Las visitas que tuve últimamente tanto de Arthur como de Froilán me habían dejado tan cansada. Y estuve tan distraída como para notar que ya había cambiado varias cosas del libro, para empezar Arthur y yo ni siquiera debíamos cruzar palabra y mucho menos haber firmado cierto contrato. A estas alturas, Atenea y Froilán ya se habían casado. Unos meses después la encontrarían muerta en su habitación.
A pesar de todo, yo seguía siendo prometida de Froilán, ya que, sin la autorización formal de su padre, no podríamos deshacer el compromiso. Por eso pedí ayuda a Arthur, quien de seguro estaba resolviendo todo como persona civilizada, o a golpes. Probablemente lo segundo.
En los titulares de todos los periódicos de hoy son se mencionaba una sola cosa, que el duque se había enamorado y que se le había visto visitando a una joven plebeya con frecuencia. Pero había uno en específico que me causaba cierta molestia, "¿Desde cuándo las plebeyas son tan osadas?". También había otros que me acusaban de inculta.
Quien sea que haya esparcido esos rumores lo lamentaría, Arthur dijo que se encargaría de ellos. No me importaba mucho, él ya había firmado el contrato y pronto alejaría al Froilán de mí. Lo que más me preocupaba en ese momento era ciertas personas que Arthur había enviado a mi casa. El primero, era un hombre encargado de cuidarme.
Su nombre era Drake Taylor, un fiel caballero de Arthur. Fue enviado supuestamente para protegerme, porque según él, tenía muchos enemigos que tratarían de lastimarlo a través de mí. Bueno, eso decía la carta que trajo en sus manos. Pero yo seguía pensando que él estaba aquí para vigilarme e informar todo a Arthur.
Ese chico pelirrojo de cabello largo que llevaba atado en una cola y casi siempre iba uniformado era mi caballero. Lo más peculiar de él eran sus ojos de un color intenso que nunca había visto antes. Era bastante alto, de porte fino y a la vez salvaje, ese joven poseía una belleza aterradora.
Su aura era extraña, a veces como la de un inocente niño, y otras veces tan oscura y densa como la de un depredador.
Según leí una vez, todavía existirían personas con ojos como los suyos en la actualidad, de no haber sido porque los mataban en la edad media, creyendo que eran brujas. Pero él los conservaba.
Escuché que solo tenía diecinueve años y ya había participado en incontables guerras. Era llamado por muchos como: La sombra del rey. Debido a que era considerado como el soldado que todo rey desearía tener en su guardia, este era un asesino en masa muy hábil.
Su aspecto inocente le hacía pasar desapercibido muchísimas veces, cumpliendo así todo tipo de misiones.
Llevaba todo el día siguiéndome a todas partes sin decir nada, únicamente observa guardando cierta distancia y cuando yo volteaba a verlo él desviaba la mirada o simplemente me ignoraba.
Él no era nativo de Arleth, cuando el antiguo rey dio fin a la más reciente guerra, tomaron a los niños errantes como esclavos y a otros los hicieron parte de la guardia real, Drake Taylor fue asignado al escuadrón de Arthur cuando este apenas iniciaba sus labores como capitán, así fue como Drake terminó siendo su caballero más fiel.
Lamentablemente, el rey murió después de la guerra y años después asesinaron a la reina. Su hijo mayor, Uriel, ascendió al trono, pero como era muy joven el consejo se encargaba de la mayoría de los asuntos. Y cuando ocurrió la masacre de los Lapsley todos los hombres de Arthur fueron desterrados menos Drake, eso se debió en que ellos vieron que en caso de que se desatara otra guerra, le convenía mejor tenerlo de aliado que de enemigo.
Lo mismo con Arthur. Solo él y Drake Taylor eran capaces de cambiar los resultados en batalla drásticamente.
Tener a alguien como él vigilándome todo el día era algo asfixiante, en lugar de sentirme segura me daba algo de miedo.
Dejé descansar mi cuerpo sobre mi cómoda y amplia cama, mientras que Drake se quedó afuera cuidando la puerta. Cada vez que recordaba que tendría que mudarme a casa de Arthur me daban escalofríos.
Después de un rato meditando decidí salir a caminar.
—Sir. Taylor, saldré un momento —Él asintió y me siguió, a pesar de que era menor que yo, no podía evitar hablarle con respeto.
—¡Hermana! —Robert intentó acercárseme y Drake lo detuvo, ayer blandió su espada frente a Celeste porque me estaba reprendiendo.
—Tranquilo, no es más que mi pequeño hermano —Lo soltó y se disculpó haciendo una leve reverencia. En cambio, Robert no dejaba de admirarlo entusiasmado—. ¿Estás bien niño?
—¿Quién es él?
—Es mi caballero, está aquí para cuidarme.
—¡¿Tienes un caballero?! —Todavía no se lo creía, no paró de mirarlo con asombro— Quiero uno.
—¿Sí?, cuando tu estúpido plan funcione y seas rey, tendrás cientos de ellos —Me burlé y él se molestó, cosa que me divertía aún más.
—Algún día ya verás —Salió corriendo, pero su huida no le funcionó del todo porque chocó contra la falda con una mujer.
—Tenga más cuidado, joven amo. Podría lastimarse —La mujer le habló cariñosamente.
—Perdón Beatriz —Se disculpó y se fue.
Y aquí estaba la segunda, una mujer que de ahora en adelante sería mi daba de compañía y estaría para servirme que cualquier cosa que necesitara. Su nombre era Beatriz Blakewood, una mujer castaña de más o menos la edad de Atenea, de rasgos muy delicados y tez clara.
Cuando la vi por primera vez me sorprendió que ella se considerara una criada, pero en la carta que trajo decía que ella tampoco era de Arleth. Ella era hija de una familia noble, porque solo los nobles podían servir a la realeza. Por mi sangre no corría ni una pizca de sangre real, sin embargo, por la de Arthur sí. Así que supuse que ella le servía a él antes de ser enviada para servirme.
No se sabía mucho sobre su familia, ella era la única que quedaba de su linaje.
—Beatriz, ¿sucede algo? —pregunté al notar la forma en que ella observaba a Drake.
—No es nada ama —Sonrió—. Solo pienso que debería cuidarse de él.
—¿Hablas de Drake? —Volteé a mirarlo, él parecía distraído con una planta de un jarrón que adornaba el pasillo.
—Lo conozco desde hace años, él podía matarla antes de que usted llegara a pestañear —Se acercó y me susurra al oído—. Tenga cuidado.
Observé a Drake nuevamente, por más que lo intentara no podía verlo como mala persona, él no era más que un joven que desde muy pequeño había vivido los estragos de la guerra.
—Únicamente hace su trabajo.
—Podría estar ocultando algo, ¿Por qué nunca habla?
—Es un hombre de pocas palabras.
—Yo solo digo —Se dio la vuelta y comenzó a alejarse.
—¿Quién dijo que podías irte? —Se detuvo.
—Pe-perdón ama —dijo un poco asustada.
—No quiero volver a oírte insinuar cosas sobre el joven Taylor, de ser así recibirás un castigo impartido por él mismo.
—Pero mi lady...
—Suficiente, márchate.
—S-sí ama.
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¿Qué opinan de los nuevos personajes?¿Cuánto creen que influyan en la trama?
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Vivir por siempre
RomanceTodos hemos escuchado alguna vez esa frase que decía que los libros tenían el poder de transportarnos hacia otras realidades posibles, nos hacían viajar entre mundos percibiendo la vida de mil maneras distintas. Que: "Un lector vive mil vidas antes...