Capítulo 26

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Respondía algunos correos de mi editora en la tranquilidad de mi recámara. Cada diez minutos tomaba una pausa para realizar estiramientos de cuello que libraran la tensión de mis músculos. Controlaba mi respiración, cerraba los ojos, o veía por la ventana directo a la calle más silenciosa en la que yo hubiese vivido siempre.

Los últimos ocho meses luego de que abandoné el hotel Royal Prince fueron productivos y relajados. No podía negar que la primera semana fuese tortuosa, pero al menos el recuerdo finalmente se percibía distante.

Tal y como me lo prometí a mí misma, eliminé la existencia de Dominic Kean tanto como pude. Lo bloqueé de todas las redes sociales que conocía y le pedí a Solange que no habláramos del tema nunca más por mi propio bien.

Sin embargo, y antes de desaparecer a ese punk de mi vida por completo, llamé a William. Él me dio su número para que pudiéramos llegar a un acuerdo de confidencialidad, algo que acepté. A cambio de mi silencio, la disquera de Dom me otorgó una generosa cantidad de dinero que no habría ganado en mucho tiempo con un trabajo común.

Originalmente no era parte de mis planes aceptar, pero como también iba a guardarme todo lo que pasó, me convencí de que al menos, por este corazón roto, merecía una compensación. Y sinceramente no me arrepentí. Con ese dinero mi madre y yo sobrevivimos y hasta disfrutamos los últimos meses en pandemia sin tener que preocuparnos ni trabajar demasiado.

Jamás le dije a mi madre cuánto dinero me dieron ni de dónde lo saqué en realidad. No tenía el valor suficiente para hablarle de Dominic ni de mis sentimientos al respecto. Le mentí con que la editorial me pagaría algunos de los ejemplares vendidos de vez en cuando y que por eso podríamos darnos el lujo de hacer algunos gastos necesarios.

Parte de esa misma compensación la ahorré con la esperanza de invertirla en algo que pudiera darme más ganancias en el futuro, como un negocio familiar. El resto me encargaría de utilizarlo adecuadamente hasta que se terminara, aunque no lo tocaba mucho porque aún podíamos obtener dinero de nuestros empleos y era más bien para emergencias y caprichos.

Una vez que el trato con William quedó cerrado, me atreví a preguntar en la última llamada que tuvimos cómo estaba Dominic. Sabía que no debía hacerlo por mi propio bien, pero la curiosidad me ganó.

Él me confirmó que se había recuperado dos semanas después de ingresar al hospital. Tuvo algunas secuelas respiratorias, pero al menos había sobrevivido. Aunque no quisiera admitirlo en voz alta, las palabras de Will me aliviaron inmensamente.

Una vez que lo supe pude alejarme por completo de ellos, desaparecer con toda la tranquilidad del mundo, y seguir como si nuestro aislamiento en el Royal Prince jamás hubiese sucedido. Eso sí, de vez en cuando recordaba algunas de las cosas que viví con Dominic durante nuestro aislamiento y me entristecía.

Era consciente de que nuestra relación había sido fugaz, pero nunca aprendí tanto sobre mí misma como aprendí con Dom. No me arrepentía de haberlo conocido ni de haber tenido una relación tan corta, pero íntima, con un hombre como él.

Cada uno fue capaz de aportarle al otro un montón de vivencias, reflexiones y risas cuando el tiempo no parecía ser el mejor. Y estaba agradecida por eso, ya que el contagio que nos presentó no nos dio motivos para temer por la situación a la que nos estábamos enfrentando.

Más bien, fueron las acciones y malas decisiones las que nos provocaron sufrimiento y que más tarde nos separaron.

Volví a mirar hacia la pantalla de la computadora para leer los dos últimos correos que necesitaba responder. Subí un poco el volumen de la música y me concentré firmemente en terminar con el trabajo.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora