40.- 𝑫𝑬𝑴𝑬𝑵𝑻𝑶𝑹𝑬𝑺

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Cuando salieron vieron que los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. JJ había recordado que le dolía el abdomen y que tenía sangre de un lado de la cara.

—Un paso en falso, Peter, y... —dijo Lupin delante de ellos, amenazador, apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco. Snape seguía inconsciente, fantasmalmente transportado por Sirius, con la barbilla rebotándole en el pecho. Y entonces...

Una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras. La luz de la luna caía sobre el grupo. Snape tropezó con Lupin, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo indicó a Potter, Kiara y a Hermione que no avanzaran.

Vieron la silueta de Lupin. Se puso rígido y empezó a temblar.

Jade lo entendió.—¡No se tomó la poción esta noche!.

—¡Dios mío! —dijo Hermione—. ¡Es peligroso!.

—Corran —gritó Sirius—. ¡Corran! ¡Ya!.

Pero Jade no podía correr. Ron estaba encadenado a Pettigrew y a Lupin. No iba a dejar a su mejor amigo ahí, saltó hacia delante, pero Sirius la agarró y la echó hacia atrás.

—¡No!, ¡Déjame ir con Ron!, ¡No lo voy a dejar!.

—Dejádmelo a mí. ¡CORRE!.

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras.

Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de JJ. Se había transformado. El perro, grande como un oso, saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.

El grito de Hermione la alertó.

Pettigrew había saltado para agarrar la varita caída de Lupin. Ron, inestable a causa de la pierna vendada, se desplomó en el suelo. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra.

—¡Expelliarmus! —exclamó Potter, apuntando a Pettigrew con su varita. La varita de Lupin salió volando y se perdió de vista—. ¡Quédate donde estás! —gritó mientras corría.

Demasiado tarde. Pettigrew también se había transformado.

—¡No!, ¡Merde!. —Kiara iba a correr tras él pero Hermione la detuvo—. ¡Suéltame!, ¡Esta escapando!.

—¡No lo vas a encontrar!.

Kiara miró desesperada a su alrededor. Black y Lupin habían desaparecido... No había nadie cerca salvo Snape, que seguía flotando en el aire, inconsciente.

Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido. —Sirius —murmuró. Volteo a ver a los otros dos—. Cuiden a Ron. —les ordenó antes de echarse a correr.

—¡KIARA!.

Corrió en aquella dirección y notó un frío intenso sin darse cuenta de lo que podía suponer. El aullido se detuvo. Al llegar al lago vio por qué: Sirius había vuelto a transformarse en hombre. Estaba en cuclillas, con las manos en la cabeza.

𝐉𝐀𝐃𝐄 𝐘 𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐙𝐊𝐀𝐁𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora