Capítulo 34: "Prisionera".

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Me obligaron a ponerme ropa deportiva. No cualquier ropa deportiva, sino una antibalas que me quedaba súper ajustada al cuerpo. No supe de qué material estaba hecha, pero se pegó a mi piel como si hubiese sido diseñada para mí. Era de color negro azabache.

Cuando llegamos al campo de entrenamiento, no pude creer lo que veían mis ojos. Cientos de brujos practicando sus hechizos de agua, fuego, aire y tierra en diferentes objetivos. Su poder era tan increíble que no pude evitar estremecerme, y desviar la mirada hacia el césped azul.

Temí incluso poner un pie en ese lugar. Parecían un ejército del mal.

—Los humanos son muy cobardes —musitó Francis, tomándome del brazo y obligándome a caminar hacia un sitio donde había...

Niños.

¿Niños?

—Los hechizos simples son para principiantes. Los brujos de entre cinco y siete años aprenden a mover objetos, a alterar la naturaleza de los mismos y...

—¿En serio me obligarás a entrenar con niños? —me sentí humillada.

—No, sólo los observarás. Hoy no seré tu maestro.

—¿Entonces...?

Para mi sorpresa, Amadeo apareció frente a nosotros. Tenía el brazo vendado y un moretón en el ojo. Recordé que Francis me había comentado que su hermano mayor había estado en una batalla. A pesar de todo, se lo veía en buenas condiciones.

El mayor de los Cuadrado vestía un traje negro, y estaba frunciendo el entrecejo. Su expresión lo hacía parecer de más edad.

—Hola, Carla ¿Estás lista para entrenar como los brujos?

Por lo menos era más educado que su hermano.

Asentí.

—Iré a ocuparme de otros asuntos —dijo Francis, y nos dejó solos.

—Tus heridas... —señalé el vendaje—. ¿Cuándo sanarán?

—En poco tiempo. Nuestro metabolismo es más rápido que el de los humanos ¿Recuerdas?

—Sí, gracias a que chupan sangre y eso —revoleé los ojos—. Por cierto ¿A qué familia se te asignó? ¿Mataste a tus víctimas?

—Si le hubieras hecho esa pregunta a mi hermano, él se habría sentido insultado —replicó pacientemente—. Los brujos decentes no aniquilamos humanos a menos que sea estrictamente necesario. Weis, Crewe y el heredero de Medealis, en cambio, están en todo su derecho a hacerlo. Sin embargo, siempre hay algún brujo que prefiere matar a su presa y luego se le asigne a alguien más en el sorteo. Yo no los juzgo siempre y cuando usen esa sangre para salvar nuestros mundos.

Su respuesta no me sorprendió. A pesar de lo mal que me sentía, era consciente que debía averiguar toda la información que pudiera sobre los marcados.

—A causa de la guerra ¿Desangrarán a sus humanos?

—No lo sé —su rostro se ensombreció—. Esperaré las órdenes de mis superiores, aunque asumo que varios brujos trabajarán por su cuenta y sus marcados no sobrevivirán.

Hablaba de nosotros como si fuéramos ganado. No pude evitar estremecerme.

—Ah... —traté de disimular mis emociones, y pregunté—: ¿De dónde es tu familia?

—Los marcados míos y de Francis son de Alemania.

—Qué conveniente, justo donde estuvieron viviendo varios años...

Medealis [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora