Capítulo 14

172 13 9
                                    

James buscó con la mirada a su padre encontrándose en su lugar con Angie, la mujer llevaba una caja en las manos que mostraba la anotación "bajilla de cristal" en un costado. Cuando ella se percató de la presencia de James se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa amable.

—Hola James, no sabía que llegarías temprano. —mencionó la mujer antes de volver nuevamente a la cocina.

—Siempre llego a la misma hora. —dijo James con notoria molestia en su hablar.

—Tu padre dijo que vayas a empacar tus cosas, nos vamos el fin de semana. —indicó la mujer. A James se le abrieron los ojos de par en par dejando ver su sorpresa que no fue percibida por Angie debido a que esta se encontraba sacando algunos vasos de los muebles de la cocina.

—Carajo —susurró James—. ¿A dónde nos vamos esta vez?

—A San Francisco, es un lugar bonito, tal vez nos quedemos más tiempo ahí.

—De acuerdo. —fue lo único que alcanzó a decir James antes de irse a su habitación. Entró cerrando la puerta de un portazo detrás de él. Sabía que estaba actuando de una forma muy infantil, pero se sentía en la obligación de desquitar su molestia en ese instante.

Estaba frustrado, no sabía que hacer a continuación o que decir. Si bien San Francisco no estaba tan lejos, ¿cada vería a sus amigos?, estaba furioso. Se había librado de tener que dar cuentas de sus calificaciones, pero eso no lo satisfacía; a su consideración Cliff, Lars, Kirk y Dave eran mucho más de lo que un día había deseado. Desde su infancia nunca tuvo alguien a quien lo apoyara de esa manera, nunca recibió el amor que hubiera deseado, a cambio de ese sufrimiento obtuvo a esos chicos que inconscientemente le cambiaron la vida para bien. No sabía bien como expresar el sentimiento que le causaban, los quería mucho porque fueron los primeros amigos reales que tuvo; los primeros que no aprovechaban cada error que cometía para burlarse de él, los únicos que no se aprovechaban de su casi inexistente estabilidad emocional para burlarse de él. Esos cuatro eran como la familia que siempre quiso a pesar de que todos habían pasado por algún problema, tal vez no tan fuertes, pero lo habían hecho.

Sus manos torpes debido a la furia que sentía llegaron hasta la caja negra en su escritorio, ese regalo era lo más importante que tenía en cuanto a posesiones materiales que significaran algo emocional para él. La pulsera estaba intacta, la había usado solo unas cuantas veces únicamente por miedo a que algo le pudiera pasar. Entonces se dio cuenta de que esos imbéciles que tenía como amigos era lo único que necesitaba para ser feliz, no necesitaba otra cosa más. Su padre siempre se había comportado como si él no existiera y eso causó un gran rencor hacia él; podía ser su padre sanguíneamente pero fuera de ahí no era nada.

Su mirada recorrió toda su habitación tratando de decidir que empacaría primero. Fuera de toda la ira que sentía aún estaba cansado por lo que apenas terminó de empacar algunas cosas cayó rendido en la suave cama. Sus ojos se cerraron con pesadez y su cuerpo comenzó a relajarse al instante, se perdió en la oscuridad de su habitación aun sintiendo las lágrimas del enojo en sus ojos.

(. . .)

Abrió los ojos cuando la tenue luz empezó a entrar por la rendija de la ventana, el reloj le indicaba las seis en punto de la mañana, se levantó con pereza observando su habitación, se veía vacía y las cajas no ayudaban mucho a ese aspecto.

Sus pisadas suaves y silenciosas recorrieron el camino que había de su habitación al baño, necesitaba una ducha a pesar del clima, estaba consciente de que tal vez le daría un resfriado, pero eso lo traía sin cuidado, necesitaba aclarar sus ideas y no había nada mejor que un baño caliente para hacerlo.

Se deshizo de las prendas de vestir que llevaba puestas, la regadera emanaba vapor señal de que le agua estaba lista, sus pasos eran pesados y flojos, aun así, se sentía con la energía suficiente para ir al colegio. El agua comenzó a inundar sus sentidos, sus músculos se relajaron casi al instante sintiendo la calidez del agua, empapó sus dorados cabellos que se opacaban poco a poco debido al contacto con el líquido. Tardó más de lo normal dándose una ducha, al salir se sentía realmente tranquilo, para él era como la sensación de fumar marihuana, tus sentidos se relajan en exceso dejándote esa sensación efímera de tranquilidad. Una vez envuelto con las toallas salió del baño camino a su habitación. Tomó la ropa limpia y se la colocó sin muchos ánimos.

Promises ~Hetstaine~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora