41.- 𝑮𝑰𝑹𝑨𝑻𝑰𝑬𝑴𝑷𝑶

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—Señor, Black dice la verdad: nosotros hemos visto a Pettigrew.

—Ha escapado cuando el profesor Lupin se ha convertido en hombre lobo.

—Es una rata.

—La pata delantera de Pettigrew... quiero decir, el dedo: él mismo se lo cortó.

—Pettigrew ha atacado a Ron. No ha sido Sirius.

Pero Dumbledore levantó una mano para detener la avalancha de explicaciones.
—Ahora tienen que escuchar ustedes y les ruego que no me interrumpan, porque tenemos muy poco tiempo —dijo con tranquilidad—. Black no tiene ninguna prueba de lo que dice, salvo su palabra. Y la palabra de dos brujos de trece años —«Yo tengo catorce» susurro JJ— no convencerá a nadie. Una calle llena de testigos juró haber visto a Sirius matando a Pettigrew. Yo mismo di testimonio al ministerio de que Sirius era el guardián secreto de los Potter.

—El profesor Lupin también puede testificarlo —dijo Potter, incapaz de mantenerse callado.

—El profesor Lupin se encuentra en estos momentos en la espesura del bosque, incapaz de contarle nada a nadie. Cuando vuelva a ser humano, ya será demasiado tarde. Sirius estará más que muerto. Y además, la gente confía tan poco en los licántropos que su declaración tendrá muy poco peso. Y el hecho de que él y Sirius sean viejos amigos...

—Pero...

—Escúchenme. Es demasiado tarde, ¿lo entienden? Tienen que comprender que la versión del profesor Snape es mucho más convincente que la suya.

—Él odia a Sirius —dijo Kiara—. Por una broma tonta que le hizo.

—Sirius no ha obrado como un inocente. La agresión contra la Señora Gorda... entrar con un cuchillo en la torre de Gryffindor... Si no encontramos a Pettigrew, vivo o muerto, no tendremos ninguna posibilidad de cambiar la sentencia.

—Pero usted nos cree.

—Sí, yo sí —respondió en voz baja—. Pero no puedo convencer a los demás ni desautorizar al ministro de Magia. Lo que necesitamos es ganar tiempo —dijo Dumbledore despacio.

—Pero... —empezó JJ, poniendo los ojos muy redondos —. ¡Ah ya entendí!, pero Hermione sigue inconsciente.

—La señorita Granger tiene confianza en ustedes, no pasará nada si lo toman. Será solo prestado.

Kiara se acercó a su amiga y lentamente quito el giratiempo que tenía colgado en su cuello. Una cadena de oro muy larga y fina con un pequeño reloj de arena que pendía de ella.— Ni te darás cuenta —le susurró.

—Ahora prestadme atención —dijo Dumbledore, hablando muy bajo y muy claro—. Sirius está encerrado en el despacho del profesor Flitwick, en el séptimo piso. Torre oeste, ventana número trece por la derecha. Si todo va bien, esta noche podrán salvar más de una vida inocente. Pero recuérdenlo los dos: no los pueden ver. Jade, quiero pensar que conoces las normas. Sabes lo que está en juego. No deben verlos.

Potter no entendía nada. Dumbledore se alejó y al llegar a la puerta se volvió.

—Voy a encerraros. Son —consultó su reloj— las doce menos cinco. Jade, tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

—¿Buena suerte? —repitió Potter, cuando la puerta se hubo cerrado tras Dumbledore—. ¿Tres vueltas? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es lo que tenemos que hacer?.

—Ven aquí, Rayito —dijo perentoriamente—. ¡Rápido! —Potter, perplejo, se acercó a ella. Kiara se colocó la cadena y la estiró por fuera de su camisa.

𝐉𝐀𝐃𝐄 𝐘 𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐙𝐊𝐀𝐁𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora