4.

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Los días pasaban, la boda tan esperada cada vez más se acercaba. Carolina en los últimos meses había logrado sentirse llena de vida de nuevo, todo gracias a su prometido que se la pasaba con ella. Vivían días en los que él le prometía que jamás la abandonaría, que siempre la amaría. Sin embargo el dolor de la perdida de una parte de uno mismo, es algo que nunca se olvida. 

Carolina todos los días recordaba la pérdida de su hija. Sabía que era una pérdida imposible de recuperar, y el hecho de que su pequeña hija ya no estuviera más a su lado no era lo que la destrozaba, sino el hecho de saber que jamás la volvería a ver, saber que no pudo disfrutarla como ella hubiera deseado, era algo que le mataba. Nunca más volvería a ver sus brillosos ojos, nunca la oiría llamarla mamá, no la vería dar sus primeros pasos, no la vería llorar por haber caído, y tampoco la vería sonreír por verla levantarse. El dolor en su pecho era agonizante al imaginar que jamás vería crecer a esa pequeña parte de ella y de Agustín, no tenía la esperanza ni el sueño de verla triunfar, de hacer sus sueños realidad, de verla ser feliz. Se quedaría con ese amargo sabor de boca porque no podrá regañarla, no podrá castigarla ni educarla, no le contará de sus experiencias de vida, no la verá ilusionarse con un chico, no presenciará alguna pelea con sus amigas, no la verá enamorada ni con el corazón roto, no le podrá decir que ni el amor ni la vida son cosas fáciles, y que cada cosa que la haga sufrir es una pequeña enseñanza más de vida.

—Amor, ¿en qué piensas?— la suave voz de Agustín interrumpió sus pensamientos. Gira su cabeza para verlo, él lleva sólo puestos sus pantalones de la pijama, sostiene una taza de café. Mitra la taza y sin poder evitarlo ríe, la pequeña frase divierte a cualquiera. »Dormilón tomando café«.

—En nada— suspira al tiempo que siente al cordobés sentarse a su lado. Sigue con la mirada cada uno de sus movimientos. Este deja la taza en la mesita frente a ellos y se acomoda extendiendo su pierna izquierda detrás de Carolina, con sus brazos rodea su cintura y la pega a él hasta que logra poner su mentón en su hombro y darle besos tronados en la mejilla. Ella suelta una pequeña risita al sentir el aliento a café de su novio, abraza sus rodillas desnudas pegándolas más a su pecho intentando no temblar por el estremecimiento que la recorre al tener tan cerca a Agustín— ¿tú qué haces despierto?— gira levemente su cabeza para verlo, por lo que él aprovecha para besar fugazmente sus labios.

—Me preocupe al no sentirte cerca de mí— la abraza con más fuerza y Carolina se aferra a los brazos que la sostienen, como si tuviera miedo de caer si la suelta— al ver que estabas aquí, me alivie, pero se me ha ido el sueño, así que fue por un café para activarme.

—Pero es muy temprano Agus, apenas van a ser las cuatro de la mañana.— habla apenada por haber hecho que a su novio se le fuera el sueño.

—Sabes que soy alguien que prefiere dormir por la tarde, siempre estoy despierto de noche, se me ha hecho un mal habito desde que me mude a Bueno Aires, antes tenía a mi mamá que me hacía no desvelarme tanto.— Carolina suelta una pequeña risita, se gira hasta quedar frente al rostro de Agustín, abre sus piernas pasándolas encima de las piernas abiertas de Agustín , logrando pegarse más a él hasta sentir su pecho desnudo cerca de ella y de su grueso suéter.

—Aveces pienso que me hubiera gustado formar parte de esa faceta de tu vida.— pasa sus manos por el cuello de Agustín hasta que logra rodearlo y acercarlo más a ella.

—¿A qué etapa te refieres?— alza una ceja mientras se estira para tomar la taza de café entre sus manos. Da un sorbo y fija su vista en los luminosos ojos de su prometida— ¿cuándo era un loco adolescente?— Carolina suelta una risita al imaginarse a su príncipe como un rebelde. No pensaba que el Príncipe Naveen frente a ella, antes fuera un Danny Zuko. En todo caso prefería más un Flynn Ridder.

Te amo (Aguslina) (TE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora