6.

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Desperté en una superficie blanda y cómoda. Abrí mis ojos débilmente sintiendo mi cuerpo temblar del frío, a pesar de estar bajo una gruesa sábana. Una silueta se paró ante mis ojos.

-Mamá...- Mis ojos comenzaron a arder. Me sentía muy mal y solo quería que mi mamá me abrazara, besara mi frente y dijera que ella estaba aquí. Pero eso no pasó.

-Mi niña...- Sentí algo frío y mojado sobre mi frente. Observé a mi secuestrador sumergiendo un pañuelo en un tazón con lo que parecía agua y luego ponerlo en mi frente-, intenta sentarte para que puedas tomar la pastilla.

-¿Qué pastilla?- Lo miré como si tuviera dos cabezas.

-Para que baje la fiebre y se vaya la infección- Mi confusión fue peor. Él suspiró antes de empezar a explicar-. Cuando intentaste escapar te lastimaste la pierna, no se veía grave pero tal parece que la herida se infectó. Por eso tus náuseas repentinas y la fiebre.

Con la poca fuerza que tenía me senté lentamente en la cama y levanté la sábana que me cubría. Efectivamente, en mi pierna había una venda justo donde sentía el dolor, sin embargo, eso no fue lo que llamó mi atención.

-¿Quién diablos me cambió y por qué tengo una camisa que supongo es tuya?- Murmuré sin subir la mirada. Me sentía débil y ahora también me sentía indefensa, me había visto en ropa interior y a saber que más me habrá echo. Tal vez me tocó o me tomó fotos estando inconsciente y desnuda o semidesnuda-. ¿Qué me hiciste?

-Te cambié yo, como podrás imaginar. Pero no observé nada más allá de lo necesario, debía quitarse la ropa mojada.

-¡No estaría mojada de no ser porque me metiste a la ducha a la fuerza!- Grité entre lágrimas. Me había hecho algo, él me había hecho algo. Los secuestradores te hacen cosas.

No sentía nada distinto en mi cuerpo además de la horrible debilidad a la que la fiebre me sometía.

-Intentaba ayudarte a salir del ataque que te estaba dando, no es justo que me recrimines de esa forma- Alegó frunciendo el ceño.

Abrí y cerré mi boca sin saber que decir. Debía aprender a callar o me volvería loca gracias al idiota frente a mí, había aprendido que no podría mantener una conversación decente o coherente con alguien que no lo era.

Volví a cubrirme con la sábana, me acosté y giré mi cuerpo dándole la espalda. Sé que es recomendado no hacerlo pero justo ahora todo me importaba una mierda.

-Jae, déjame darte la pastilla- Pidió con cansancio. Bufé, yo era la que realmente estaba cansada de esta situación.

-Déjame morirme en paz, al menos merezco eso.

-No digas estupideces- Me tomó en brazos y me sentó de nuevo en la cama, ni siquiera puse resistencia-. Me estoy cansando de esto y no quiero ser grosero contigo, preciosa, así que tómate la puta pastilla.

Lo observé impasible demostrándole que no le haría caso. Él exhaló aire por su nariz y una sonrisa ladeada se plasmó en su rostro, sin embargo, dicha sonrisa mostraba cuanto se contenía.

Salió de la habitación, creí que me dejaría por fin pero a los segundos volvió con una botella de agua. Entendí que me obligaría a tomar la pastilla y ahí fue cuando yo obligué a mi cuerpo a reaccionar. Comencé a moverme hacia el lado contrario de la cama pero su mano en mi tobillo me detuvo, comenzó a tirar de él llevándome consigo. Una sonrisa siniestra se apreciaba en su rostro mientras yo intentaba con mis manos mantener abajo la camisa que comenzaba a enrollarse en mi cintura.

Él nunca bajó la vista de mi rostro y eso me descolocó un momento. Segundos después él estaba a horcajadas sobre mí, cara a cara; quería gritar pero nada salía de mi boca. Intenté golpearlo pero sostuvo mis manos sobre mi cabeza.

-Última vez que lo pregunto, ¿piensas tomarte la jodida pastilla y acabar con esto? Está en tus manos- Me mantuve callada observándolo furiosa-. Está bien, si esa es tu decisión.

Metió la pastilla a su boca y luego bebió un poco de agua, o eso creí. No la tragó.

De un momento a otro sus labios impactaron con los míos dejándome totalmente fuera de base. Comenzó a moverlos haciendo que los de ambos se abrieran y así lo que había metido a su boca ahora se encontraba en la mía.

Me retorcí intentando sacármelo de encima pero fue imposible. Tragué la pastilla y el agua para evitar ahogarme pero no pude evitar que un poco de ésta chorreara fuera de mi boca y mojara mis mejillas.

El idiota se alejó por fin de mí y le lancé todo lo que encontré a mi alrededor sin importar que siquiera podía mantenerme de pie.

-¡Eres un jodido y asqueroso imbécil!- Él solo reía esquivando lo que le arrojaba- ¡Eres un cerdo, o creo que ni siquiera eso porque hasta ellos son más decentes que tú!

Silencio...

-¿Y? ¿Qué tal beso?- Ese fue el detonante.

Intenté alcanzar la lámpara de la mesa de noche pero me detuvo tomándome de la cintura y devolviéndome a la cama.

-Debes calmarte- Notaba que intentaba ponerse serio pero no podía-, debes esperar tranquilamente a que la pastilla cumpla su función.

-¡¿Sabes quién, o mejor dicho, qué eres?!- Lo ignoré y continué con mis insultos- ¡Una asquerosa y putrefacta basura, eso eres!

-¿Tú sabes quién soy?- Preguntó ahora más serio, no respondí- Mi nombre es Kian, preciosa.

Bajé lentamente la almohada que había tomado para arrojarsela.

No.

Maldita sea, no.

-¿Qué ocurre?

-Tu nombre...- No pude terminar.

-Kian...

-¡No vuelvas a decirlo!- Frunció el ceño confundido-. Cuando el secuestrador permite que la víctima sepa su nombre...

Mi voz se quebró y él pareció entender.

-¿Creías que por no saberlo podrías librarte de mí?- Lloré aún más fuerte y tapé mis oídos sin querer escucharlo más. Sentí como tomaba mis muñecas y alejaba mis manos de mi cabeza para luego susurrar- Espero que entiendas, preciosa, que tú nunca dejarás de ser mía.

Soy Estocolmo. +18 [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora