Sus marcas estaban lo suficientemente altas para que pudiera esconderlas bajo faldas y shorts cortos. Si alguna se le escapaba, era removida con Photoshop antes de que pudiera ser publicada. Le avergonzaban y recordaban a un no muy lejano y doloroso pasado del que no quiso hablarme.
No lo presioné para que lo hiciera. Incluso traté de ignorar las cicatrices y concentrarme únicamente en lo que ambos queríamos hacer. No podíamos interrumpirnos con temas tristes de nuevo. Si él quería hablarme de eso en el futuro, sería por su propia voluntad. Después de todo, uno enfrenta los problemas a su ritmo.
Se cubrió las piernas con las bermudas y se acercó hasta mí, con timidez. Miró en varias direcciones, tensó los labios, se peinó el cabello hacia atrás. Me levanté de la cama para plantarme de pie frente a él. Silencio. Sujeté su barbilla y giré su rostro ligeramente para que pudiéramos vernos a los ojos. Los suyos brillaban como una constelación, producto de las ansias.
Tomé su mano y la conduje a mi espalda. Él dejó caer sus bermudas al suelo y yo sentí mi vestido en los tobillos. Me pegó a su cuerpo, se inclinó para besarme. A partir de ahí nuestros deseos siguieron el mismo camino.
Juntos nos dirigimos a su cama, sin parar con los besos, las caricias y nuestra cercanía. Me recosté en su almohada, él se acomodó encima de mí. Si la TV no estuviera encendida, habría escuchado con claridad lo agitados que estábamos.
Sus cabellos alargados me acariciaban el rostro, el calor de su pecho calentó el mío. Entrelazamos los dedos junto a mi cabeza y con la mano desocupada nos acariciamos la mejilla. Deslicé el pulgar cerca de su ojo, pues un elemento que antes me habría parecido insignificante acababa de robarse mi atención.
—Tienes un lunar muy bonito aquí. —Se lo señalé, con una media sonrisa.
Tragó saliva, juntó las cejas y miró en otra dirección. Lo seguí tocando con suavidad antes de posar ese mismo pulgar en sus labios. Tal y como lo vi hacer en alguna ocasión, los moví lentamente, jugueteando con ellos. Tenía las mejillas rojas a reventar.
—¿Tienes vergüenza? —pregunté con diversión.
—Un poco. —murmuró—. El doctor dijo que no debía agitarme.
Ya habíamos roto muchas reglas juntos, aunque nos afectaran de manera muy diferente. Y esta era otra de esas indicaciones que él quiso desobedecer incluso cuando le di oportunidad de retractarnos.
Toqué su pecho y me quedé con la mano quieta sobre el lugar donde latía su corazón. Estaba muy agitado. Antes de que pudiera decírselo, él volvió a pegar su cuerpo con el mío, desesperado. Lo rodeé por el cuello con uno de mis brazos, abrí un poco las piernas y le di paso al resto de mí.
Me besó el cuello apasionadamente. Apreté los párpados para contener mi placer, pero solo podía ceder a su tacto. Mi mente no quería pensar en lo que estábamos haciendo, sino dejarse llevar. Sus labios succionando la piel de mi cuello y pecho me provocaron dolor. Un dolor indescriptible que no quería que se detuviera.
El cuerpo entero me temblaba, pidiendo más. Solté su cuello para deslizar la mano por su espalda. Sujeté su bóxer y lo bajé a prisa, sin importarme la vergüenza en lo más mínimo. Él reaccionó con un pequeño sobresalto, pero eso no lo detuvo, sino que lo incitó a imitarme.
Comenzó a tocarme por debajo de la ropa interior. Mi espalda se arqueó hacia arriba, me lagrimearon los ojos y una súbita pena me invadió. Dom sintió con sus dedos toda mi excitación y con ellos provocó que incrementara aún más. Jadeé y gemí por lo bajo sin que pudiera contenerme.
—Dom, hazlo ya. —supliqué, con el tono más inestable que hubiera escuchado en mí.
Moví las piernas con desesperación. Tenía que hacerlo ceder para que no siguiera torturándome. Dejé de estrujarle el trasero para sentir su erección. No miré hacia abajo porque no sabía qué tan incómodo nos resultaría, así que dejé que mi mano hiciera todo el trabajo.
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El contagio que nos presentó [COMPLETA]
RomanceAi, una escritora novata, y Dom, un famoso cantante de punk, se han contagiado de COVID y ahora tendrán que pasar cuarentena a solas en un hotel. *** Para Ai no podría existir peor...