Desconocido
3 de diciembre 2019
Pasada la media noche, en un pequeño cuarto de habitación, se encontraba un joven escritor. Pegado a su computador tratando de escribir el final de su primera novela. Tan solo tratando, luchando por conseguirlo porque algo se lo impedía.
Quizás la frustración al notar enredo en sus palabras, tal vez el miedo de no hacerlo bien, o podría ser que no se consideraba capaz de darle un digno final a su amado protagonista. Ese era uno de sus grandes problemas, siempre se aferraba a sus personajes de tal modo que le era imposible no seguir escribiendo sobre ellos. En especial él.
Personaje con el que había aprendido un montón de cosas, a medida en que escribía ambos se desarrollaban juntos. Sin embargo, desde el principio lo tuvo claro, ese pequeño detalle que no podía obviar. Al iniciar a escribir, en su mente estaba muy claro su final. Él debía morir, sería su manera de darle paz y descanso después de haberle creado una fatídica vida.
Hasta que llegó el momento de culminar, pero se negaba a hacerlo. No era capaz, no tenía el valor.
Ya cansado de tanto pensar en las posibles maneras en que lo mataría, se decidió por la más tonta y se fue a dormir. Complacido con lo que había escrito, cerró los ojos y se dispuso a descansar. Aunque terminó por abrirlos casi de inmediato al recibir los rayos del sol directamente en la cara.
El reloj de su mesita de noche marcaba las siete de la mañana y este se había acostado a las cinco, es decir, que solo había dormido un par de horas.
Se levantó y como era de costumbre, lo primero que tomó fue su computador. Revisó su escrito y notó que faltaba la última página, donde antes había redactado la muerte del personaje. «Debe ser una broma». Talvez su mente le estaba jugando una broma y creyó escribir el final cuando en realidad no lo hizo.
Tomó un rápido baño y salió de casa. Continuó con su rutina diaria sin darle tanta vuelta al asunto.
***
Cayó la noche y el joven regresó del trabajo, algo cansado, pero con la fuerza suficiente como para escribir. Con una buena taza de café se mantuvo despierto el tiempo suficiente como para por fin terminar. Terminar con el libro y el personaje antes de irse a dormir.
Al otro día lo primero que hizo al ponerse de pie, fue ir por café a la cocina. Luego procedió a abrir el computador que descansaba sobre su escritorio. Verificó nuevamente su escrito para a releer el final, la sorpresa fue tal que dejó caer la taza que traía entre manos y el café se derramó sobre el piso.
Estaba caliente y quemaba sus pies.
Sentía dolor, pero mayor era el miedo.
El frío caló sus huesos al notar que aquel final que había escrito ya no estaba. Fue borrada la muerte del personaje y en su lugar quedó una página en blanco con tan solo una frase, mejor dicho una pregunta.
"¿Por qué?".
Se talló los ojos pensando que alucinaba. Miró nuevamente la pantalla del ordenador y notó que la frase se había extendido.
"¿Por qué intentas matarme?".
Cerró la computadora de golpe y la arrojó a la basura. «No pasa nada, únicamente está descompuesta», trató de convencerse a sí mismo. «El teclado marcó letras al azar y el corrector las unió formando palabras sin sentido. Eso fue lo que ocurrió, debo dejar esto antes de que me consuma».
Esa fue la última vez que escribió, bueno, además de las veces que lo intentó hacerlo sobre papel.
Se propuso a escribir solamente sobre papel con la creencia de que así no se modificarían sus textos. Al inicio fue molesto. Escribir y corregir, hacer borrones y tachar palabras. Llegar hasta al punto de arrancar páginas completas para volverlas a escribir. Tuvo bastante dificultad en publicar sus libros, debido a que ninguna editorial quería recibirlos en ese formato.
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Vivir por siempre
RomanceTodos hemos escuchado alguna vez esa frase que decía que los libros tenían el poder de transportarnos hacia otras realidades posibles, nos hacían viajar entre mundos percibiendo la vida de mil maneras distintas. Que: "Un lector vive mil vidas antes...