32-Aparición

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La poca luz que se colaba a través de la ventana golpeaba fuertemente mi rostro. Causando que abriera los ojos con dificultad. Observé con atención cada parte del aposento, todo estaba hecho un desastre, y la cama ni se diga.

—¿Qué sucedió aquí? —No entendía nada, hasta que lo vi salir del baño. Llevaba una toalla atada a la cintura y otra sobre la cabeza mientras secaba su alborotado cabello negro.

—Ya estás despierta —sonrió al verme—. Buenos días —Me echó uno que otro vistazo antes de ponerse a buscar ropa en su armario y comenzar a vestirse.

—Buenos días —Tan solo me limité a observar cada uno de sus pausados movimientos, aunque me vi obligada a apartar la mirada cuando dejó caer la toalla que colgaba de su cintura. Tardé unos minutos fingiendo observar por la ventana, pero no pude evitarlo por mucho tiempo, así que volví a mirar. Por suerte, él ya tenía puesto un pantalón negro. Estaba a punto de ponerse una camisa blanca cuando noté algo fuera de lo normal en su cuerpo—. Arthur, ¿qué son esos moretones?, ¿te lastimaron al pelear?

—¿Moretones? —Me miró extrañado, como si no notara que los tenía por todo el cuerpo. Su cuello, clavícula, abdomen, espalda, cada parte estaba marcada por esos pequeños puntos rojos— Se te ha hecho costumbre olvidar las cosas —sonrió con diversión.

—¿Qué olvidé?

—Estos no son moretones, y me los dejaste tú.

—No me digas que... —Cubrí mi boca con ambas manos por la impresión— Debe ser una broma, no te creo nada.

—No necesitas creerme, tu cuerpo habla por sí solo —Me observó de arriba abajo y una sonrisa ladeada se formó lentamente en su rostro.

Comprendí lo que quiso decir después de mirar que estaba casi desnuda debajo de las sábanas blancas. Lo único que me cubría eran algunos vendajes que iban desde mi espalda hasta cubrir levemente mis senos y unas pocas vendas en mis tobillos. También llevaba una bata de lino blanco que dejaba ver todo a través de ella.

Me levanté de la cama y la sabana que me cubría cayó al suelo. Sentí como Arthur paseó sus ojos por cada parte de mi cuerpo.

—¿Por qué me miras con esos ojos?

Rápidamente, desvió la mirada hacia un lado y sonrió por haber sido atrapado. No dejó de mirarme a los ojos a medida en que yo me acercaba a él.

—Son los únicos ojos que tengo, y son solo tuyos —Una sonrisa ladeada con una pizca de picardía se formó en sus labios—. Además, no te miraba.

—No finjas que no viste nada —Sujeté su mentón y lo obligué a mirarme.

—Por qué no nos calmamos, supuestamente no recuerdas nada.

—Hazme recordar, Arthur.

—Lo haría... —Dio un paso hacia delante obligándome a retroceder. Su mirada se llenó de un brillo alucinante mientras mantenía esa pícara sonrisa que denotaba perversión. Siguió dando pasos hacia mí y yo retrocediendo hasta que quedé pegada al borde de la cama y este me hizo caer de espaldas sobre ella.

—¿Pero?

—Pero... —Me envolvió entre las sabanas y cubrió todo mi cuerpo desnudo. Traté de resistirme entre risas, Arthur terminó abrazándome y me mantuvo cautiva—, no hay nada que recordar.

—¿Qué dices?

—No sucedió nada fuera de lo normal —Se puso de pie y terminó de arreglar su camisa.

—¿Y por qué no recuerdo nada?

—Ahí tienes la prueba —Se sentó sobre una esquina de la cama y comenzó a ponerse unas botas negras.

Vivir por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora