34-Dilema del rey

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La tarde anterior a la cena.

Acababa de dejar la biblioteca por lo que salí al jardín. Observaba los preciosos lirios blancos que me tentaron tanto, hasta el punto en que no pude resistirme a su belleza y tomé algunos para adornar mi larga cabellera.

Estaba tan embobada admirando mi propio reflejo, y lo bien que se me venía las flores, que no noté la presencia de alguien más hasta me interrumpió. Sacándome de mis pensamientos.

—Ama, le ha llegado una carta —Beatriz sacó un sobre del bolsillo de su delantal.

—¿Una carta? —Puse el pequeño espejo sobre la mesa y tomé aquella carta en mis manos—, ¿quién la envía?

—Lady Trea.

Si es era Trea, no podía significar nada bueno. Abrí la carta y comencé a leer su contenido. En ella, Trea mencionaba que quería hablar conmigo de inmediato y me invitaba a tomar el té en Arcasia.

—Beatriz, cámbiate iremos a la capital.

Todo esto me daba mala espina, aun así, tuve que ir a ver qué era lo que ella deseaba. Tomé un baño rápido y me puse un vestido de color amarillo, algo sencillo, pero no dejaba de ser elegante. También llevaba unos bonitos guantes blancos.

—Ama, ¡espere! —Los gritos de una mujer causaron que me detuviera justo antes de poner un pie en el carruaje—. Aquí tiene —Una criada bastante joven, me ofreció una corona de flores, en la cual predominaban las margaritas.

—¡Es hermosa!, muchas gracias —La puse sobre mi cabeza y terminé de subir al carruaje. Acompañada por Beatriz.

—Es nueva —mencionó Beatriz a medida en que nos alejábamos de la mansión—, las nuevas siempre quieren hacer cualquier cosa para impresionar a los amos.

Sentí fuera de lugar su comentario, por lo que lo ignoré y fijé mi vista hacia el camino.

Al llegar a la dirección que indicaba la carta, entramos a un bonito establecimiento de té. Poseía partes al aire libre donde se disfrutaba del aire fresco. En lugar de angostas paredes de madera, todo era de vidrio, adornado por un montón de plantas y flores coloridas. Transmitía cierta paz y armonía.

Vislumbré a Trea sentada en una mesa al fondo y nos dirigimos hacia ella. Vestía de verde pastel, su negro cabello en ondas descansaba sobre sus hombros, y sus oscuros ojos estaban puestos sobre una taza de té que meneaba con una cucharita, parecía algo distraída. Era de admitir que Trea era una mujer hermosa, pero eso no le quitaba lo exasperante.

—Buenas tardes, lady Trea —Saludé y me senté en la silla que le quedaba al frente. Beatriz, por su parte, hizo una reverencia y se mantuvo de pie detrás de mí. Como una escolta más que una doncella.

—Buenas tardes —respondió sonriente. Se sintió bastante extraño para mi gusto.

—¿Se puede saber para qué ha requerido de mi presencia?

—Deduje que ya lo sabías. Es sobre Arthur y la princesa... ¿Edith se llamaba?

—Lo sé, me enteré hace poco.

—Quiero ayudarte —Enarqué una ceja por la impresión—. Sé que Arthur nunca será mío, ya lo he aceptado. Pero tampoco permitiré que una estúpida princesa de otro reino se quede con él.

—¿Dices que vas a ayudarme, solo porque no te gusta la princesa?

—Así es, además no soy ciega. He visto como Arthur ha cambiado gracias a ti, es muy diferente cuando está contigo, hace tiempo no se le veía una pizca de felicidad.

Vivir por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora