Capítulo 19º.

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Ocho en punto, la hora que le había indicado Luz, y como la señorita que era, estaba a unos metros de aquella puerta, que ya había conocido con anterioridad. Sí, cuando le convenía Amity Blight era bastante puntual, esa era una de sus situaciones en la que hacía alarde de lo que le habían enseñado. Para su suerte, fueron sus hermanos los que le habían dejado en aquel vecindario gracias a sus propias indicaciones, y que, aún continuaban tras sus espalda, ambos, con sus comisuras alzadas en una sonrisa zorruna. Serían ellos también los que serían su coartada ante sus padres, ellos, y Boscha, la cual si llegaban a preguntar, algo que seguramente no pasaría, indicaría que había estado en su hogar .

Amity lanzó una última mirada a ese par con el que había compartido color de cabello, una mirada fulminante y fugaz. Sí, sus ámbar les estaba amenazando para que aquel coche que conducía su hermana continuara por el asfalto. Y es que, no era para menos, había estado aguantando comentarios sugerentes acompañados de burlas durante todo el camino, no necesitaba aguantarlos más y peor, que seguramente la chica que estaba tras aquella puerta los acompañara en dichos comentarios. Sus orbes fueron suficientes para que, tras unas carcajadas por parte de ese par, Emira pisara el acelerador y emprendieron camino..

Una cantidad inmensa inundó los pulmones de Amity, sus hombros se elevaron, su pecho se llenó en una bocanada de aire, que acabó expulsando con algo de lentitud. Sí, era el valor que necesitaba antes de alzar su diestra y presionar el timbre. Sus manos volvieron tras su espalda, por debajo de aquella pequeña maleta que colgaba tras ella. No se puso sus mejores galas para aquella visita, un simple top blanco a juego con su falda rosa, y esta acompañada de sus botas.

Fueron pocos los segundos en escuchar las bisagras de la puerta, los hilos de luz del interior empezaron a salir conforme la puerta se abría. Hasta al fin dejar ver a una latina, una que tenía a cierto niño cargado con su brazo derecho, siendo la zurda la que se encargó de abrir. Pero eso no tenía ni la más mera importancia para Amity, cuando vio a la chica.

Aquella chica que siempre se había comportado de una manera ruda, llevaba las prendas que normalmente solía utilizar a diario desde su chaqueta hasta sus pantalones, pero había una peculiaridad. No tenía ese gorro de lana que siempre cargaba con ella, sino uno que se simulaba a una bruja, con ciertas peculiaridades como el cambio de color a blanco y una liga celeste por encima de sus pliegues. Reconocía aquel sombrero, uno que solo un personaje de ficción llevaba con ella. Y aquel pequeño que estaba agarrado a ella como si de un koala se tratase, tenía entre sus manos una varita.

— ¿Qué llevas puesto, Noceda? — Una pequeña carcajada fue expulsada, chocó contra la palma de su propia mano, silenciandola. Aunque sus comisuras aún podían apreciarse alzadas tras su diestra.

— Ni un solo comentario, Blight. — Sentenció la latina, un intento en vano de que Amity bajara esa sonrisa burlesca entre sus labios. — Estamos en una lectura muy importante. — Giró sobre sus talones, siendo sus pasos los primeros para volver rumbo al salón.

Amity no dudó en seguir aquellos pasos que solicitaban ser perseguidos en silencio, cerró la puerta tras ella. Sus ámbar no tan solo se cruzaron con la espalda de la más alta, también con unos pequeños orbes que la miraban con fijación tras el hombro de la chica, unos de su misma tonalidad de iris, tal vez con unas pupilas más brillantes por su poca edad. Puede que una de sus manos estaban ocupadas resguardando aquella varita como si fuera el mayor tesoro que había tenido entre sus manos, pero la segunda mano de aquel niño, esos diminutos dedos, se aferraban con fuerza al hombro de la adolescente. La mirada del más pequeño no se despegaba de su rostro.

— ¿Y cómo se titula vuestra lectura? — Su voz volvió a ser alzada. Intentando que aquella mirada tan fija, no le intimidara.

La actitud de ese pequeño niño que la miraba con fijación cambió, su cabeza se estiró, mostrando su rostro completo que antes, estaba restringido por ese hombro en el que aún seguía apoyado. Y por supuesto, su sonrisa no tardó en estirarse por sus labios mientras su mano era llevada en alto empuñando aquella varita como si fuera un arma.

Instituto Hexside.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora