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Una, dos, tres veces y nada. 

Era la tercera vez que Carolina intentaba comunicarse con Gabriel, pero no había logrado obtener resultados exitosos. No sabía si acaso su amigo la estaba ignorando, si acaso él se encontraba ocupado o si sólo ella estaba tomando la cosas de una forma muy dramática y exagerada, y el encuentro entre sus amigos y el primo de Agustín y su novia no significaba nada más que seguro en el pasado se llagaron a conocer y ahorita se volvieron a ver.

No era algo del otro mundo, no había porque pensar que el que ellos se conocieran fuera algo imposible. No había porque creer que el encuentro entre ellos significaría algo en su vida. No había porque tener la idea de que si se habían encontrado era por algo.

Sin embargo, ella no podía dejar de pensar que ese encuentro tenía un motivo. Posiblemente ni sus amigos ni el primo de Agus ni la novia de este lo supieran, y sólo fueran cinco piezas colocadas al azar para que logren algo, pero para Carolina, en el fondo tenía ese leve presentimiento que ese encuentro no era mera coincidencia sino algo que debía ocurrir porque de esa forma lograría descubrir o encontrar algo.

Pero, ¿qué?

Ella nunca se había considerado alguien que creyera en esas cosas de las supersticiones, los presentimientos y las suposiciones, para ella las cosas ocurrían porque así debía ser, porque así la vida lo quería, ya sea por mera casualidad o porque es algo a lo que ya estás destinado desde el momento en que llegas al mundo.

Ella no era de las que dicen: "tengo un mal presentimiento", "esto ocurre porque así lo supuse, algo en mí me lo dijo", ella era más de decir "esto ocurrió porque así tuvo que ocurrir", "si las cosas salen mal, ya encontraremos la solución", "no sé si esto vaya a salir bien o mal, pero es algo que hasta después de hacerlo, lo averiguaremos"

Pero en esta ocasión era muy diferente, era como si algo en su interior le estuviera gritando que dejara de lado su forma de pensar racional y lógica, y le hiciera caso a lo que su corazón le decía, a lo que su corazón presentía, lo que en el fondo suponía. Algo en ella le decía que por primera vez en su vida debía de ser de esas personas que sobre piensan las cosas, porque sólo de esa forma lograría encontrar una verdad, algo que cambiara su vida por completo.

Pero, ¿Qué?

Por más que algo en su interior le dijera que le hiciera caso a sus ideas, a sus suposiciones y se dejara llevar por sus presentimientos; pese a que ella nunca hacía algo así, ella no podía dejar de pensar que el encuentro entre esas cinco personas había sido por algo que podría cambiarle la vida; porque ellos la podrían ayudar a descubrir algo; porque ellos eran ese vínculo que al conectarse le revelarían la verdad sobre algo que ella desconocía.

Pero, una vez más, ¿Qué era aquello que su corazón le decía que debía descubrir?

¿Qué era aquello por lo que su cabeza no paraba de dar mil vueltas y decirle que el encuentro de sus amigos no había sido por una mera casualidad sino por algo más?

¿Cómo sabría que es lo que ella tiene que descubrir si ni siquiera está segura de que es?

—¿Hola?— finalmente escuchó otra voz al otro lado de la línea— ¿Carolina?— sin embargo, no se trataba de la voz de su amigo brasileño, aunque aún así lograba reconocer esa masculina voz. Fuera a donde fuera lograría reconocer esa profunda voz ronca que en ocasiones dejaba ver un ligero toque de diversión que hacía reír a cualquiera como si no hubiera un mañana. Pero sobre todo, donde sea, lograría reconocer ese acento, porque pese a estar locamente enamorada de su cordobés, el acento español en ese chico, incluso la volvía loca a ella, y durante todo su tiempo viviendo ahí, no conoció a nadie que le quedara tan bien ese acento como a él.

Te amo (Aguslina) (TE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora