11.- 𝑫.𝑪.𝑳.𝑨.𝑶.

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Cuando faltaba poco para que terminara la clase, Snape se dirigió a Neville he hizo que su sapo probara la poción, como está salió bien Snape terminó quitando cinco puntos a Gryffindor.

—¡Cinco puntos menos para Gryffindor porque la poción estaba bien hecha! ¿Por qué no mentiste, Hermione? ¡Deberías haber dicho que lo hizo Neville solo!.

Ella no contestó. Ron miró a su alrededor.

—¿Dónde está Hermione?.

Jade también se volvió. Estaban en la parte superior de las escaleras, viendo pasar al resto de la clase que se dirigía al Gran Comedor para almorzar.

—Venía detrás de nosotros —dijo Ron, frunciendo el entrecejo.

—Ahí está —dijo JJ.

Hermione jadeaba un poco al subir las escaleras a toda velocidad. Con una mano agarraba la mochila; con la otra sujetaba algo que llevaba metido en la túnica.

—¿Cómo lo has hecho? —le preguntó Ron.

—¿El qué? —preguntó a su vez Hermione, reuniéndose con ellos. —Hace un minuto venías detrás de nosotros y un instante
después estabas al pie de las escaleras.

—¿Qué? —Hermione parecía un poco confusa—. ¡Ah, he tenido que regresar para agarrar una cosa! ¡Oh, no...!

En la mochila de Hermione se había abierto una costura.

—¿Por qué llevas encima todos esos libros? —le preguntó Ron.

—Ya sabes cuántas asignaturas estudio —dijo Hermione casi sin aliento—. ¿No me podrías sujetar éstos?.

—Pero... —Ron daba vueltas a los libros que Hermione le había pasado y miraba las tapas—. Hoy no tienes estas asignaturas. Esta tarde sólo hay Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Ya —dijo Hermione, pero volvió a meter todos los libros en la mochila, como si no la hubieran comprendido—. Oye JJ ¿estamos bien? Te he visto distante conmigo.

—Si todo muy bien —sonrió un poco. Mentira, Jade seguí un poco resentida por lo que ella dijo, pero trato de olvidarlo para que no afectara su amistad.

—Bueno, espero que haya algo bueno para comer. Me muero de hambre —añadió, y continuó hacia el Gran Comedor.

—¿No tienes la sensación de que Hermione nos oculta algo? — preguntó Ron a Potter.

—Cosas que ustedes no entenderían.

El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando, cuando por fin llegó el profesor. Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comidas abundantes.

—Buenas tardes —dijo—. ¿Podríais, por favor, meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitaréis las varitas mágicas.

La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogían los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la memorable clase del año anterior en que el antiguo profesor había llevado una jaula con duendecillos y los había soltado en clase.

—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo —. Si tenéis la amabilidad de seguirme...

Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Éste los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina. Al primero que vieron fue a Peeves, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:

𝐉𝐀𝐃𝐄 𝐘 𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐙𝐊𝐀𝐁𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora