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Quisiera decir que me quedé en shock al momento de sentir sus labios sobre los míos, pero me fallé a mi misma al no contar con que sus labios ya me parecían familiares.

Moví los míos siguiendo su beso hambriento con ganas de saciarme yo también. No podía más con esta tensión que Kian me hacía sentir.

En ese momento todos los recuerdos de nuestra conversación de anoche volvieron a mi, haciéndome poner las manos sobre su pecho y empujarlo suavemente. Sus ojos me observaron extrañados, pero rápidamente su expresión demostró preocupación.

-¿Qué ocurre, preciosa? ¿Te hice algo, te lastimé?- Negué de forma efusiva y sus manos me tomaron de las mejillas, acariciándome con sus pulgares. En ese momento me di cuenta de que lo que realmente hacía era secar mi lágrimas, aquellas que no sabía que habían comenzado a salir.

-Kian...- Sentía que me faltaba el habla- Yo...

-Cuéntame qué es lo que ocurre.

-Lo recuerdo.

Su ceño fruncido se despeja y su expresión se vuelve neutral mientras me observa expectante. Lo observo de igual manera antes de tomar su rostro con mis manos, poco a poco lo voy entendiendo.

Él ha estado solo, ha pasado sus problemas solo, sus traumas. Absolutamente todo. Me lo ha confesado en un momento de debilidad y borrachera y yo lo traté como si me hubiese hecho lo que él vivió, eso que lo dejó tan mal.

-¿Vas a decir algo?- Habló por fin, ya que yo no lo hacía.

Pensé bien mis palabras, no quería cagarla de nuevo, menos aún sin intención. Sin embargo, antes de poder decir algo, la puerta de la casa fue tirada abajo. Ambos nos sobresaltamos y Kian se posicionó frente a mi, cubriéndome mientras yo volvía a poner mis pies en el suelo.

-¡FBI, las manos donde pueda verlas!- Oí maldecir al pelinegro frente a mi a pesar de que prácticamente solo escuchaba mi corazón retumbando en mis oídos- ¡Kian Peters, ya no hay escapatoria!

Una manada de hombres uniformados comenzó a entrar en la cocina apuntándonos con sus armas. Entre mi nerviosismo reaccioné levantando mis manos y llevándolas detrás de mi cabeza, como hacían en las películas. No estaba segura siquiera de si era lo correcto.

Kian seguía cubriendo mi cuerpo, logré ver un lado de su rostro y estaba serio, con rabia contenida. No seguía instrucciones de los oficiales y estaba cagada de solo pensar en su reacción.

Él solo no podría con todos, sin contar con que estaban armados.

No quería que lo mataran.

-¡Las manos en alto, Peters!- Volvieron a gritar, no sabía ni de dónde venía la voz- ¡Se ha acabado el juego!

Lo observé. Su mano temblaba de impotencia y eso solo quería decir que reaccionaría de alguna manera, nunca era bueno. Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos sin permiso.

-Kian...- Susurré pero sabía que me había oído, su cuerpo se tensó y su mano se cerró en un puño. Apretó los párpados con fuerza y luego los abrió mientras giraba la cabeza en mi dirección.

Sus ojos me observaron por pocos segundos, pero parecieron horas. Comenzó a levantar las manos lentamente sin quitarme la mirada de encima, llevándolas detrás de su cabeza.

A nuestro alrededor la gente comenzó a moverse pero solo podíamos vernos entre nosotros. Parecía no importar tener a una docena de agentes del FBI apuntándonos y acercándose a nosotros para esposarnos.

Unos pocos quejidos salieron de mi al sentirlos llevar mis brazos a mi espalda con brusquedad y ponerme las esposas. Kian al verlo pareció salir de su trance y poner resistencia para llegar a mi, sin embargo, cuatro agentes lo retenían para evitar que se liberara.

Soy Estocolmo. +18 [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora