Secretos.
Mentiras.
¿Por qué lo ocultaron?.
Desde lo ocurrido en la cámara de los secretos Jade no puede sacarse de la mente todo lo que Tom Ryddle o más bien Voldemort le dijo.
A intentado buscar respuestas pero no ha tenido suerte. Y ahora un prob...
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La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo sus pies cuando se pusieron en camino hacia su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Ron y Hermione no se dirigían la palabra.
Y Kiara no les hablaba a ninguno.
Potter caminaba a su lado, en silencio, mientras descendían por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido. Sólo cuando vio delante tres espaldas que le resultaban muy familiares se dio cuenta de que debían de compartir aquellas clases con los de Slytherin.
Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar, cubierto con su abrigo de piel de topo, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.
—¡Vamos, dense prisa! —gritó a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para vosotros! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, seguidme!.
Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.
—¡Acercaos todos a la cerca! —gritó—. Aseguraos de que tenéis buena visión. Lo primero que tenéis que hacer es abrir los libros...
—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco.
—¿Qué? —dijo Hagrid.
—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Draco. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, lo habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.
—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid, decepcionado.
La clase entera negó con la cabeza.
Jade hizo una mueca, esto no estaba saliendo tan bien... pero ¡hey! Podría mejorar.
—Tenéis que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mirad...
Agarro el ejemplar de Jade y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.