Sabía que era muy mala idea escaparnos del hotel. Y no solo una mala idea, sino también un acto muy irresponsable. Tuve que detener a Dominic en mitad del pasillo, rehusándome a avanzar. Sujeté su muñeca, que sostenía mi mano, para pedirle con el gesto que me soltara.
—¿Te volviste loco? —murmuré, temiendo que alguien más pudiera escucharnos por las cámaras—. No podemos irnos.
—Ai, no va a pasar nada —advirtió con seguridad—. Solo iremos a la playa frente al edificio. Podemos regresar rápido, nadie se dará cuenta de que nos fuimos.
Dominic confesó que a veces, en esas madrugadas cuando no podía dormir, iba a la playa a relajarse y escribir canciones. Él mismo descubrió —en una de sus exploraciones nocturnas por aburrimiento— un camino muy sencillo para salir del hotel sin que nadie lo viera.
—Las cámaras están apagadas. —Señaló con el índice hacia ambos extremos del pasillo—. Lo sé porque no tienen encendida una luz roja.
Además, ya hubiera sido severamente reprendido por salir casi a diario del aislamiento o usar la piscina de madrugada. No parecía muy orgulloso de sus actos rebeldes, pero era honesto al decir que no se arrepentía, pues gracias a eso pudo escribir varias canciones que estaba ansioso por sacar. Entre ellas la canción que escribió pensando en mí.
—Admito que nunca he salido de día, pero necesito hacerlo al menos una vez. —Él ya no me sostenía de la mano. Solo me pedía con la mirada que lo siguiera—. Y también quiero ver un atardecer en la playa contigo.
—Dom... —respondí a sus excusas con rapidez, pero también con dudas—, podemos verlo desde mi balcón.
Negó ligeramente con la cabeza, nada convencido.
—Prometo que no te arrepentirás de venir conmigo. —dijo como última opción.
No añadió psicología inversa o victimismo para hacerme cambiar de opinión. Solo me pidió confianza para hacer juntos algo que estaba terriblemente mal, pero que tenía formas discretas de realizarse. Nadie iba a atraparnos en las próximas horas, pues todavía faltaba mucho para la revisión del doctor Zhang y la cena.
—Dom, podrían echarnos de aquí. —Ese fue uno de mis principales miedos en caso de que nos atraparan.
Sujetó mis hombros con suavidad, observándome fijamente, sonriendo a medias.
—Tú ya estás prácticamente curada —murmuró, seguro de sus palabras—. Yo te devuelvo a casa hoy mismo si nos echan. Deja que me haga cargo de las consecuencias, pero ven, por favor.
Me quedé en silencio, encogida de hombros, evadiendo cualquier contacto visual. Pensé con prisa en una respuesta. No perdería nada si accedía a acompañarlo. O volvía a mi casa ese mismo día, o volvía la semana entrante. Pero volvería y eso era lo que más importaba.
—Solo quince minutos, Dominic. —condicioné entre dientes.
Su sonrisa se amplió de oreja a oreja. Corrió a abrazarme y sacudirme como agradecimiento. Yo no fui capaz de sentir la misma felicidad que él. Más bien, me avergonzaba de mi actitud tan voluble y de lo fácil que era convencerme incluso para hacer el mal. Al menos la vida me lo cobraba con algún tipo de sufrimiento. ¿Cuál sería el de esta vez?
—Trataré de que sean los mejores quince minutos —dijo cerca de mi oído, confiado.
Un atardecer se disfrutaba con poco más de veinte minutos. Además, todavía era temprano para que el sol comenzara a ocultarse. Tendríamos que permanecer en la playa por al menos una hora si queríamos verlo de principio a fin, pero yo no podía dejar que nos atraparan.
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El contagio que nos presentó [COMPLETA]
RomantizmAi, una escritora novata, y Dom, un famoso cantante de punk, se han contagiado de COVID y ahora tendrán que pasar cuarentena a solas en un hotel. *** Para Ai no podría existir peor...