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Madrid, España

Veinticuatro horas habían pasado desde la última vez que Enrique supo algo de su esposa.

Después de haber ido a buscar a Mónica, la chica que en secreto siempre había amado pero por cobarde y por no querer decepcionar a su familia, dejó de lado para casarse con la hija de uno de los socios de su padre; después de haber finalmente besado a la chica que siempre quiso, intentó comunicarse una vez más con Julia, quería darle la oportunidad también a ella de hacer las cosas bien, sin embargo, ella no sólo decidió no atender la llamada, sino que no atendió las treinta llamadas siguientes y los cien mensajes que le dejó, por lo que supo que la última oportunidad que le había dado a Julia, había terminado, no podía seguir esperando a que ella se dignara a aparecer, no cuando tenía el tiempo contado, no cuando sabía que las personas que lo ayudarían estaban a un día de tomar un vuelo de vuelta a Buenos Aires.

-Hazlo-. Fue lo que Enrique le dijo a Mónica, la cual lo observaba nerviosa desde el mesón de la cocina al momento que tomaba de su café.

La castaña asintió, por lo que se bajó del mesón, caminó un par de pasos hasta tomar su celular de la mesa y sin pensarlo dos veces, mientras miraba los ojos del hombre del que siempre ha estado enamorada, le marcó a la chica que le renta el piso.

-Aló- claramente escuchó el marcado acento argentino al otro lado de la línea. Era Karina, la persona que podría ayudar a Enrique justo ahora- ¿Mónica?, ¿eres tú?, ¿pasa algo?

Por un momento la española no supo que decir. Durante las últimas horas no dejó de pensar en todo lo que estaba ocurriendo, sabía que lo que harían era lo correcto, sin embargo, pensar en que Enrique posiblemente se viera afectado era algo que le partía el corazón en miles de pedazos. No quería pensar que posiblemente lo vería los próximos años en prisión, no quería imaginar que el beso que se dieron la noche anterior sería el último, y se negaba a aceptar que jamás tendría la oportunidad de decirle que ha estado enamorada de él desde que lo conoció, desde que él le regaló una paleta cuando ella se lastimó ayudando a su mamá a limpiar el jardín de su casa. Estaba enamorada de él desde que este le dijo que era igual de hermosa que la luna y por eso la llamaría Moon.

Pensar que él sufriría al perder a su hija, que posiblemente podría ir a prisión y que una vez más la vida los separaría y no los dejaría vivir lo que sea que hay entre ellos ocurría, era algo que la mataba, era algo que podía más que con ella.

-¿Mónica?, ¿ocurre algo?, ¿estás bien?, ¿tú mamá está bien?- ella dio un pequeño respingo en cuanto escuchó que preguntaban por su mamá. Le dolía tener que poner en ese escenario al hombre que amaba, pero la mataba más la idea de pedirle que se alejara de ella para siempre si es que él decidía seguir fingiendo que nada pasaba mientras que otras personas en el mundo sufrían la pérdida de un bebé que nunca tuvieron que perder.

-Necesito que tú y tu novio vengan a mi departamento, hay algo muy importante que deben saber-. No obtuvo respuesta, al menos no una inmediata, fue hasta después de unos segundos que escuchó un "está bien, en un rato estamos por allá" después de un suspiró.

Lo sabía, sabía que Karina sabía de qué le estaba hablando ella, y la aterraba pero no se echaría atrás, no cuando Enrique parecía decidido aún cuando temía por lo que le pudiera pasar en un futuro.

...

-¿Y bien?, ¿Qué pasa, chica?, casi haces que se me suba la presión cuando te escuché en la llamada- Karina junto a su novio entran al departamento de Mónica mientras esta los observaba seria pero bastante nerviosa y ansiosa pues lo que estaba por hacer era algo importante, era algo que cambiaría la vida de más de una persona- por Dios, sé que eres seria pero no puedes serlo tanto, vas a hacer que me dé un infarto del susto...

Te amo (Aguslina) (TE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora