Tuve que escuchar los regaños del Doctor Zhang durante media hora, aunque no fueran dirigidos hacia mí. Me quedé sentada en una de las sillas del balcón y el doctor en otra, que movió para poder examinar mejor a Dominic.
Lo llamó imprudente quién sabe cuántas veces, le preguntó por qué no avisó desde la primera vez que tuvo este malestar. Él, ya más estable y hasta malhumorado, se excusó con que el dolor solo duraba un par de minutos y no lo volvía a molestar hasta la madrugada.
—Tú no puedes descuidarte así, Dominic —le dijo con seriedad—. Sabes muy bien que desde hace dos años tienes problemas médicos que te durarán toda la vida.
Giró la cabeza hacia mí solo un momento, queriendo comprobar si escuché o no aquel comentario. Me recargaba en el respaldo de la silla con algo de sueño y cansancio, pero eso no impidió que me mantuviera atenta a cada una de sus advertencias.
Algo en las palabras del Doctor Zhang le habían lastimado, tal vez por revivir un desagradable recuerdo. Tragó saliva, agachó el rostro y se disculpó en un murmullo, prometiendo que no volvería a callarse ninguna molestia.
—Dom, no podemos permitir que te entuben —añadió, igual de encorvado—. Créeme que es muy complicado que salgas vivo después de algo así.
Apretó los labios, asintiendo, comprendiendo. Yo también manifesté en el rostro parte de mi preocupación y tristeza no tanto por él, sino por mí. No podía ser igual de descuidada y dejarme morir de esa forma. La imprudencia iba a salirme cara y de todos mis pocos allegados, yo sería la que menos sufriría.
—Además, es una muerte muy solitaria. —soltó, con la tan característica frialdad de un médico.
No quise ni imaginarme el escenario por mi propia paz mental. Leí sobre eso en algunos foros y blogs de noticias, de cómo cientos de personas morían lentamente sin nadie al lado, sin siquiera poder conocer la cara de sus doctores.
Dominic pareció entenderlo muy bien, él, que tanto detestaba la soledad. Noté desde mi lugar que su rostro se enrojecía, hacía un pequeño puchero y que sus ojos brillaban más que nunca. Trataba de contener sus emociones y aceptar el regaño de la forma más silenciosa posible, aunque terminó por delatar que estaba asustado cuando volteó a verme una vez más.
Zhang pudo comunicarse con la recepción para que vinieran a abrirle la puerta a Dominic una hora después de que todo el mundo invadiera mi habitación. La enfermera acompañó al punk para seguir con el tratamiento mientras el doctor se quedaba unos minutos para conversar conmigo y disculparse por todos los acontecimientos de la noche.
Me pidió que no hiciera lo mismo que Dominic si me sentía mal, que no ignorara los síntomas y que le llamara, aunque fuera por algo insignificante. Él pensaba igual que yo; mejor la paranoia y saber que todo está bien, que esperar a que algo sea realmente grave y ya no haya remedio.
Prometí que seguiría al pendiente de mi salud a cualquier hora, aunque él viniera diario a revisarme. Afirmó con confianza que, si continuaba recuperándome así de bien, podría irme muy pronto. Eso me animó.
ESTÁS LEYENDO
El contagio que nos presentó [COMPLETA]
RomanceAi, una escritora novata, y Dom, un famoso cantante de punk, se han contagiado de COVID y ahora tendrán que pasar cuarentena a solas en un hotel. *** Para Ai no podría existir peor...