Diario de Sara

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A penas tenía ocho años cuando comencé a escribir un diario, y lo hice por una de las razones que podrían parecer más absurdas. Lo hice para no olvidar como escribir. Para no olvidar las letras que tanto me costaron aprender y para no pasar como una simple esclava, ya que pronto sería vendida. Aún recuerdo la última vez que recibí mis clases de escritura con el simpático maestro Alatar, fue una semana antes de que me volviera una criada.

Mis padres fallecieron en un accidente mientras viajaban en carruaje por las montañas. Tenían muchas deudas, por lo que todos nuestros bienes fueron incautados por la casa de apuestas Fiorrelli. Misma que estaba a cargo del por el marqués Everad. Por esa razón, yo también fui una de sus pertenencias, siendo trasladada a la mansión Lapsley para servir como criada.

Cada día en ese lugar era más asfixiante que el anterior. La casa casi siempre estaba a oscuras, las demás criadas y yo teníamos prohibido abrir ventanas o encender velas sin el permiso del señor o la señora Lapsley. No teníamos permitido hablarles directamente y mucho menos mirarlos a la cara.

Pero él...

Ese hombre me miraba extraño. A pesar de siempre mantener la cabeza baja en su presencia, no podía ignorar el peso de su mirada sobre mi pequeño cuerpo.

Nunca le temí a la oscuridad y mucho menos a las criaturas que según la gente se escondían en ella. Tampoco temí a los monstruos hasta que vi a uno directamente a los ojos. A pesar de no temerles, al igual que todo el mundo, tenía mi propia imagen de cómo podrían ser. Pero ninguno se parecía a aquel que robó mi inocencia.

¿Por qué nadie me dijo que los monstruos también sonreían?

Al pasar del tiempo supe que ya no olvidaría mis conocimientos sobre la escritura y dejé de verle la necesidad a este diario por un tiempo. Pero recorrí al él nuevamente cuando descubrí algo que no debía olvidar. Esta familia era extraña, ellos ocultaban algo.

Y justo cuando estaba a punto de descubrirlo, fui trasladada a otra casa. La señora Lapsley nunca se enteró de que la casa a la que me habían trasladado le pertenecía a la amante del marqués Everard, su amado esposo. Mujer que estaba a punto de dar a luz y mi deber a partir de ese momento sería cuidar de ese niño.

Unas semanas después, el parto fue llevado a cabo. No tuvo complicaciones, solo que la joven amante del marqués se llevó una gran sorpresa, no fue uno sino dos bebes. Una niña a la cual nombró como Lilian y un niño al cual llamó Liam. Eran idénticos.

Yo me encargué de cuidarlos, los niños crecieron sanos y escondidos de la sociedad hasta la edad catorce años. Cumplirán sus quince en dos días, el Marqués Everard los invitó a su mansión para celebrar su cumpleaños y presentar al chico ante la sociedad como su heredero.

La señora Lapsley no estaba muy contenta con la noticia, por lo que sé, ella era infértil y su marido al que tanto amó tuvo dos hijos con otra mujer. Además de que una celebración en ese momento sería vista de mal gusto, pues la reina de Arleth había sido asesinada recientemente y el príncipe Arthur aseguraba que fue a causa del mandato de la familia Lapsley. A nadie le importó, pero yo temía por esos niños.

Todo salió como el marqués lo planeo, el joven Liam fue bien aceptado por todos como su heredero. Asistía a las reuniones y trabajaba con su padre, mientras que Lilian se quedaba en casa y era tratada como una criada más.

Tres años después sucedió lo que más temía, el príncipe tomó represalias. Él estaba fuera de la mansión pisoteando la cabeza de la señora Lapsley, mientras que el Marqués Everad suplicaba clemencia de rodillas. Ahora la familia Lapsley se había reducido a solo estos niños, mismos que debía proteger con mi vida.

Observé por última vez aquel retrato en el que salía junto a mis jóvenes amos, antes de escapar con ellos a las afueras de Arleth.

Sin darme cuenta estaba escribiendo lo que sería mi última nota. Debí saberlo, desde el momento en que esos niños observaron como su padre estaba siendo asesinado frente a sus ojos y no mostraron ninguna expresión de dolor, más bien, parecían sonreír. Desde ese momento debí darme cuenta de en qué se habían convertido.

Después de ver todo lo que ellos habían creado supe que era tarde, aquello que yo misma había criado por muchos años estaba a punto de devorarme.

«Debo salir y escapar o R.L. me matará».


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Dato: hubo cierta relación entre Sara y Liam solo que ella no escribió sobre eso en el diario. 

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