27-Otra vez aquí

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Trea

Las afueras de Arleth 1800

En el pueblo siempre hacía mucho frío, y más en estos días que se acercaba el invierno. Mis pequeñas y desnudas manos temblaban, me dolían los huesos hasta el punto de disminuir mi movilidad. A penas tuve la suficiente fuerza para tocar esa gigantesca puerta de madera oscura que está frente a mí. Un enorme señor la abrió dejando a la vista un poco del interior por una pequeña rendija.

—¿Qué necesitas niña harapienta?

—Yo... —Su aura era tan intimidante que apenas me salía el habla— Mi-mi madre —Señalé a esa mujer pelinegra de cuerpo voluptuoso que se estaba besando con un señor que aparentaba ser mucho mayor que ella.

—¿Ella es tu madre? —Asentí con la cabeza y me dejó pasar— No puedes tardar mucho —Corrí a abrazar a mi madre. Tenía semanas sin verla desde que me dejó sola en esa casucha a punto de caerse.

—¡Suéltame! —Me empujó y caí sentada al piso. No entendía el porqué de su reacción y confundida volví a lanzarme sobre su pierna intentando abrazarla, pero me volvió a apartar.

—¿Madre? —Sollocé con lágrimas en los ojos.

—¡Cállate!, no soy tu madre pequeña escoria.

—No trates así a la nena —El señor que besaba su cuello y a la vez tocaba sus senos no apartó la vista de mí—. ¿Cuándo me la darás?

—Aún no, es muy joven —dijo madre mientras sonreía.

No comprendía de que estaban hablando, ni el porqué mi madre era tan cariñosa con ese señor que no era mi padre. Observé mi alrededor quedando perpleja por la gran cantidad de mujeres que estaban haciendo lo mismo que mi madre.

Tiempo después caí en cuenta de lo que era ese lugar, y cuál era el famoso trabajo de mi madre.

***

Arcasia capital de Arleth 1816

—¡Oye! —intenté ignorarlo y seguir mi camino terminando de acomodar mi vestido— Escúchame cuando te hablo —tiró de mi brazo.

—¡Que me sueltes!, te dije que yo no hago esas cosas.

—No hables disparates —Jaló fuertemente mi cabello y pegó mi cara a la suya—, tú eres mía y debes servirme, ¿qué parte de que tu madre te vendió no entiendes? Puedo hacer contigo lo que me plazca —gritó y su saliva cayó en mi cara, su asqueroso aliento era tan repugnante.

—Ya te devolví el dinero que pagaste por mí —descontroladas lágrimas salen de mis ojos—, ahora déjame en paz.

—No, eres de mi propiedad y siempre lo serás —intentó besarme, pero alguien jaló el cuello de su camisa por detrás y lo detuvo.

—Buenos días, desecho de la humanidad — ahí fue cuando lo vi por primera vez, él era alucinante.

—¿Tú quien eres?, suéltame ya.

—Cierra tu asquerosa boca, el repugnante hedor que desprende me va a dejar sin pelos en la nariz —lo tiró al piso de una patada— ¿sabes con quién hablas? —lo tomó del poco cabello que poseía y lo amenazó con la espada apuntando a su cuello

—Majestad... —Casi ni le salía el habla— Clemencia por fa... —No lo dejó terminar y cortó su garganta con un cuchillo.

Ese maravilloso hombre robó mi corazón.

—Gracias por salvar mi vida —la voz casi ni me salía de lo nerviosa que estaba, me incliné ante él e hice una reverencia. Admiré su rostro, estaba entusiasmada, pero este ni se inmutaba.

Vivir por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora