La reina en el castillo

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Todo estaba bien, todo marchaba de maravilla y de alguna manera por más ausente que sea siempre encontraba la manera de echar las cosas a perder. Por muy que fuera su madre le era inevitable odiarla algunas veces. 

--Espera aquí, ya vuelvo. 

--¿Qué pasa? 

--Mi madre es lo que pasa y pase lo que pase por favor no salgas.--Dejo a Barnes en su habitación con el semblante demostrando preocupación, en cuanto Zemo se dirigía al salón principal hecho un manojo de nervios que estaba tratando de ocultar, no permitiría mostrarse vulnerable, no frente a ella. 

La historia había marchado de lo más bien, eran una familia feliz en un pequeño país llamado Sokovia. Gracias a un antepasado por parte de su madre perteneció a la realeza habían heredado una generosa fortuna y a que su padre pertenecía a un importante bufete de abogados nunca le falto nada pero todo cambio una noche en la que su padre salió tarde del trabajo en una noche nevada de invierno que le impidió ver la orilla de un barranco, la tristeza fue evidente en la viuda y en el pequeño Zemo, no tardo en recibir las condolencias de todos sus conocidos. 

Pasaron alrededor de un par de meses para que la actitud de su madre comenzara a cambiar, el bello rostro sonriente cambio por uno duro e inexpresivo que rechazo todos los buenos momentos compartidos con su esposo e hijo para transformarse en una mujer exigente que cerro por completo su corazón, cosa que afecto consecuentemente a su pequeño.

El solo era un niño y hacia lo que los niños comúnmente hacían, al preguntar inocentemente por su padre su madre respondía cortante, que debía concentrarse en cosas más importantes no dejarse atrapar por el pasado y con el tiempo aprendió que para sobrevivir con esa mujer lo mejor seria reprimirse por completo, convirtiendo la más de las dulces melodías en cuchillos que lo atravesaban y lo rasgaban sin piedad hasta dejar espantosas cicatrices , sin embargo no fue lo suficientemente fuerte. Fue entonces que a modo de castigo por lo que ella había declarado era una "conducta deplorable" lo obligo a empacar sus cosas y tomar el jet privado a un internado en América.  

¿Cómo fue que termino en una preparatoria publica en Nueva York? A una de las pocas personas que se compadecía de su situación, su mayordomo Oeznik se hizo pasar por su tutor y le ayudo a hacerse pasar por un chico promedio a inicios de su primer año. Todo marcho relativamente bien, nadie lo cuestionaba o le daba un trato especial, solo era Helmut Zemo. 

Y las cosas habían mejorado cuando tuvo un pequeño flechazo por James Buchanan Barnes y el mismo le pidió ser su novio. Eran cosas normales que cualquier persona con un poco de amor podría consideraba como algo simple pero para el era su pequeño tesoro. 

Lastima que esta pequeña delicia se le estaba acabando. 

Con sus brazos sostenidos en sus caderas como jarras, una mirada de hierro y el mentón en alto, la señora Zemo observaba como su hijo descendía por las escaleras cual autómata sin emoción e individualidad, un muchacho obediente.

Prácticamente lo barrio con la mirada y una mueca de disgusto ocasionada por la sosa apariencia de su hijo. 

--Bienvenida.-- Ni emoción por su presencia , ni regocijo, solo palabras salieron de su boca. 

--No voy a tolerar que actúes a mis espaldas Helmut. Soy tú madre y pienso en lo que es conveniente para ti. 

--¿Y no has pensado en  lo que es conveniente para mi felicidad? 

--Insolente, ¡No te atrevas a cuestionarme!

--Pero adivinar que, ya lo hice un millón de veces y parece que no te importa lo que yo opine. ¡Nunca te ha importado! 

--Entiende que lo estoy haciendo por tu propio bien. 

--Lo único que logras es perjudicarme.-- Fue tanta discusión que mejor decidió regresar a su habitación, ignorando los gritos de su madre exigiéndole volver y darle la cara. Siempre que aparecía era lo mismo, gritos y desastre por todos lados. 

 Seria mentira decir que cuando Zemo fue a con su madre, Bucky salió al pasillo de la segunda planta y escucho la conversación, a lo que cuando atravesó esa puerta solo atino a acogerlo entre sus brazos y darle ese confort que aunque no lo expreso en palabras, era notorio que necesitaba un poco de la seguridad que le brindaba esconderse entre los brazos de Barnes para quebrarse y dejar que sus manos fueran las encargadas de juntarlo pieza por pieza, aunque después volviera a quebrarse. 


THE MUSICALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora