43-Todo y nada

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Su cuerpo se heló por completo al observar a la persona que tenía enfrente. A pesar de que los rayos del sol que atravesaban la ventana de cristal cubrían su rostro, él fue capaz de reconocerlo.

—Sé perfectamente quien eres —musitó Arthur tratando de mantenerse calmado, lo cual era casi imposible por lo intranquilo que se sentía al no encontrar a Atenea.

—¿Qué tanto recuerdas?

—Todo —respondió sereno.

—Eso no es posible, yo borré tu memoria —dijo James más para sí mismo que para Arthur—. Tú... ¿Fingías?

—Tuve que hacerlo. La primera vez no entendí por qué seguía con vida luego de haberme dado un tiro en la cabeza. Tampoco la vez que desperté en medio de una guerra medieval después de que me haya atropellado un auto. Pero luego de unas vidas más, comprendí todo —Se acercó a él y lo tomó del cuello—. En diferentes lugares, eras, y mundos. Me diste diferentes nombres y apariencias, fui muchos hombres y a la vez ninguno.

—Esta vez te dejé conservar tu nombre, Arthur —Se zafó de su agarre—. Además de tu verdadera apariencia, que es la que posees ahora.

—¿Debería agradecerte? —cuestionó irónico— Solo dime donde está ella. No tengo tiempo para penderlo contigo.

—Arthur, ¿sabes lo que eres? —Retomó su sitio y se volvió a sentar en el sillón.

—Lo sé muy bien. No soy más que una marioneta, tu juguete. Un simple personaje como te gusta llamarnos.

—Aun así, te me has escapado de las manos.

—¿Al igual que ella?, ¿qué le hiciste?

—Yo nada —Las comisuras de sus labios se curvaron formando una sonrisa ladeada—. Deberías temer por lo que está a punto de hacerse ella misma. Justo ahora, a través de sus ojos, estoy viendo lo que piensa. Será mejor que te apresures.

—¡¿Dónde?!

—Patio trasero, ven por nosotros, Arthur —Su figura se desvaneció ante sus ojos.

Arthur no tuvo tiempo a reaccionar, su cuerpo se movió por si solo y se echó a correr. Sin importar el cansancio, sin prestarle atención al punzante dolor causado por la herida en su costado, sin que le importara nada más que ella. Corrió lo más rápido que pudo atravesando cualquier cosa que tuviese enfrente.

Ni piedras ni árboles pudieron frenarlo. Lo único que lo mantuvo quieto por un segundo fue la imagen que se encontró al llegar. Pero no tardó en reaccionar y de inmediato se lanzó hacia ella.

—¡Espera! —gritó.

Extendió su mano para intentar salvar a la mujer que estaba a punto de caer del precipicio. Intentó salvarla, quiso sujetar su mano, pero lo único que logró fue un leve roce entre sus dedos antes de que esta cayera.

Su rostro fue asaltado por esas molestas gotas de agua. Al vislumbrar su cuerpo golpearse contra el suelo, las lágrimas brotaron de sus ojos sin permiso. De sus labios se escapó un desgarrador grito de dolor mientras se aferraba a borde del precipicio. Tirado al suelo, mantuvo extendida su mano.

Su visión se nubló por un momento, su corazón latía más que de costumbre, pero de un momento a otro él estaba de pie. No dudó un segundo y bajó por el estrecho camino de grandes rocas que daba a la orilla de ese turbulento mar. Tocó fondo deslizándose casi al punto de arrastrarse por las rocas debido a su desesperación. Se detuvo al lado de cuerpo y con cuidado lo tomó entre sus brazos.

Vivir por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora