Capítulo 4

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Me fui de la azotea a toda prisa, terriblemente molesta, pero también atemorizada por lo que mis impulsos podrían provocar en Dominic. Mientras huía, escuché sus reclamos desde la mesa. Que qué me sucedía, que estaba loca, que regresara y que no tratara de escapar.

Bajé las escaleras corriendo, sujetándome del barandal para evitar caerme por la prisa. Miré por detrás de mi hombro en varias ocasiones, deseando con fuerzas que no viniera tras de mí. Pero justo cuando ya estaba por llegar a nuestro piso, escuché sus exclamaciones y sus pasos bajando rápidamente las escaleras.

Los últimos dos escalones los salté. Salí por la puerta de emergencia para adentrarme en el pasillo justo cuando apareció una persona con traje preventivo. Era probable que estuviera esperándonos para asegurarse de que volviéramos a nuestras habitaciones.

—¡Ai! —escuché que el punk me llamaba, con un enojo atemorizante.

Saludé rápidamente al que asumí como enfermero y le mencioné que volvería a mi habitación, ignorando las exclamaciones tras nosotros. No me detuve ni escuché la respuesta del sujeto encubierto, necesitaba esconderme.

Ingresé la llave y abrí justo cuando Dominic caminaba por el pasillo. Me encerré de un portazo. Recargué la espalda contra la puerta, respirando con agitación, apretando los puños y los párpados.

—¡Ai! —Acto seguido, Dominic golpeó la puerta con los puños.

Mi cuerpo se movió al mismo tiempo que sus toques agresivos, causando que me asustara. Mientras él seguía armándose una escena espantosa en el pasillo, el enfermero le hablaba y trataba de tranquilizarlo.

—¡Me llenó de agua por un berrinche! —Se justificó.

Seguí escuchando de cerca. Me temblaban las piernas y las manos que me cubrían la boca. Lentamente, me dejé caer hasta el piso, sin abandonar mi lugar. Seguí tomando aire a grandes bocanadas para reducir mis nervios.

Lo que hice no estuvo bien...

Actué según mis impulsos. Nunca le había lanzado agua a nadie por hacerme enojar. Más bien, jamás le respondí a nadie por cualquier cosa que me dijera. Yo estaba acostumbrada a quedarme en silencio, en absorber la negatividad, en tomarme cada reproche u ataque como algo que quizás me merecía.

¿Por qué con Dominic reaccioné tan diferente?

Quizás estaba harta de todo lo que acumulé en mi interior y simplemente exploté en el sitio menos esperado de todos con lo que, sí, era un berrinche. Me sentía muy culpable.

Tenía que pedirle disculpas, aunque no quisiera ni me cayera bien. Era lo menos que podía hacer en cooperación a nuestra convivencia. Sin embargo, el chico me atemorizaba, en especial con la actitud que tenía en ese momento.

Una tercera voz se hizo presente, exactamente la del doctor Zhang. Preguntó qué sucedía y Dominic le dijo exactamente lo mismo que al otro, que yo lo había molestado. En parte tenía razón. Mojarlo con agua como si regara el cactus de su cabeza no fue correcto.

Pero él también fue cruel conmigo al recordarme que no podría tener de vuelta mi evento por su culpa, por mi culpa y por culpa de la pandemia que estaba explotando en el país. Los dos fuimos injustos con el otro, merecíamos una disculpa mutua.

El problema era que yo no lo creía capaz de sentir arrepentimiento, en especial cuando de esta situación él se estaba comportando como la única víctima.

Yo no soy como él, me dije. A mí me educaron para respetar a la gente, aunque cometieran grandes equivocaciones, aunque se metieran directamente conmigo. Era parte de mostrar que yo era una buena persona a pesar de que eso provocara que en mis años de escuela me molestaran aún más.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora