10.

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Carolina observó atenta a Agustín mientras éste observaba con un toque de nostalgia, posiblemente tristeza y añoranza los altos arboles del pequeño bosque en el que se encontraban, mismo bosque en el que Agustín pasó mucho tiempo de pequeño.

Le era imposible no recordar las mañanas familiares que pasaron él y su familia muchas veces ahí, en las que su mamá llevaba algo de comer para que así todos pudieran aguantar la caminata que les esperaba. Sonrió al recordar las increíbles tardes que pasaba con toda su familia; sus primos y él jugando al football, mientras que sus padres los observaban junto a sus tíos. Y como olvidar esos atardeceres que se sentaba a observar desde pequeño, recordaba como a pesar de sentirse muerto por la pesada partida de football que tuvo con sus primos, él siempre se sentaba en esa misma roca a observar el amanecer, mientras el sudor le escurría por la frente, mientras su corazón latía rápido, mientras sus fosas nasales se inundaban de la creciente neblina que se formaba en ocasiones a esas horas, para él esos momentos eran perfectos.

Apenas recordaba la última vez que estuvo ahí, fue hace años, antes de que él se mudara definitivamente a Buenos Aires, había decidido ir a pasar la noche ahí junto a sus amigos y primos. Habían hecho una pequeña fiesta en la cual las cosas se salieron un poco de control, algunos estaban cayéndose de ebrios y pese a que Agustín no era un adolescente que recurría a la abstinencia, sus momentos junto a esa roca, observando tan maravilloso paisaje, eran sagrados para él.

Mientras sus amigos se lanzaban cerveza, mientras otros vomitaban entre las plantas o mientras algunos otros se tiraban al suelo para dormir, él se limitaba a observar las estrellas, a sentir la fina brisa del aire golpear su piel, se limitaba a disfrutar de los pequeños placeres que te da la vida, que te hacen sentir vivo y pleno.

Nunca había llevado a ninguna chica ahí, sí había ido con mujeres ahí si hablamos de sus primas o de sus amigas, pero nunca permitió que ninguna chica con la que tuviera un interés "amoroso" se sentara junto a ella, sobre esa gran piedra, a observar el amanecer, el atardecer o el anochecer. Al menos no había sido así hasta ahorita, así que sin poder evitarlo, sonrió sintiéndose pleno al sentir la suave mirada de su prometida, por lo que lentamente se giró para verla, logrando que ella se sonrojara pues había sido pillada mientras lo observaba, por lo que desvió rápido la mirada y él aprovecho para esta vez observarla él a ella.

Ese lugar había sido algo así como su sitio seguro, como su refugio, no permitía que nadie lo perturbara, lo molestara, mientras él estaba en ese pequeño refugio que sin problemas podría llamar hogar pese a que sólo se tratara de una simple piedra que le permitía obtener las mejores vistas, pero cuando trajo a Carolina a conocer a su familia, para así entregar las invitaciones a su boda, supo que no podría volver a Buenos Aires si antes no llevaba a su pequeña morocha a aquel maravilloso lugar. Dejó de ser egoísta y permitió que alguien más se enamorara de aquel lugar, pero sólo se lo permitió a alguien que sabía que lo aprovecharía igual que él, alguien que valoraría ese lugar tanto como lo hacía él.

—Nunca había traído a alguien aquí.— soltó de repente el morocho, ganándose que la morocha girara a verlo algo confundida, sin entender de que hablaba.

—Pero me contaste que solías venir aquí con tu familia antes.

—Sí, pero me refiero a que nunca había traído a nadie aquí– señaló la roca en la que se encontraban sentados– a estos pequeños metros cuadrados, que se resumen en el área de esta piedra.— Carolina no dijo nada, no sabía bien que le quería decir el morocho, así que sólo asintió no del todo convencida y esbozó un pequeña sonrisa.

—¿Por qué?— aún así, le fue imposible no preguntar.

—Porque es mi lugar seguro, aquí solía venir a pensar, a pasar el rato cuando quería estar solo– volvió a verla– era como mi refugio, así que sentía que si permitía que alguien más viniera, este iba ser modificado, iba a dejar de ser mío, así que dejaría de sentirlo seguro, dejaría de ser una especie de hogar para mí– guardó silencio un momento pero después de unos segundos, esbozó una cálida sonrisa– dejaría de ser mi lugar favorito en el mundo.

Te amo (Aguslina) (TE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora