera para Carbajal."

"Entendido Don Fernando." Marta salió de la sala de juntas para cumplir con las ordenes de su jefe sin darle mucha cabeza sus nervios alterados.

Don Fernando se metió a Presidencia, pero en lugar de detenerse en su escritorio, se fue directo a la cuevita de Lety. Todo seguía en su lugar. Lety salió huyendo de él de una forma tan inesperada que ni siquiera su bolsa se llevó. Fernando se sentó en la silla de su amada y respiró profundamente. Antes de salir corriendo para buscar a Lety, era necesario que ordenara sus pensamientos. El le había prometido contarle la verdad, y ahora era más importante que nunca hacerlo. Pero no era una verdad bonita. El necesitaba que ella lo escuchara y lo perdonara.

"¿Qué hago Dios mío, que hago? ¿Cómo la convenzo de que mi amor es real?" Don Fernando se acomodó en la silla para poner sus codos sobre el escritorio, pero sus largas piernas tropezaron con una bolsa que hizo mucho ruido. "¿Qué hace Lety con basura debajo del escritorio?" Don Fernando sacó la bolsa de su escondite y una melodía algo conocida comenzó a sonar desde su interior. Sin dudarlo, volteó los contenidos de la bolsa en el piso y calló de rodillas al darse cuenta de que eran todos los detalles y tarjetas que le había dado desde el principio de su relación... pero lo que mas le llamó la atención fue una arrugada hoja de papel. Con manos temblorosas tomó el papel en sus manos, pero las lágrimas le impidieron la lectura mas allá de la primera línea.

"Mi estimado presidente, aquí está tu instructivo para que sigas con tu rutina de horror con Lety..."

"No puede ser. No. No. No. ¿Cuándo encontró esto Lety?" Fernando sintió su mundo verdaderamente colapsar sobre él. No fue cuando embargaron a Conceptos. O cuando Marcia le mandó ese video. No fue cuando le echó en cara cada uno de sus errores, cada uno de sus defectos. No. Fue ahí, en el piso de esa cuevita que el mundo de Fernando Mendiola colapsó por completo. Su Lety sabía la verdad. Por eso dijo que siempre descubría sus mentiras. Por eso dijo que le dolió cuando la venda se le calló de los ojos y juró vengarse. Maldita carta. Maldito juego.

"No. Aquí el único maldito soy yo. Nunca debí nacer. Solo he sabido hacerles daño a todos, y ahora, le hice daño a la única persona que me ha amado en toda la vida. Por eso Lety se fue. Por fin se dio cuenta que por más que me ame no valgo nada; no merezco su amor." Fernando golpeó la pared con el puño y su sangre comenzó a derramarse sobre la carta que había sellado la maldición que era su vida.

Fernando esperó sentir el dolor, pero nunca llegó. El dolor en su alma era tan profundo que el físico jamás se podría comparar. Todos los errores que había cometido a lo largo de su vida pasaron frente a sus ojos como la peor película del año. Desde niño había sido un egoísta. Siempre culpó a los Villaroel de sus desgracias. Al crecer, la desaprobación de su padre se convirtió en ese obstáculo que daría la vida por rebasar. Siempre necesitó la aprobación de su padre, y ahora no podía recordar por qué. Pero Marcia tenia toda la razón. Su padre siempre supo quien era.

Un hombre incapaz de cumplir una meta.

Un hombre incapaz de superar su propio orgullo.

Un hombre que nunca en la vida había puesto las necesidades de otro ser humano antes que las suyas...

Y en realidad lo era, hasta que conoció a Lety.

Leticia Padilla Solís fue la primera y única persona que lo hizo sentir capaz de superar todas esas cosas, ella creyó en él de una forma tan plena que él se sintió Superman a su lado... y precisamente fue a ella a quien le hizo el peor daño del mundo; la usó.

Fernando se quedó arrodillado en esa oficina considerando como había caído tan bajo. ¿Cuándo perdió el sentido del bien y del mal? ¿Cómo fue capaz de jugar así con una mujer tan pura? ¿Una mujer que habría sido capaz de dar la vida por él?

Una por una abrió las tarjetas que lo rodeaban. ¿Cómo accedió a algo tan vil? "Soy una basura. Un maldito desgraciado. Arruiné la empresa. Dañé a Marcia. Perdí a Lety... Merezco la muerte." Fernando metió todos los detalles dentro de la bolsa negra y la carta en el bolsillo de su saco. Poniéndose de pie salió de la cuevita con la bolsa negra y la bolsa de Lety entre sus manos aún sin sentir dolor. Con una idea muy clara de lo que merecía, se fue a meter al primer bar que se le cruzó en el camino.

"Buenas noches, señor. ¿Qué se le ofrece?" El barman lo recibió con una sonrisa.

"Un whiskey doble."

"Claro, con mucho gusto." El experto hombre detrás de la barra no tardó en poner la embriagante bebida frente a su cliente. "Aquí esta su Whiskey. Mi nombre es Leonardo y esta noche estoy a sus órdenes."

"Mucho gusto. Mi nombre es Fernando Mendiola, y esta noche me voy a morir."

La Fea Más Bella: Amor del BuenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora