10.

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Salí del baño después de haberme dado una ducha fría, sin importarme que fuera de madrugada. Me envolví en el albornoz y entré a la habitación donde me detuve en seco al ver a Kian sin camisa acostado en la cama. 

-¿Qué haces aquí?- Él, que antes se encontraba absorto en sus pensamientos, giró a verme, posando su mirada en mis piernas descubiertas. Ésta se tornó oscura y yo ajusté más el nudo para evitar a toda costa que se soltara.

-¿Siempre duermes desnuda?- Me sorprendió su pregunta y lo ronco de su voz.

-Sabes que no, no creas que no sé que cada noche vienes a verme dormir- Dije estremeciéndome-. Y necesito hablar contigo de esto, no puedo seguir usando tu ropa.

Porque si, todos estos días había estado usando su ropa y bóxers nuevos de paquete que había comprado hace tiempo, según me había dicho. Aunque tomando en cuenta que cuando llegué solo tenía un minúsculo vestido de fiesta, prefería mil veces usar su ropa si él iba a estar presente; no me arriesgaría.

-Yo digo que te queda muy bien- Se levantó de la cama y caminó hasta mi sin quitar la mirada de mis ojos. Tragué grueso-. Pero, si no te sientes cómoda así, mañana puedo llamar para que traigan ropa para ti- Se acercó a mi oído y susurró-. Llegará un momento en el que serás tú quien querrá voluntariamente usar mi ropa.

Se alejó de mi rostro y evité su mirada a toda costa sabiendo que me había sonrojado, aún así sentía la tensión entre ambos y su intensidad.

-¿Dónde quedó el "no quiero incomodarte"?- Pregunté con voz temblorosa y él soltó una risa tétrica.

-Aún lo mantengo, pero sé que justo ahora no te incomodo. Solo estás frustrada contigo misma por sentir cosas que no debes hacia mi- Casi rompo mi cuello con lo rápido que giré mi rostro hacia el suyo-. Siento tu mirada cargada de deseo, Jaerys. Es algo que no puedes negar, mucho menos ocultar.

Mi cuerpo había quedado petrificado, principalmente porque mi mente sabía que lo que él decía era cierto. A pesar de sentir un miedo innegable hacia él, también sentía un deseo indiscutible.

No me moví incluso cuando sentí sus manos tomar mi rostro, obligándome a hacerle frente. Ya no se hallaba caliente, al menos no de fiebre. Su mirada se hallaba clavada en mis labios y eso hizo que mi corazón latiera desbocado. Me preocupada que la repentina taquicardia no fuera por miedo, no sentía ni un poco. Mis manos subieron a su pecho lentamente en una disyuntiva por acariciarlo y alejarlo.

Sus pulgares se pasearon por mi rostro, haciendo mimos en mis mejillas, contorneando mi nariz y por último posándose en mis labios, los cuales entreabrí por inercia. Lo oí jadear y mi mirada también se posó sobre sus labios. Por un momento me olvidé de todo. Lo sentí acercarse y me dejé llevar cerrando mis ojos, sin embargo, una imagen nada agradable llegó a mi cabeza.

La chica.

La flecha.

Sangre.

Su cadáver en la entrada de la casa.

Abrí los ojos de forma abrupta y empujé a Kian lo más lejos que mi fuerza me lo permitió. Allí fue cuando realmente reaccioné.

Estuve a punto de besar a mi secuestrador y a un asesino.

-Jaerys- La voz de Kian me hizo girar mi rostro para observarlo. Se veía confundido con el ceño levemente fruncido. ¿Es en serio? ¡¿Él estaba confundido?!-. Jaerys, bésame.

No me moví.

-Jaerys, por favor...

-No puedes pedirme eso, Kian, no cuando eres quien me tiene aquí, secuestrada, encerrada, lejos de mi familia y de las personas que quiero. Y además asesinaste a alguien frente a mi.

-Dijiste que me darías una oportunidad- Se veía tan vulnerable que por un momento no parecía ser la misma persona que hizo todas las cosas que le mencioné-. No puedes entenderme si no me das una oportunidad...

-Dime que no volverás a hacerlo y te la daré- Me observó como si le hubiese clavado un puñal-. Dime que no volverás a matar a nadie y te daré esa oportunidad, Kian. Eso... no está bien, puedes mejorar y así me daré la oportunidad de conocerte.

-Pero entonces no me conocerías realmente, no a mí. ¿Qué hay de malo conmigo? ¿Por qué debo mejorar?- No respondí a eso. Estaba muy herido y sentí que no quería herirlo más- Yo no siento que esté mal, siento que cada día estoy mejor desde que te tengo leyendo en mi sala todas las tardes, desde que corres por la casa porque te olvidaste de apagar las hornillas de la cocina, o desde que te paseas por todas partes con mi ropa. No quiero mejorar a tu manera, quiero que ambos estemos en sintonía y para eso debes conocerme como soy, no como quieres cambiarme.

Salió de la habitación sin mirar atrás dejándome con las lágrimas queriendo salir de mis ojos y con el corazón tan desbocado que sentía que rompería mis costillas. Mierda.

Me atraía, no cabía duda de que lo hacía. Físicamente era muy mi tipo de chico, sin embargo, aún así sabía perfectamente que podía estar desarrollando síndrome de Estocolmo. Podía sentir atracción hacía él solo por su buen trato hacia mi, por su falta de violencia hacia mi persona.

Observé por el cristal de la ventana como el sol comenzaba a salir de entre los árboles y las montañas. No había dormido nada y aún así sentía la adrenalina recorrer mi cuerpo impidiendo que sintiera siquiera un poco de sueño. Por lo que me coloqué ropa de Kian y salí de la habitación en busca de él. 

Una vez en el pasillo de la planta de arriba, vi como la puerta de su cuarto estaba a medio cerrar, supuse que había entrado allí. Menos mal, no me apetecía bajar a buscarlo y ver de nuevo la escenita de la entrada. Abrí un poco más la puerta con lentitud y lo vi allí, sentado en su cama, dándome la espalda y viendo el amanecer.

Me acerqué en total silencio sabiendo que ya había notado mi presencia. Subí a la cama y gateé hasta estar detrás de él para luego rodearlo con mis brazos, su cuerpo dio un respingo haciéndome saber que no se lo esperaba. Aún así no puso resistencia ni queja alguna. Apoyé mi barbilla en su hombro contemplando el amanecer también sin decir ninguna palabra, pero el silencio se vio interrumpido.

-¿Me tienes miedo?

Pensé mis palabras.

-Poco, es inevitable.

-Jaerys- Giró su rostro quedando a centímetros del mío-, podré tener dentro tantos demonios como creas, pero tu sangre no es la que quieren derramar, ¿entiendes?

Permanecí callada y escuché su susurro.

-Solo quiero cuidarte...

-Shh...- Suspiré y apreté un poco mis brazos a su alrededor- vamos a conocernos, ¿está bien? Al menos a intentarlo.

Soy Estocolmo. +18 [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora