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Batía los huevos en el tazón mientras sentía la mirada de Kian en mi espalda. Me ofrecí a hacer el desayuno esta vez, odiaba cocinar pero esto lo consideraba una gran distracción. Tal vez más tarde haría galletas.

Ya parecía señora de casa.

-¿Cuánto durará esto?- Fruncí levemente el ceño al oírlo y me giré viéndolo de forma interrogante- Me refiero a este comportamiento tuyo. Pareces más receptiva a mi.

Me giré, concentrándome de nuevo en preparar la comida y eligiendo con cabeza fría mis palabras.

-Durará cuanto tú permitas que dure.

Vertí los huevos en el sartén ya caliente y el sonido que hacían me impidieron oír cuando Kian se acercó a mi, no me di cuenta hasta que sentí sus brazos rodearme el abdomen, haciéndome sobresaltar.

-Amo estar así contigo- Susurra en mi oído y es inevitable no estremecerme-. Pero si está en mis manos no te preocupes, lo permitiré siempre.

-Siempre es mucho tiempo- Me giró suavemente para observarme a los ojos.

-¿Cómo crees que podría "evitar" que esto dure?

Se notaba atento y decidido, como si no estuviera dispuesto a cambiar esto por nada. Abrí la boca para responder pero el olor de los huevos llegó a mi nariz haciéndome girar rápidamente.

-¡Pásame un plato ya, Kian!- Oí su risa mientras recogía los huevos revueltos del sartén- ¡Que van a quemarse, deja de reír, joder!

Eso solo hizo que sus carcajadas aumentaran, sin embargo, depositó el plato en mi mano y logré sacar los huevos a tiempo. Giré a verlo de forma acusadora mientras se encontraba rojo por la risa.

Tomé un paño húmedo en la cocina y se lo lancé a la cara, dando justo en su boca y haciéndolo toser.

-Sigue riendo y te sacaré de la casa para que tengas que comer las plantas de afuera- Cubrió su boca para intentar hacerse el serio y se acercó a mi.

-Voy a poner la mesa- Y antes de que me dé cuenta, me roba un pico y se va, dejándome anonadada. Pero tan rápido como el shock vino, se fue al oír de nuevo su risa.

-¡Aún te oigo!

*****

En el televisor se reproducía La bella y la bestia mientras Kian descansaba su cabeza en mis piernas, pasaba mis dedos entre su suave pelo sin poder evitarlo.

-¿Crees que algún día llegues a amarme así?

A veces parecía un niño.

-Bella desarrolló Síndrome de Estocolmo. Y bestia no asesinaba personas, aún menos frente a Bella.

Inmediatamente cerré los ojos arrepentida, quise golpearme porque recriminándole las cosas de esta forma no conseguiría nada.

Su silencio me hizo saber que le había afectado lo que dije, sin embargo, no pensaba disculparme por decir la verdad.

En lugar de eso, acerqué mi rostro al suyo de cabeza y dije...

-¿Tienes alcohol por aquí?

Media hora después ya no éramos personas, éramos un mar de risas y palabras incoherentes. Kian se hallaba tirado en el suelo, abierto como una estrella de mar, mientras yo me encontraba igual pero con las piernas sobre el sofá.

-Habló en serio- Me observó como si se tratara de un secreto de estado mientras yo intentaba aguantar la risa-. ¡Nunca he visto tus pies!

No pude más y terminé soltando una gran carcajada mientras tomaba mi abdomen, el cual hacía rato que había comenzado a doler.

-¡Odio los pies!- Dije aún entre risas- Es decir, mis pies son lindos, pero no me gusta que los vean. Y los pies de otros me dan mucho asco.

Se mantuvo viendo al techo, pensante, mientras yo intentaba calmar mi risa y tomar aire.

-Yo odio los pies- Dice totalmente serio-. Quisieron obligarme a que me gustaran.

-¿Quién haría eso?- Lo miré extrañada, creyendo que en cualquier momento se reiría pero mi sonrisa se borro al ver que se encontraba ensimismado.

Me arrastré lentamente hacia él, aún estando un poco mareada y viendo algo borroso. Me dejé caer a su lado y tomé su mano.

Él no estaba bien, cualquiera en ese momento lo notaría.

-Mi padre murió de cáncer de piel a causa de todo lo que sufrió por esos desgraciados, mi madre cayó en depresión al haberlo cuidado en toda esa decaída que causa el cáncer. También murió. Yo volví a la ciudad, no tenía nada que hacer aquí.

Tomó aire y tragó con fuerza. Acerqué nuestras manos entrelazadas a mi rostro mientras acariciaba la suya.

>>Estuve 3 años aproximadamente y conocí a alguien, era mayor que yo. Estuvimos saliendo y al principio se mostró como una chica muy dulce, muy comprensiva. Creí que me había enamorado pero solo me estaba forzando a sentirme así, porque quería un amor como el de mis progenitores, el único que llegué a conocer. El problema llegó cuando el abogado de mis padres me buscó por el asunto de la herencia. Realmente no sabía que tenían tanto dinero; creí que podía confiar en aquella chica pero no fue así.

Me observó atento, como si fuera yo quien estuviera contando una parte importante de mi pasado. Me sentí un poco mal por aprovecharme de su estado de ebriedad pero de otra forma nunca sabría nada, además, la secuestrada era yo y tenía derecho a saber más sobre él.

-¿Qué ocurrió con ella?- Me atreví a preguntar mientras acariciaba su rostro. Tomó mi mano deteniéndome, creí que quería que me alejara pero se levantó del suelo sin soltarme, tambaleándose. Me ayudó a levantarme y nos dirigió a ambos al sofá.

Lo miré expectante mientras me tomaba por los hombros y me obligaba a sentarme. Se recostó en el sofá haciendo que su cabeza quedara en mis piernas, haciéndose ver tan indefenso. Comencé a acariciarlo de nuevo.

-Yo era menor de edad, no podía acceder a la herencia aún, a menos que un responsable se hiciera cargo. Yo era un adolescente estúpido y dejé que ella se aprovechara sin darme cuenta. Cuando lo supe e intenté detenerla, comenzó a drogarme, por un tiempo, haciendo creer que era un irresponsable que no podía ni consigo mismo. Ella tenía una especie de fetiche con los pies.

Giró su rostro hacia mi y por primera vez no vi a un sádico en él.

>>Abusó de mi, no sé cuantas veces, muchas de ellas ni siquiera estaba consciente. Así que cuando pude la maté, acabé con ella y volví aquí. Fue duro comenzar a rehabilitarme por mi cuenta pero conseguí un impulso y aquí estoy.

Estaba inmóvil.

Mi corazón dolía. Dolía por él, por lo que vivió, por la confusión de sentimientos que me causaba. Tengas la edad que tengas un abuso, una humillación, una invasión hacia tu cuerpo, es totalmente dura. Pero cuando estás solo, indefenso y confundido por la vida, justo como Kian lo estaba, el dolor va mucho más allá.

Su dedo rozando mi mejilla me sacó del trancé. Repitió la acción y entonces noté que estaba secando las lágrimas que no sabía que habían comenzando a salir de mi.

-No llores, ella obtuvo lo que merecía- Continué peinando su pelo-. Todas obtienen lo que merecen.

Me detuve.

-¿A qué te refieres?- Algo en mi cabeza hizo <clic>- Las chicas que tú has...

-Soy una especie de asesino a sueldo, Jaerys. Me encargo de violadoras, ladronas de alto rango, proxenetas, mujeres camello, entre otras "profesiones".

Soy Estocolmo. +18 [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora