Capítulo 7

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Aquella noticia de Dominic tenía aproximadamente dos años. "Dominic Kean finalmente sale de rehabilitación tras atentar contra su vida en noviembre", se leía claramente en ese primer encabezado de Google cuando busqué sus controversias.

No sabía qué había hecho ni por qué, pero esa gran cicatriz en su abdomen delataba que definitivamente no la pasó bien. Aunque sintiera pena, no debía manifestarla. Tenía curiosidad y dudas, pero seguramente ya estaba harto de que le preguntaran sobre eso y que se compadecieran de él.

Mis ojos se quedaron fijos a su cuerpo semidesnudo. Él lo notó.

—Actúas como si nunca hubieras visto a un hombre sin playera. —Se cubrió el torso discretamente con la toalla.

Le quité la vista de encima casi en ese instante. Traté de no perder la calma ni de probar a través de mi reacción que me avergonzó ser atrapada mirándole. Escuché que se secaba el cuerpo y el cabello rojo.

Miré de nuevo hacia la misma luna brillante que aprecié en el balcón. Se veía mucho mejor desde la azotea, más despejada, más grande. El viento fresco volvió a hacer de las suyas agitándome el cabello y las ropas. De fondo se agitaban las palmeras y las olas del mar. Aunque estuviera a decenas de metros del suelo, no podía sentirme tan más conectada con la naturaleza que cuando estaba ahí de pie, observándolo todo.

—¿Tampoco puedes dormir? —preguntó, acercándose lentamente e interrumpiendo mi breve concentración.

Negué con la cabeza, acercándome a la alberca brillante y azul. Me agaché hasta estar a la altura suficiente para extender el brazo y tocar el agua. Estaba caliente por la calefacción que el hotel no apagaba incluso en estas circunstancias. Me dieron ganas de entrar y nadar un poco, pero eran las tres de la madrugada y el horario de la piscina solo permitía su uso hasta las diez.

Aunque claro, eso no le había importado a Dominic en lo más mínimo.

—No me sentía muy bien. —dije, sin sacar la mano del agua.

—Tampoco yo —se sinceró—. Creo que estuve pensando demasiado antes de irme a dormir.

Alcé la mirada, fijé los ojos en él. Iba a decir exactamente lo mismo, pero se adelantó. Yo pude pegar los ojos durante más de una hora, pero Dominic se hallaba en la azotea porque quería conciliar el sueño después de cansarse nadando.

Sin embargo, no noté ningún tipo de agotamiento.

—¿Ya te vas? —le pregunté después de notar que se secó el cuerpo por completo.

Decidí sentarme en el borde y meter las piernas en el agua. Así solo rompía las reglas del uso de la alberca por la mitad. Las agité lentamente, mirándolas con los párpados entrecerrados. El agua estaba quieta, caliente y agradable como la misma noche.

—Estaba por irme —contestó, rascándose la cabeza—. ¿Por qué? ¿Quieres que me quede?

Si me quedaba sola, pensaría de nuevo. Y eso era algo que quería evitar desde que salí a mi aventura fuera de la habitación. Si él se iba, lo mejor es que le secundara y volviera a dormir. Pero quería que este breve escape fuera más interesante, que tuviera algo que contar después. De nada servía mi rebeldía si no la compartía con alguien más.

—Hace rato no terminamos con las preguntas. —Bajé un poco la vista, sonreí a medias.

Suspiró, hizo una ligera negación de cabeza, aunque también curvó los labios. Dejó caer la toalla en el suelo, avanzó con rapidez hasta mi lugar. Se sentó a mi lado, metiendo las piernas también. Él golpeaba el agua con más fuerza y rapidez; en cualquier momento podría acelerarse y mojarnos a ambos.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora