Capítulo 13

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James Hetfield recorría con pesadez el corto recorrido desde la entrada de su hogar hasta su habitación correspondiente. Su cuerpo se sentía tan pesado como un montón de ladrillos y sus ojos se cerraban involuntariamente. Apenas cruzó el umbral de la puerta su atención se fijó en la cama desarreglada. Había un desastre ahí dentro. Soltó un suspiro de cansancio y se dispuso a acomodar un poco antes de tomar una siesta.

Luego de soltar varios insultos internos por su descuido esa mañana al fin terminó de tender la cama en la que pronto descansaría. Se acomodó encima del colchón y apenas su cabeza tocó la almohada sus ojos sucumbieron a la pesadez, sumergiéndolo en un sueño profundo que no duraría más de dos horas. Su melena rubia se esparcía por toda la almohada cubriendo su rostro de la casi nula luz del día. Su cuerpo inmóvil únicamente mostraba señales de vida gracias a la suave respiración. Pasado un tiempo considerable, que para James habían parecido unos minutos, su sueño se vio frustrado gracias al sonido del despertador a un lado de él, parcialmente acomodado en la mesita de noche llena de cuadernos y alguna que otra porquería. Sin ganas o intensión alguna de abandonar la cama, James miró de reojo la hora que marcaba el reloj, las tres con treinta minutos. No recordaba muy bien el motivo para la alarma, no hasta que después de unos minutos más de descanso el despertador volviera a emitir ese tono molesto, esta vez anunciando las tres con treinta y cinco. La razón llegó a su mente como un foco encendido, tenía que encontrarse con Beth en el centro comercial a las cuatro de la tarde para comprar las cosas que ocuparían para su proyecto de química. Con ganas o no, James retiró las cobijas de encima suyo y se sentó al borde de la cama, su mirada fija en el suelo y su boca entre abierta producto de la somnolencia.

Al colocar los pies en el suelo, un escalofrío le recorrió la espalda, el azulejo que recubría la superficie parecía tan helada como un cubo de hielo recién salido de la nevera. Buscó sus tenis con la mirada y apenas visualizarlos se los colocó superficialmente. Caminó hasta el cuarto de baño. Apenas cruzar la puerta su reflejo apareció en el reluciente espejo encima del lavabo. Las ojeras bajo sus ojos no desaparecerían, y mejor para él, se veía como alguien interesante —o estúpido por creer que la falta de sueño lo beneficiaría en algo—. Su melena de cabello rubio tan alborotada como todas las mañanas. Una vez había escuchado decir a su madre que el color de su cabello se opacaría con el pasar de los años, y he ahí la prueba de que tenía razón.

Luego de lamentarse la metida de pata que había cometido esa tarde —de no ser por el compromiso hubiera sido libre de seguir durmiendo—, abrió la llave del agua caliente para poder tomar una ducha y esperó a que ésta tomara la temperatura adecuada. James se deshizo de sus prendas dejándolas en el suelo, cuando diera por terminado su baño la colocaría en el cesto de la ropa sucia. El vapor que emanaba empañó el espejo, indicándole que podía adentrarse al agua.

Procuró apresurarse en la ducha relajante que tomaba. Tenía demasiado sueño. Sus ojos se cerraban con pesadez. Aun así, se resignó, al volver a casa podía dormir hasta la mañana siguiente.

Se apresuró a vestirse. Un pantalón negro, la camiseta con estampado de los Misfits, una chaqueta de cuero y tenis de bota blancos —ya percudidos por la falta de limpieza— conformaron su atuendo de esa tarde. Caminar desde su casa hasta el centro comercial no implicaba mucho tiempo ni esfuerzo. No estaba muy lejos de ahí y llegaría a tiempo para su compromiso, a más tardar unos cinco minutos después. Igualmente, no quería tomar el autobús, a esas horas de la tarde y considerando que era un día laboral, el transporte estaría a reventar de pasajeros.

Recorrió las transitadas calles, que para ese momento estaba lleno de gente que iba y venía del colegio o del trabajo. Nada extraño siendo casi inicios de semana. No implicó mucho tiempo para que pudiera observar el gran letrero que indicaba el nombre de la plaza. El estacionamiento lleno a tope. Personas entraban y salían del establecimiento con bolsas provenientes de diversas tiendas. James entró sin más y tras caminar por unos segundos se detuvo, buscó a su compañera con la mirada hasta que dio con ella. La jovencita venía acompañada de una mujer de unos cuarenta o cuarenta y cinco años aproximadamente. Ambas platicaban animadamente, así que consideró la posibilidad de que fuera su madre. Decidió ir a su encuentro luego de replantearse el regresar a casa a descansar, pero ya estaba ahí.

Promises ~Hetstaine~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora