14.

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No podía más con todo. Ya la situación no me dejaba ni dormir, no sabía ni que hora era, pero si sabía que en pocas horas amanecería y yo no había podido pegar ojo. 

Dos días habían pasado desde que Kian me dejó claro que no cedería, dos días desde que intentaba poner la mayor distancia entre él y yo, aunque vivamos en una misma casa.

-Maldición...- Un murmullo desde la planta baja llamó mi atención. Kian había salido, esto significa que ya estaba de vuelta. No me inmuté, no quería ni verlo. Sin embargo, parecía que sus planes no respetaban los míos.

Sus pesados pasos se oyeron ascendiendo por las escaleras, me cubrí más con las gruesas sábanas y cerré mis ojos haciéndome la dormida, aún así no sirvió de mucho.

-¿Estás despierta?- No respondí- Ya sé que lo estás, lo noto en tu respiración. 

Seguía sin responder.

-Mi niña...

-Basta, Kian. Ya basta- Hablé fuerte aún sin abrir los ojos.

Creí que eso lo alejaría de mi por unas horas al menos, así como había hecho estos días. Pero no fue así.

El otro lado de la cama se hundió por el peso del cuerpo de Kian y luego sentí como su brazo me rodeaba por la cintura. Mi corazón comenzó a latir muy fuerte; me había dejado en shock. Reaccioné cuando acercó su nariz a mi nuca y comenzó a acariciarme con ella.

-Kian, aléjate- Tomé su brazo para apartarlo pero algo me detuvo-. ¿Qué es esto?

Silencio.

-¿Kian, qué mierda es esto?- Me levanté bruscamente y encendí la lámpara que estaba junto a mi cama. La imagen ante mí me sobrepasaba, poco a poco agrietaba mi corazón.

Kian acostado en mi cama, abrazando una almohada como si se tratara de una persona, con la mirada perdida en algún punto, pidiendo cobijo. Además de eso, se encontraba bañado en sangre, llenando así la cama también. Y por ende, a mí igual.

Y así nos quedamos por varios minutos, él en la misma posición y yo observándolo como si la sangre fuera a desaparecer solo por verla.

¿Así sería mi vida de ahora en adelante?

No. Porque esto no es vida.

Rasqué mi cabeza en señal de desesperación e hice lo que creí conveniente.

-Vamos- Alejé la almohada sucia de él y tomé sus manos para levantarlo, sin embargo, tiró de mi haciéndome caer en su pecho para luego aferrarse a mi cuerpo-. Kian.

-Por favor, solo un momento...

-Estamos llenos de sangre y hace frío, debemos limpiarnos y cambiar las sábanas- Suspiró con resignación y titubeó, pero no me soltó-. ¿Estás herido?

-Si te suelto para hacer todo eso, ¿prometes abrazarme luego?- Esas palabras me estrujaron el corazón.

Lo pensé y me asustaba la respuesta definitiva y casi sin ninguna duda que había dicho.

-Si, pero vamos a darte una ducha primero- Me levanté ayudándolo a él a hacerlo y pude sentir la sangre sobre mi pijama. Intenté con todas mis fuerzas ignorarla pero era difícil.

Comenzó el mismo proceso que hace unos días, desvistiéndose para luego entrar esta vez a la ducha, quedando en ropa interior. Abrí la llave dejándola en el agua tibia y comencé a frotar la esponja por su cuerpo mientras la lluvia artificial lo bañaba entero, llevándose la sangre por el desagüe. Lo comprobé disimuladamente, asegurando que nada de la sangre era suya, ya que no me había respondido sobre si estaba herido o no.

Su cara quedó despejada de nuevo, mostrando esa belleza sádica, característica de él.

Acaricié su rostro con calma, sintiéndolo dócil bajo mi tacto. A consecuencia de ello sonreí levemente. Pude notar las marcas moradas bajo sus ojos, aún así no dejaba de verse atractivo.

Unos minutos más tarde terminé de asearlo y le pedí que saliera para hacerlo yo. Sin refutar, me pasó por un lado como si de un zombie se tratara, pero de un momento a otro se detuvo, dio un beso en mi frente dejando sus labios ahí presionados por unos segundos y luego de eso salió del baño.

Mi corazón parecía querer salirse y mi cerebro se encontraba confundido, procesando todo lo que había pasado.

Me había sentido... ¿protegida?

¡¿Con mi secuestrador?!

Diablos, no...

*

Salí del baño y me coloqué una pijama nueva de pantalón largo por el frío que hacía esta madrugada.

Con mi mirada fija en la cama, me di cuenta que era imposible dormir allí, pues hasta el colchón contaba con sangre. Así que, tomando las sábanas por las esquinas limpias, comencé a quitarlas una a una y dejarlas amontonadas en el suelo, con cuidado de no ensuciar nada más.

Entonces recordé que quien hacía las camas era Kian, por ende, era él el único que sabía dónde se encontraban las sábanas limpias.

Tomando una profunda respiración, me dirigí a su habitación, donde suponía que él estaría. La puerta se hallaba abierta a medias, por lo que la empujé suavemente para poder entrar y allí lo vi.

-Kian...

No sabía si su mente no se encontraba aquí presente o si simplemente había decidido pasar de mí, pero en ambos casos hubo el mismo resultado y esto ya comenzaba a preocuparme.

-¿Kian, qué ocurre?- Murmuró algo entre dientes, totalmente inentendible- No entiendo lo que dices, habla más alto...

-Prometiste abrazarme.

Helada.

Me encontraba totalmente helada. Era cierto que le dije que lo haría pero no lo había prometido. Aún así, sabiendo que podía negarme, algo me impulsó a acceder.

Me acerqué lentamente a él, quién se encontraba sentado en el borde de su cama, con la mirada perdida. Cuando estuve en frente detallé su rostro; se mostraba neutral, vacío.

Abrí mis brazos hacía él y todo ocurrió tan rápido que no me di cuenta. Al segundo siguiente me encontraba sentada en las piernas de Kian mientras sus brazos rodeaban mi torso con efusividad. No podía entender qué diablos le ocurría.

Enrollé mis brazos alrededor de su cuello mientras mi manos derecha subía y bajaba por su espalda. Sé que no debía hacer eso, no con él, pero era algo que en este punto no quería dejar de hacer.

-¿Me vas a decir qué te ocurre?- Soltó un bufido.

-¿Te preocupo acaso?

-Si- Respondí sin pensar.

Kian aflojó un poco los brazos y se alejó unos centímetros para observarme sorprendido. Nuestros ojos se encontraron y parecían hablar por si solos.

Su vista bajó a mis labios, teniéndolos tan cerca que mi corazón palpitó alterado. La mía también bajó a los suyos.

Su rostro se acercó lentamente al mío y no me opuse, sin embargo, salí un poco de mi ensoñación y moví mi rostro hacia abajo, haciendo que se detuviera.

-Dime qué te ocurre, Kian.

Cerró los ojos y unió su frente a la mía mientras parecía tomar aire lentamente. Mi corazón no había querido calmarse aún, mientras que mi mente parecía en blanco; en una especie de trance.

Subió su mano, posando esta sobre mi cabeza, guiándola así a su pecho.

-Mañana, por favor. Solo... mañana...

Otra vez, no me opuse. Y así fue como poco a poco caí dormida entre los brazos incorrectos, pero que se sentían como todo lo contrario a una equivocación.

Soy Estocolmo. +18 [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora