22.

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—Vamos, dulce Caroline, dime todo lo que me quieres decir— Carolina abrió ligeramente la boca— dime todo aquello que te has estado callando todo este tiempo, saca todo el dolor que oprime tu pecho y no te deja respirar tranquila; grítame tus ganas que tienes de que esté muerto, lo mucho que me odias y lo mucho que desearías que yo hubiera muerto en ese accidente; desquítate conmigo, saca todo aquello que esta envenenando tu alma y no te deja seguir con tu vida— él volvió a esbozar una sonrisa— dime todo lo que te hago sentir, no me importa que sea malo, porque de esa manera los dos vamos a ganar; tú vas a sacar todo lo que te has guardado este tiempo y vas a decirme todo lo que has deseado decirme; y yo, bueno, yo tendré el placer de ver todo lo que te hago sentir, y sólo así, por fin podré descansar, porque significara que al fin logré mi objetivo, hacerte sentir algo por mí.

—Eres un...

—¿Un loco?, ¿un psicópata?— él alzó una ceja y soltó una risotada— porque si eso es lo que piensas, me siento con la obligación de decirte que estás en lo correcto, hace unos días me diagnosticaron que tengo problemas mentales, y ahora andan pensando en internarme en un hospital psiquiátrica una vez me recupere.

—¿Qué?— Carolina preguntó con horror, y su horror no se debía a que lo hubieran diagnosticado como una persona con problemas mentales que necesita de atención urgente, sino porque seguramente él ya no iría a prisión en cuanto se recuperara del accidente, sino que a ese hospital psiquiátrico. Ese desgraciado se iba a librar de pisar la prisión y morir entre esas rejas.

—Ya te habías ilusionado creyendo que iría a prisión, ¿no es así?

Carlina no dijo nada, sólo lo observó sin poder creer que de verdad él se haya librado de la prisión, porque ella ya se había hecho a la idea de que él por fin iba a pagar por todos sus crímenes, y el que le dijeran que no sería así, sólo la desestabilizaba por completo, la hacía sentir expuesta y vulnerable. Ella hace meses que fue a denunciar y testificar cada uno de los crímenes de Alejandro para que de esa manera él pagara por todo el dolor que provocó, y tal vez de alguna manera, así vengaría la muerte de su hija y le daría el descanso y la justicia que esa pequeña bebé tanto merecía, ahora simplemente no podían decirle que todo lo que dijo; que todo el dolor que sintió, no valían la pena, porque nunca se haría justicia por la muerte de su hija.

—No puede ser...— ella dijo mientras negaba con la cabeza— no, me niego a que sea así— ella lo mira con desprecio mientras seguía negando con la cabeza— no puedes venir a decirme que no pagaras por todos los crímenes que cometiste, ¡por todo el dolor que me has causado!, ¡por todo el dolor que le has causado a Agustín!, ¡por la muerte de mi hija!— sin poder evitarlo, dejó que todas las lágrimas corrieran por sus mejillas mientras seguía negándose a que él no iría a prisión— ¡ella era una bebé!, ¡una bebé!, ¡era un pobre ser indefenso que no le había hecho daño a nadie!, ¡no te hizo nada!, ¡era un ser que merecía vivir!, ¡no merecía que desahogaras todo tu dolor y todo tu coraje con ella!, ¡ella era la que menos merecía sufrir!, ¡ella sólo merecía amor!, ¡ella merecía vivir! y tú...— Carolina se acercó hasta donde estaba él mientras que las lágrimas corrían por sus mejillas como hace mucho tiempo no lo hacían— ¡tú le quitaste esa oportunidad!, ¡por eso tú mereces pagar por todo el dolor que nos has causado!, ¡mereces pagar por la oportunidad de ser feliz que le quitaste a mi hija!, ¡mereces pagar por haberle arrebatado la oportunidad de vivir!

—¿Crees que no voy a pagar por todo lo que hice?— en un momento la expresión de él se ensombreció y si hubiera podido, se hubiera levantado de la cama para poder acercarse a aquella morocha y demostrarle todo lo que su mirada ocultaba— ¡iré a un maldito hospital psiquiátrico!, ¡estaré rodeando de gente loca y demente!, ¡de gente enferma!

—¡Tú eres un enfermo!— ella exclamó al sentir como sus lágrimas comenzaban a arder en su piel— no puedes pretender que tú vas a sufrir en ese lugar a lado de esa gente, cuando tú eres un loco, un demente y un enfermo que justifica todo el dolor que causó diciendo que fue por amor cuando ese amor es sólo una maldita y enferma obsesión— ella arrugó el rostro mostrando desprecio por la persona que tenía frente a ella— esas personas son las que deberían tener cuidado de ti, las que deberían sentirse mal por estar rodeados de alguien como tú...alguien que...— observó detalladamente su rostro y esbozó una mueca de asco— alguien que nunca tuvo la valentía de acercarse a la chica que le gustaba y decirle sus sentimientos, sino que prefirió casi asesinarla, lastimar a sus seres queridos y encima provocar la muerte de su bebé recién nacida— lo miró despectivamente mientras se limpiaba con furia cada una de las lágrimas que se le escaparon— eres una persona que da lástima porque para poder llamar la atención de la persona que le gusta y de esa manera provocar sentimientos en ella, tuviste que hacer todo eso.

Te amo (Aguslina) (TE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora