Epílogo

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Esa tarde en mi casa Dominic volvió a abrazarse a mis piernas, a llorar y a pedirme que le diera una oportunidad, pero tuve que explicarle las razones por las que no quería que siguiéramos juntos. Al menos no tan pronto.

Nuestra relación en el Royal Prince fue efímera, importante y profunda. Lo suficiente como para provocarnos a los dos varias heridas emocionales que todavía no podíamos sanar.

—No nos conocemos tanto como creemos, Dominic —dije, tratando de que se apartara—. Dos semanas no fueron suficientes, por eso no estamos juntos ahora.

Tuve que ser realista y directa con él para que pudiera comprenderme y darme tiempo para meditar. Incluso le pedí que volviera al sillón y reflexionara conmigo, por encima de su llanto. Si se calmaba podríamos llegar a un acuerdo favorable.

Cerré los ojos e inhalé con lentitud. Él me imitó, aunque de repente los espasmos y los mocos escurriendo interrumpieran nuestra concentración. Respiramos y meditamos por al menos cinco minutos; paré en cuanto ya no pude escucharlo.

—¿Estás listo para hablar? —pregunté despacio, examinándolo con la vista.

Sus ojos seguían rojos, su rostro hinchado y su respiración aún se notaba agitada. Asintió, convencido de que podríamos continuar con la charla sin tanta interferencia de sus intensas emociones.

Yo no sentí que hubiera superado mi relación con Dominic, solamente fingí que lo hice. Sin embargo, necesitaba separar mis sentimientos de lo que era mejor para mí. Lo había hecho en muchas ocasiones y esta no tenía por qué ser la excepción.

Fui honesta con él en todo momento. Le expresé abiertamente que aún lo quería y que perdonaba sus faltas, pero que era mejor que no estuviéramos juntos pronto. Él me escuchó con atención, conteniéndose en todo lo posible. No me interrumpió ni cuestionó, incluso lo hizo mejor que yo.

Volvió a secarse las lágrimas varias veces en lo que me oía, pero al menos tomó la iniciativa de meditar mis palabras y no lanzarse a los ruegos precipitados. Ya al final, una vez que pude decirle todo lo que sentía, hablamos de la relación que podríamos tener a partir de ese momento.

—Realmente te quiero conocer, Ai. Pasar el rato juntos, charlar —mencionó, con la desesperación en la voz—. No importa si empezamos desde cero, como amigos.

No pensé que Dominic pudiera ofrecerme una solución tan práctica para ambos, pero acepté su amistad sin pensarlo demasiado. Era lo que los dos necesitábamos; empezar de nuevo, comprendernos mutuamente, tomarnos el tiempo necesario para conocernos fuera de un hotel donde nuestras diferencias no eran tan notorias.

Y así fue como lo hicimos, con lentitud y cuidado.

Dominic tenía más de la mitad de su agenda cancelada por la pandemia, aunque dentro de unos meses varias de sus actividades volverían, entre ellas su gira. Tenía mucho tiempo libre, más del que tuvo en toda su vida y quiso aprovecharlo conmigo.

Vivió en un hotel de mi ciudad por al menos dos meses. William lo acompañó un par de semanas, pero se aburrió y lo dejó confiando en que estaría bien. Eso sí, lo llamaba todos los días por al menos veinte minutos. Me gustaba bromear con que ellos parecían una pareja de casados, pero a través de los días me di cuenta de cuán valiosa era realmente su amistad.

Will intimidaba, pero no era una mala persona. Dom admitió que al principio William desconfiaba de mí como podría desconfiar de cualquiera, pero que siempre respetó sus sentimientos.

Él fue el responsable de descubrir mi paradero con una exhaustiva investigación, también quien más apoyó a Dominic para que hablara conmigo. Lo consoló cuando abandonaron mi casa y despejó todavía más la agenda para que pudiera quedarse en mi ciudad. Dom le estaba eternamente agradecido por todo e incluso yo también.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora