41-Él

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Arthur

—Explícamelo Drake, porque juro que no lo comprendo. ¿Cómo diablos fue que terminaste así? —Él no respondió, se mantuvo cabizbajo—. ¿Qué hay de Atenea? —Levantó la cabeza y me observó con lágrimas en los ojos, Solo dos veces en lo que llevo de vida había visto llorar a este chico.

La primera fue hace años, estábamos en plena guerra cuando lo encontré sobre una pila de cadáveres que había formado el mismo. Lloraba mientras observaba sus manos manchadas de sangre, era solo un niño. Y la segunda fue hoy, todavía sigue siendo un niño.

—Perdón —Se puso de rodillas a duras penas, sostuvo su espada sobre las palmas de sus manos y la levantó— Cuando me encomendaste esta tarea, juré protegerla con mi vida y ahora les he fallado a ambos. Esta mísera vida mía... —Me ofreció su espada— puede tomarla.

—Levanta tu cabeza —Quizá la falta de fuerza o el sentimiento de culpa no le permitió moverse—, sabes que si fueras otra persona ya estarías muerto por esta falta. No te angusties, solo tienes que decirme que sucedió y quien es el culpable, yo me encargaré del resto —Traté de parecer calmado, pero toda mi sangre ardía.

—Descuidé mi trabajo —hizo una pausa pensando en que decir—. En lugar de cuidar de Atenea, estuve investigando a R.L. por mi cuenta. Ellos no eran más que dos hermanos que pagaban a mercenarios para hacer el trabajo sucio. Engañaron a todo el mundo fingiendo ser un terrible grupo criminal y cuando me enteré y corrí de vuelta a la mansión fui emboscado.

—¿A cargo de quién están?

—Los Lapsley —Escuchar ese nefasto apellido me traía malos recuerdos. Causaba que me sintiera intranquilo, preferiría que fuese mentira. Pero Drake nunca mentía.

—Traten sus heridas y que duerma lo suficiente —Ordené a los hombres que nos rodeaban—. Iré primero, tengo que regresar lo antes posible —Subí a mi caballo. Estaba listo para marchar cuando él se paró delante de mí.

—Arthur... —Hizo una mueca de dolor mientras apretaba la herida de su abdomen para detener el sangrado— Por favor, ya mátame.

—Al parecer no me has entendido, desde el día en que decidiste seguirme tu vida dejó de ser tuya y quedó en mis manos. Yo decido si vives o mueres Drake Taylor —No aguantó más de pie y se dejó caer al suelo—. Y hoy no es tu día.

Eché a correr a Cirano y tomé un peligroso atajo, en el que llegaría más rápido, o no saldría con vida. Quería regresar lo antes posible a Arleth, porque si llegaba un minuto tarde, esta vez sería yo quien rogase la muerte.

***

Atenea

—No, tú no eres él. ¿Qué le hicieron a Drake? —El hombre que estaba a mi lado dio un par de pasos hasta quedar al lado de Beatriz, es decir, de Lilian—. ¡Muéstrate como realmente eres! —Arrebaté el broche que colgaba de su camisa y lo lancé al suelo, este se rompió en pedacitos dejándome ver el rostro del impostor— Lo sabía.

—Deberíamos hacer esto rápido, Lilian —dijo este.

—Sí, iré por el idiota que está en el calabozo. Átala y llévala a la carreta —Le lanzó una soga y se marchó sin decir más. No sabía a qué idiota se refería.

—Bien —Tomó bruscamente mis brazos y ató mis manos pegándolas a mi espalda. Luego se quedó observándome por un momento—. Qué linda eres, es una lástima que él no supiera cuidarte —Jugó con un mechón de mi cabello.

—No te conozco, no me toques —Golpeé su mano apartándola de mí.

—Claro que me conoces. Veamos... —Acaricio su barbilla— La primera vez que nos vimos —hizo una pequeña pausa dramática—, no pienso decírtelo. La segunda al igual que ahora me hacía pasar por Drake. Me amenazaste con un cuchillo en el palacio.

Vivir por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora