Capítulo 15

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Llamaron a mi puerta cuando estaban por dar la una de la madrugada. Yo me había quedado dormida mientras esperaba a los doctores, ya que tardaron más atendiendo a Dominic de lo previsto. Me levanté y abrí, con los párpados queriendo cerrarse otra vez. Estaba cansada, pero necesitaba atender adecuadamente el regaño que tanto me merecía.

Sentada en la orilla de la cama y cabeceando ligeramente, traté de prestar toda la atención que pude. Volvieron a hablarme del COVID, de cómo podía afectar a mi cuerpo y cómo debía cuidarme. Entre sus múltiples recordatorios y regaños, Zhang me advirtió de los peligros de fumar marihuana en mi condición. Aunque sí, fue realista al decirme que yo no sufriría de las mismas consecuencias que Dom.

—Dom está teniendo algunas complicaciones importantes —declaró, esperando que con eso despertara—. Y puede que el consumo de cannabis aumente la inflamación de sus pulmones, dificultando su respiración.

Aquello no sonaba bien. Empuñé las manos sobre mis muslos, asentí con la cabeza para mostrarle que había entendido. Zhang me advirtió, además, que la salud de Dom estaba deteriorándose y que si las cosas seguían así, era probable que necesitara intubación. Lo comentaba para advertirme, para pedir que no fuese igual de imprudente.

Pero sus comentarios no lograron que me preocupara por mí, sino por él. ¿Dominic también estaba al tanto? ¿Sabía que no estaba mejorando? Una punzada me lastimó el pecho y el estómago se me revolvió, producto de la incertidumbre. No quería imaginarme el peor de los escenarios.

—Sé que no te gustará oír esto, pero... —Aunque usara goggles inmensos, distinguí que evadía el contacto visual—, creo que deberá suspenderse la azotea abierta.

Primero, para que no se nos ocurriera cometer otra tontería arriesgada. No solo por los pulmones de Dom, sino por el accidente de casi ahogarme en la piscina y que de pura suerte no acabó en tragedia. Y segundo, para que las ráfagas de viento y el agua no afectaran nuestra salud, principalmente la de él.

Zhang tenía razón al decir que la idea no me gustaría. No porque me sintiera encerrada en la habitación —ya estaba acostumbrada a no salir mucho en mi cotidianidad—, sino porque allá arriba los momentos con Dominic se sentían más vívidos, relajantes, divertidos. Él se sentía más libre y yo disfrutaba de eso, en especial por la conversación.

La enfermera —que por cierto, se apellidaba Adams—, distinguió mi preocupación y desánimo. Sostuvo uno de mis hombros y lo apretó ligeramente, dándome ánimos. Dijo que todo estaría bien para mí, que mi chequeo lucía favorable y que quizás podría irme completamente curada en cuestión de días.

Fingí una sonrisa para que ninguno de los presentes se percatara de que sus palabras en realidad no me hacían bien. Iba a ver a mi madre después de un tiempo angustiante, completamente curada y a salvo. Volvería a casa y recuperaría mi rutina, que de por sí no era muy diferente en tiempos de pandemia. Tenía que estar contenta, ¿cierto?

No tengo por qué sentirme culpable. Él también se curará.

Y después cada uno seguiría con su vida por separado, pues entre nosotros tampoco había algo que mantener. No después de que las dudas y las nulas aclaraciones invadieran mi confianza.

—Además, Dominic y tú pueden frecuentarse en sus habitaciones —mencionó la enfermera Adams— como lo han estado haciendo últimamente.

Que él invadiera mi espacio jamás fue intencional. Vino en momentos inoportunos y aprovechó hasta el mínimo descuido para quedarse conmigo. Sin embargo, esta propuesta era nuestra única solución, solo que yo ya no permitiría que Dominic se apoderara de mi cuarto. Era hora de conocer el suyo.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora